Un niño reza en la tumba de un pariente asesinado por serbios, en Recak.
Hace 27 años la limpieza étnica regresaba al patio trasero de una Europa que se creía vacunada. Ahora la Unión trata de evitar un renacimiento de la tensión nacionalista que atice el avispero.
Se trata de tapar vías de agua en el casco de la Unión para evitar el naufragio de las elecciones europeas. Desfondada por la maratón del Brexit y minada por el populismo, la UE mira ahora a uno de sus flancos más débiles, los Balcanes, la herida al costado de Europa que sigue en carne viva y en los últimos tiempos corre riesgo de infección.
Con la cumbre de Berlín, Merkel y Macron no aspiran a cerrarla -la ampliación está en punto muerto desde la crisis migratoria de 2015 y los socios balcánicos parecen condenados a la sala de espera-, sino a ponerle una venda. Al menos hasta el 26 de mayo.
¿QUÉ OBJETIVO SE HAN TRAZADO MACRON Y MERKEL?
Que Europa hable con una sola voz en la crisis enquistada hace años entre Serbia y Kosovo y que ha atizado el nacionalismo en la región. Y con él la memoria de la metralla de muertos surgida de la explosión de Yugoslavia y el parto de los seis estados que la guerra de los 90 acabó alumbrando: Eslovenia, Croacia, Bosnia, Serbia, Montenegro y Macedonia del Norte.La autoproclamada independencia de Kosovo -reconocida por un centenar de países, entre ellos EEUU y las grandes potencias europeas (España mantiene el veto)- creó de facto un séptimo. El trauma del regreso de la limpieza étnica al patio trasero de una Unión que se creía vacunada sigue vivo. La masacre de Srebrenica -que empedró con los cuerpos de 8.000 musulmanes la tierra de un enclave bosnio supuestamente protegido por cascos azules- se ha convertido en sinónimo de un horror que no se ciñe a latitudes subdesarrolladas. Hace sólo 27 años que la civilizada Europa volvía a sumergirse en el corazón de las tinieblas. Ahora trata de evitar un renacimiento de las tensiones étnicas que atice el avispero.
¿CUÁL ES EL ORIGEN DE LA CRISIS?
Kosovo exige que Serbia reconozca la independencia unilateral que proclamó en 2008. Belgrado se niega y sigue considerándolo una provincia. Y el Gobierno kosovar presiona donde duele,el bolsillo: el año pasado impuso a los productos serbios unos aranceles imposibles que enterraron el diálogo hasta ayer. La Unión pretende arbitrar un partido en el que Belgrado se juega la adhesión (una de las condiciones que Bruselas le puso en 2014 es que se reconcilie con su vecino del sur).
¿QUÉ PROPUESTAS HAY EN LA MESA?
La más polémica es el intercambio de tierras entre Serbia y Kosovo. Como en el Risk. Que la frontera serbia baje para proteger a los serbios atrapados por el enemigo kosovar, y la kosovar englobe a los albaneses que cayeron del otro lado.
El problema es que esto supondría el fracaso del espíritu de Dayton, los acuerdos que sellaron la paz en Bosnia sobre la premisa del Estado multiétnico. El presidente kosovar, Hashim Thaci, rechazaba ayer la solución del intercambio de tierra, pero se decía abierto a «corregir las fronteras». Alemania tampoco lo ve con buenos ojos, por el riesgo de que tocar esas fronteras resucite los demonios balcánicos. La jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, propone trabajar en una imprecisa «doble soberanía» que ampare territorios como iglesias y monasterios ortodoxos situados en Kosovo.
¿EUROPA SIGUE SIENDO UNA PRIORIDAD PARA LOS BALCANES?
Casi tres décadas después de la guerra la Unión ha perdido atractivo. Sólo la mitad de ciudadanos la contemplan hoy como ElDorado que iba a alfombrar de euros sus países. Los líderes balcánicos flaquean a la hora de emprender la reforma que exige Bruselas para abrirles una puerta que, a decir verdad, permanece cerrada. La Unión teme que la ampliación abra la compuerta de una marea migratoria que aliente a su vez la marea populista. Además la brújula balcánica marca otros rumbos. Rusia, China o Turquía aprovechan el vacío para ganar voluntades en la región a base de inyectar fondos sin exigir estándares europeos en materia de anticorrupción o libertades.
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