miércoles, 22 de noviembre de 2023

Dos analistas, ante la crisis occidental: "La caída de Roma y el declive de EEUU se parecen mucho"



Foto: Getty/Manu Brabo.




El experto en el Imperio romano Peter Heather y el economista John Rapley estudian en el fascinante '¿Por qué caen los imperios? Roma, Estados Unidos y el futuro de Occidente' las analogías entre ambas potencias




Durante siglos, historiadores, economistas y filósofos se han preguntado reiteradamente por qué cayó el Imperio romano. Querían entender por qué hasta las creaciones humanas más grandiosas desaparecen, pero también aprender las lecciones necesarias para que eso no volviera a suceder. Sin embargo, sucedió de nuevo. Cayó el Imperio español, cayeron el Imperio austro-húngaro y el otomano y cayó el Imperio británico.

Ahora, en Occidente hay mucha gente a la que le preocupa que Estados Unidos y Europa pierdan preponderancia frente a otras regiones del mundo, como Asia. ¿Se está acabando la era en que nuestros valores y nuestro sistema político y económico dominaban el mundo?

Peter Heather es un historiador experto en historia de Roma y John Rapley un economista especializado en la globalización. Acaban de publicar uno de los libros más interesantes del año, ¿Por qué caen los imperios? Roma, Estados Unidos y el futuro de Occidente (editorial Desperta Ferro), un delgado volumen de 200 páginas en el que desmienten las razones a las que se suele atribuir la caída Roma y afirman que Estados Unidos es un imperio en declive que podría desaparecer si no se adapta a los nuevos tiempos. Se trata de un libro fascinante, que ha tenido un impacto notable entre las élites intelectuales estadounidenses y que, según me dijo Rapley durante nuestra conversación a tres por Zoom, también lo está teniendo entre las élites de los países emergentes que creen que Occidente está en decadencia.



PREGUNTA. Antes que nada, ¿Estados Unidos es un imperio?

RESPUESTA (Peter Heather). El bloque occidental que lidera Estados Unidos es una potencia imperial, sí. Su dominio del mundo es parecido al de cualquier potencia imperial del pasado, como el Imperio británico, aunque a diferencia de este no es una entidad única sino, como digo, un bloque que incluye también a Europa. Aunque, obviamente, Estados Unidos es la entidad dominante dentro de ese bloque y todo gira en torno a su poder económico, diplomático, militar y político.

R (John Rapley). Un rasgo de los imperios es que buena parte del mundo copia sus nociones políticas y económicas. Un ejemplo es lo que sucedió tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando muchas partes de África y Asia iniciaron rebeliones para deshacerse de los colonizadores occidentales y recuperar sus formas de gobierno y sus tradiciones económicas. Pero, en realidad, enseguida adoptaron el modelo del Estado-nación, que es occidental, copiaron nuestro modelo económico y hasta adoptaron la cultura de Hollywood. La “marca” Occidente era muy, muy poderosa.

R (Heather). Ambos creemos, sin embargo, que esa época de dominio indiscutible ha terminado. Cuando en 1989 cayó el Muro de Berlín, todos pensamos que América iba a gobernar el planeta. Pero no ha sido así. Los patrones de productividad económica y de generación de riqueza en el mundo han cambiado de manera drástica, se han desplazado hacia otros lugares. Y creemos que el poder va donde está el dinero. Eso está rehaciendo el patrón del dominio político, diplomático e imperial en todo el mundo.


placeholder'¿Por qué caen los imperios?', de Peter Heather y John Rapley.
'¿Por qué caen los imperios?', de Peter Heather y John Rapley.


P. Y ahí es donde ven la analogía con el fin del Imperio romano.


R (Rapley). Cuando nos conocimos, Peter estaba a punto de publicar su bestseller sobre la caída del Imperio romano [ La caída del Imperio romano, editorial Crítica] y yo acababa de publicar un libro sobre los problemas de la globalización contemporánea [Globalización y desigualdad. El declive del neoliberalismo, no publicado en castellano]. Empezamos a hablar y nos sorprendió que nuestros respectivos relatos sobre dos momentos tan distintos se parecían mucho. Pensábamos lo mismo: en ambas historias lo central era el dinero, la economía. Es lo que ha dicho Peter: el poder va donde está el dinero. Y el dinero está cambiando de lugar. Ya hay países que son mucho más dinámicos que Estados Unidos y que, por lo tanto, aspiran a tener su poder.



P. Edward Gibbon fue un historiador del siglo XVIII que escribió el libro más influyente sobre el fin de Roma, Historia de la decadencia y la caída del Imperio romano. En él decía, y ustedes le citan mucho, que este desmoronamiento se produjo en parte por razones económicas, como demasiados impuestos y la existencia de tierras improductivas, y en parte por razones morales: Gibbon creía que la élite se había vuelto complaciente y que, tras convertirse al cristianismo, había perdido las ganas de hacer la guerra, se había dejado corroer por los extranjeros y la inmigración. Aunque el libro de Gibbon tiene 250 años, muchos escritores siguen utilizando sus teorías para advertir de la caída de Estado Unidos y de Europa: también nosotros, dicen, nos hemos vuelto perezosos, el Estado es demasiado grande, no cultivamos los valores viriles… Pero ustedes sostienen, gracias a nuevos descubrimientos arqueológicos vinculados a la economía, que la teoría de Gibbon no se sostiene.

R (Heather). La comparación con Roma es útil porque tienes la perspectiva del tiempo. Por supuesto, hay diferencias relevantes entre el Imperio romano y el de Estados Unidos. El primero, para empezar, tenía una economía preindustrial, fundamentalmente agrícola, y sus comunicaciones eran muy lentas. Pero ya se puede ver en él un patrón de cómo funcionan los imperios: al principio, estos generan mucha riqueza para su centro, la ciudad de Roma en su tiempo o, en el nuestro, Washington. Sin embargo, en ese proceso, crean también riqueza en las provincias periféricas: en el Imperio romano fue el caso de Siria o algunas partes de África; en el estadounidense, Europa. Y generan, además, un importante enriquecimiento en zonas que, aunque no forman parte del Imperio, están sujetas económicamente a él, compiten con él e imitan muchos de sus rasgos administrativos o tecnológicos: en el pasado, fue el caso de Persia y, recientemente, por ejemplo, el de China. Eso, a largo plazo, tiene consecuencias políticas. Cuando se crea riqueza en un lugar, quienes la obtienen también quieren poder político. Y, con el tiempo, ese poder político acaba desafiando al poder imperial gracias al cual se enriqueció. Es un ciclo de vida imperial que se dio en Roma y que se está dando ahora en Washington.



"El poder va donde está el dinero. Y el dinero está cambiando de lugar. Ya hay países que son más dinámicos que EEUU y aspiran a su poder"



P. Ustedes desmienten la idea de que Roma cayó tras una larga decadencia. De hecho, dicen, en el momento inmediatamente previo a su caída, en el siglo V, era muy rica. Lo mismo, en cierto sentido, pasa con Estados Unidos: sigue siendo muy rico, pero ahora también empiezan a serlo sus rivales.

R (Rapley). Las caídas de los imperios no tienen que estar precedidas por un largo declive económico. En el siglo V, poco antes de su caída, el Imperio romano era muy rico, más que nunca, aunque la ciudad de Roma ya no lo fuera. En 1999, Bill Clinton anunció que Estados Unidos tenía por delante un futuro próspero y brillante, y era cierto: el país era más rico que nunca. Los imperios pueden entrar en declive o caer de manera repentina. Lo que pasa con el relato de Gibbon es que se trata de una historia moral: hay un héroe y un villano, los bárbaros, y el problema de Roma es que se dejó seducir por el villano. Por eso su imperio entró en decadencia y cayó. Mucha gente encuentra ese relato de Gibbon políticamente atractivo, porque parece una solución a sus problemas: si dejas de ser decadente, puedes restaurar tu imperio. Es lo que dicen algunos en Estados Unidos, que puedes volver a hacer que América sea grande otra vez; o en Reino Unido, con el Brexit, que puedes hacer que el país vuelva a tener ciertos rasgos imperiales. Pero eso es imposible. Por la simple razón de que las estructuras económicas han cambiado.



P. En parte, por el auge de países como China o India que, de acuerdo con su teoría, ahora que son relativamente ricas quieren enfrentarse al viejo imperio.

R (Heather). El poder de China no va a desaparecer, pero no será más dominante que el de Estados Unidos. Ni que el de la Unión Europea.

"Las caídas de los imperios no tienen que estar precedidas por un declive económico. Poco antes de su caída, el Imperio romano era muy rico"



P. ¿Entonces, cuál es esa periferia amenazadora?

R (Heather). El mundo va a cambiar mucho a medida que África se vuelve más próspera. Occidente tiende a pensar que esta es un caso perdido, un fracaso poscolonial. Pero se equivoca: ahí es donde están siete de las diez economías del mundo que crecen con mayor rapidez. Si los países occidentales quieren contener la expansión china tienen que dejar de pensar en preservar la vieja grandeza de Occidente y abrir lo que consideran el núcleo del imperio para incluir lugares como África. Esa es la periferia importante ahora mismo.

R (Rapley). Además, hay que olvidar el relato de Gibbon sobre la decadencia que genera la inmigración, que tanto gusta a muchos conservadores actuales. No entienden nada. Cada vez habrá menos migración procedente de África. La gente de los países africanos más dinámicos querrá quedarse en casa porque allí podrá prosperar más que si va a Europa, donde tiene que pagar alquileres elevados e impuestos desorbitados para mantener a una población jubilada. Si no tenemos cuidado lo vamos a lamentar, porque vamos a necesitar a esos emigrantes.



P. Su tesis, entonces, es ambigua. Como dicen, Roma estaba más o menos condenada a caer, con independencia de que sus élites fueran decadentes, porque al enriquecer a sus provincias y sus enemigos generó otro poder político. El poder imperial de Estados Unidos, dicen, está en declive, pero Washington no tiene por qué caer si cambia su mentalidad y se abre al mundo. ¿Son, entonces, deterministas o no?

R (Rapley). El Imperio estadounidense no tiene por qué caer. Si acepta su decadencia, y que necesita cambiar, podría tener un futuro brillante. Pero si intenta luchar contra esa decadencia con argumentos como los de Gibbon, con murallas que impidan la entrada de lo extranjero, cerrándose en una mentalidad nacionalista, entonces la caída es sin duda una posibilidad. De modo que, en cierto sentido, nuestra visión es determinista.

R (Heather). Lo que es indiscutible es que, tras siglos de esplendor, los centros imperiales originales, como Roma o Washington, se sumen en un declive relativo. Entonces tienen que negociar nuevos equilibrios de poder. Por razones complejas y en ocasiones azarosas, Roma no fue capaz de hacerlo y cayó. Estados Unidos podría evitarlo si es capaz de adaptarse, de alentar y favorecer el enriquecimiento del resto del mundo, en lugar de verlo como una amenaza. Y, desde luego, tiene que dejar de pensar que puede volver a ser grande de la manera en que lo fue en el siglo XX.




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