miércoles, 24 de abril de 2024

Tu cerebro es más grande que el de tus abuelos y eso tendrá consecuencias



Estudio del cerebro. 
(EPA/Andreas Gebert)



A los neurocientíficos les ha llamado la atención un estudio que desvela el incremento del volumen cerebral en las últimas décadas y creen que podría ser positivo




Los neurocientíficos dicen que el tamaño no importa. Uno de los mitos clásicos sobre el cerebro afirmaba que su volumen y la inteligencia estaban relacionados, una suposición que en realidad no tenía ninguna base empírica, pero que en el siglo XIX sirvió para justificar la supuesta superioridad del hombre sobre la mujer. Hoy en día, esa idea está completamente desechada y, además, vamos descubriendo que este órgano es mucho más moldeable de lo que podíamos suponer, también con respecto a sus medidas. Un estudio publicado recientemente en la revista JAMA Neurology lo deja claro.

Un grupo de investigadores, liderados por Charles DeCarli, neurólogo de la Universidad de California en Davis (EEUU), ha comprobado que las personas nacidas en la década de 1970 tienen un volumen cerebral un 6,6% mayor que las de la década de 1930, y una superficie cerebral casi un 15% más grande. La investigación incluye a más de 3.200 participantes que fueron sometidos a una resonancia magnética entre 1999 y 2019, teniendo en cuenta variables como el sexo y la edad de la persona en el momento de realizar la prueba. Los datos incluían el análisis de los volúmenes intracraneal, de materia gris cortical, de materia blanca y del hipocampo; así como del área y el espesor de la corteza cerebral.

Además de constatar que con el paso de las décadas nuestros cerebros aumentan de tamaño, los científicos sugieren una hipótesis muy interesante. Los casos de demencia están disminuyendo en EEUU y en Europa en estas últimas décadas —en torno a un 13% cada década desde los años 90, según los estudios— y una posible explicación podría estar, precisamente en este hallazgo: un mayor desarrollo del cerebro, con más conexiones neuronales, nos estaría protegiendo. Aunque esta idea aún no está comprobada, resulta muy esperanzadora.

La cuestión es cómo explicar ese aumento del volumen cerebral y las supuestas consecuencias. Por supuesto, nuestra especie no ha evolucionado biológicamente en un periodo tan corto de tiempo: nada diferencia a una persona nacida a comienzos del siglo XX de otra que llega al mundo en el XXI. Sin embargo, los autores creen que el cambio radical que moldea nuestro cerebro se produce, por motivos sociales, en la infancia y la juventud. Tenemos “influencias ambientales en la vida temprana”, apunta el artículo, que son muy distintas. En las últimas décadas ha mejorado la alimentación y la atención a la salud, pero, sobre todo, el acceso a la educación y la estimulación cognitiva que marcan de por vida cómo se configura nuestro cerebro.



placeholderResonancia magnética del cerebro. (iStock)
Resonancia magnética del cerebro. (iStock)

Del cambio social al cerebral

Algunas de las mejoras de la calidad de vida, especialmente las relacionadas con la nutrición, hacen que, en general, las generaciones actuales alcancen un mayor volumen en todo nuestro cuerpo. Por ejemplo, en España los hombres han ganado 14 centímetros de altura y las mujeres 12 en el último siglo. Sin embargo, “el cerebro no crece en proporción, las personas más altas no tienen el cerebro más grande”, aclara José Ángel Morales García, neurobiólogo de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), en declaraciones a El Confidencial. El estudio publicado en JAMA Neurology aprecia un incremento del tamaño cerebral “muy significativo”, opina, que debe tener explicaciones concretas. La influencia que pudiera tener la alimentación y la atención sanitaria no es tan importante para este órgano como la estimulación cognitiva.

El concepto clave es la “plasticidad”, término que los neurocientíficos utilizan para explicar que el cerebro crea nuevas estructuras y conexiones entre neuronas en función de las condiciones que se encuentra. Este mecanismo se mantiene toda la vida, pero en los primeros años es mucho más importante, porque es cuando se forma el cerebro, un proceso que va incluso más allá de los 20 años. Por eso, el papel de la educación y de las actividades intelectuales es determinante: “Si necesitamos más conexiones para hacer una determinada tarea, como tocar un instrumento o hablar un idioma, el cerebro las proporciona”, comenta el experto.

Así, la generalización de la enseñanza, sin duda, “ha favorecido” el incremento medio del tamaño de este órgano. Aunque, insiste Morales García, no es una cuestión estrictamente de volumen, sino de que “el tejido nervioso y las conexiones se tienen que organizar”. Durante la infancia y los primeros años de la adolescencia es cuando nuestro cerebro es más plástico y se puede adaptar mejor, respondiendo a la exigencia de realizar tareas cognitivas. No obstante, antes de abandonar la adolescencia llega la llamada “poda sináptica”, es decir, “que vas eliminando sinapsis, conexiones que has establecido y no se van a utilizar”. En definitiva, una mayor estimulación requiere “más vías cerebrales que den respuesta a las tareas”.

Por lo tanto, el cambio no responde a una evolución biológica, coincide David Pérez Martínez, jefe del Servicio de Neurología del Hospital La Luz. “Ni ha pasado el tiempo necesario ni hay ninguna presión evolutiva para que eso se produzca, sino que la calidad de vida de la sociedad occidental ha ido mejorando y, en especial, el papel crucial que tiene el neurodesarrollo de los cero a los 18 años es clave para el volumen cerebral". En ese sentido, hay que tener en cuenta que "hasta los años 40 o 50, la mayoría de la población dejaba el colegio muy temprano”, apunta.


placeholderCerebro. (Pexels)
Cerebro. (Pexels)


¿Significa esto que somos más inteligentes que nuestros antepasados? No podemos ir tan lejos. “Tener más capacidades no es lo mismo que ser más listos”, apunta el investigador de la UCM, porque la inteligencia es “un constructo que depende de muchos factores”. Así que no somos más inteligentes que hace unas décadas, pero, probablemente, haber establecido más conexiones neuronales desde los primeros años de vida nos facilita las cosas a la hora de “aprender cosas nuevas o responder a determinadas situaciones”, destaca.


El efecto en la demencia

En cambio, ¿supone que estamos más protegidos frente a enfermedades como el alzhéimer de lo que estaban las generaciones anteriores? El estudio publicado por JAMA Neurology analiza el aumento del volumen cerebral en regiones clave, como la sustancia gris cortical o la sustancia blanca, que implica, precisamente, a las neuronas y sus conexiones. Sin embargo, “a mí, lo que me ha resultado más llamativo es el incremento del volumen del hipocampo, que está relacionado con las emociones y sobre todo, con la memoria”, apunta Morales García. Si tenemos “mayor capacidad memorística”, podríamos ser más fuertes frente a las demencias.

En el alzhéimer se produce una reducción de la sustancia gris que desencadena los síntomas más conocidos, como la pérdida de memoria. Por eso, existe una hipótesis según la cual, si nuestro volumen es mayor, tendremos una mayor reserva cerebral, algo que parece avalado por este artículo. Esto quiere decir que estaríamos más preparados, de manera que la demencia podría llegar más tarde, no llegar o ser más leve. Dicho de otra manera: “Si tienes más comida en la despensa, tardarás más en pasar hambre”.

En opinión de Pérez Martínez, “esto no significa que vaya a haber menos casos de demencia, porque el factor fundamental para que aparezca es el envejecimiento”. La esperanza de vida tiende a aumentar a mayor velocidad que la disminución de la incidencia que se viene registrando, así que en cifras totales “el número de pacientes sigue creciendo en España, en Europa y en EEUU”, advierte. Sin embargo, las diferencias van a ser notables entre los países avanzados y con una educación consolidada frente a los que no gozan de esa posición. Un estudio publicado en The Lancet en 2022 estimaba que, frente al crecimiento moderado en el mundo occidental, el número de pacientes en África o Asia podría crecer de forma dramática, entre un 300% y un 500%.

Los estudios epidemiológicos ya han adelantado en los últimos tiempos que la clave para la prevención del alzhéimer es el acceso a la educación. Ahora sabemos, además, que “puede ser un factor de reserva cognitiva” y “creemos que entre un 40% y un 50% de los casos son prevenibles”, señala el neurólogo. Esa prevención comienza en la infancia con el acceso a la enseñanza y sigue en el adulto con la dieta y el ejercicio, entre otros factores. Por el momento, la hipótesis de la importancia del volumen cerebral aún está por confirmar, pero los expertos comienzan a vislumbrar una feliz coincidencia que da bastante esperanza frente a enfermedades que aún no acabamos de entender del todo y para las que no tenemos cura. “Por un lado, vivimos más gracias a una mejor alimentación y una medicina mejor desarrollada, pero el precio que tenemos que pagar son las enfermedades neurodegenerativas; pero me encantaría pensar que esto se compensa con un aumento del volumen cerebral que contrarresta los casos de demencia”, señala el científico de la UCM.