Una operaria de Amazon trabaja en un centro logístico de Amazon.
(Reuters/Gustavo Graf)
Mientras el mundo mira el efecto que cosas como ChatGPT pueden tener en el empleo, el gigante del comercio electrónico también lo utiliza para gestionar el embalaje de nuestros envíos y ahorrarse millones de euros
La escena igual les resulta familiar. Piden por Amazon algo relativamente pequeño como una tarjeta SD para su cámara fotográfica o unos auriculares inalámbricos y al día siguiente se planta un mensajero con un sobre en el que pueda entrar la última novela de Juan Gómez Jurado o una caja del tamaño de una de zapatillas con nuestra compra en el interior y rellena de papeles para ocupar el vacío y que el o los productos no se pasen todo el viaje bailando de un lado para otro y lleguen con posibles desperfectos.
Con más de 400 millones de servicios cada 24 horas, la multinacional del comercio electrónico hace tiempo que se dio cuenta de que esto no era sostenible. No lo era por el impacto medioambiental en el que ese volumen podría acabar traduciéndose, pero tampoco lo era para sus cuentas.
El tamaño de los paquetes influye directamente en el gasto de materias pero también en los gastos logísticos para llevarlos a casa del usuario. Y hay que recordar que el del comercio electrónico no es para Amazon el negocio que más margen le deja en la caja, así que cualquier cosa que pueda ser más eficiente financieramente hablando es susceptible de cambiar.
Por estas dos razones, la compañía hace tiempo que puso en marcha un plan para reducir su gigantesco consumo de papel y cartón. Aseguran que en siete años han reducido el 41% del peso medio de los paquetes y que han evitado dos toneladas de residuos. Estas cifras hay que tomarlas de forma orientativa, porque la compañía no revela qué cantidad gasta.
Un plan que ahora puede recibir la hormona del crecimiento gracias a la palabra de moda: inteligencia artificial. Y es que la compañía de Seattle ha presentado una nueva generación de robots desarrollados por ellos mismos con los que pretenden reducir el embalaje de sus envíos e incluso hacer que desaparezca.
¿Tiene sentido meter en una caja de cartón más grande una caja rectangular que en su interior tiene una gamuza para limpiar el polvo? Probablemente no y por eso la multinacional del comercio electrónico empezó hace unos años a enviar los productos a ‘pelo’ en el envase original del fabricante.
Millones de productos enviados a 'pelo'
Es probable que algunos de los que estén leyendo estas líneas ya hayan recibido alguno porque el programa lleva ya un tiempo en marcha. Según ha explicado la propia compañía, en los últimos cinco años, 700 millones de objetos han sido enviados a consumidores europeos de esta forma. También genera dudas sobre cómo decide la compañía qué productos sí necesitan embalaje extra y cuál no, qué ocurre cuando llueve o nieva o por qué el mensajero que me trae el paquete a casa tiene que saber qué está entregando en cada casa.
“Nuestro objetivo final es que el producto llegue como el cliente quiere a su casa”, ha afirmado Pat Linder, vicepresidente de Mecatrónica y embalaje sostenible de Amazon, en conversación con este periódico y otros medios españoles. Explica que utilizan cientos de referencias para alimentar un modelo de inteligencia artificial que permita determinar qué embalaje es mejor en cada momento y qué productos pueden ir agrupados en un mismo paquete sin que resulten dañados.
“Lo usamos con mucha precaución y comprobamos el resultado constantemente. Si pasamos cierto producto de una caja a una bolsa y el cliente nos dice que llega en mal estado lo devolvemos a la caja”, añade, a la par que añade que estudian minuciosamente cualquiera de estos cambios. El directivo cuenta que sus modelos de IA y aprendizaje automático se alimentan con el feedback que suelen transmitir sus clientes sobre si ha ido bien la compra y cómo se ha recibido. “Investigamos si el descontento se debe por una entrega tardía o en mal estado y esos datos se utilizan para alimentar el sistema”. Pero en otras ocasiones esta información la encuentran por otras vías. “En alguna ocasión, por ejemplo, hemos visto en redes sociales que los coleccionistas hablaban de que nosotros no teníamos identificado un producto como un objeto de coleccionismo. Eso te obliga a cambiar la categoría, porque son personas que quieren que el embalaje del producto llegue perfectamente”.
“El cliente tiene en último lugar la opción de decidir si quiere que vaya con embalaje extra, porque es difícil acercarse a la experiencia personal que quiere cada usuario”, contesta cuando se le pregunta por el asunto de la privacidad de la compra. Linder explica que se hace una auditoría y una selección de los productos elegibles para enviarse con el paquete original y se excluyen aquellos que se consideran sensibles.
Esta idea de mandar desnudos los productos también tiene sus límites. Funcionaba muy bien con paquetes de formas regulares y de cierto tamaño con espacio suficiente para pegar las reconocibles pegatinas que utiliza la compañía para incluir nuestros datos y dirección así como una serie de códigos internos para que la compra llegue a buen puerto. Pero cuando el envase era demasiado pequeño o tenía una forma irregular, todo se complicaba. Los sistemas automáticos no pueden gestionarlo y hacerlo manualmente no es algo que contemplase la multinacional, obsesionada por el control de los tiempos para lograr así cumplir su promesa de envíos en solo unas horas o un día, la piedra angular de su programa Prime. La solución entonces era la de recurrir a cajas o sobres de cartón, precisamente lo que se quiere evitar.
Pero Amazon parece haber encontrado ya la solución a este problema con su último invento. Un “robot etiquetador universal” que es capaz de identificar en unos pocos segundos la forma, el tamaño del envase y su posición en la cinta transportadora para crear una pegatina a medida y fijarla en un abrir y cerrar de ojos gracias a un brazo mecanizado. Todo ello gracias a la visión por ordenador, entrenamiento de un modelo de inteligencia artificial así como técnicas de aprendizaje profundo.
Este desarrollo se ha llevado a cabo en el laboratorio de innovación que la compañía tiene en la localidad de Vercelli, al norte de Italia.
Solo hay tres centros de este tipo en todo el mundo. Los otros dos se encuentran cerca de Boston y en Seattle, cuna original de la compañía. Los responsables de la criatura explican que aún se encuentra en fase beta, a falta de redondear para poder empezar a incorporarlo en sus centros logísticos.
A pesar de ser un prototipo, sus capacidades sorprenden. Los envases se depositan en una cinta transportadora y a continuación entran en un primer módulo donde se identifican. El sistema emite un flash para iluminar la escena y que no haya errores porque no tenga la suficiente información. El producto no se detiene en ningún momento y solo unos segundos más tarde un brazo coge la pegatina que corresponde y la estampa contra la superficie con una delicadeza y rapidez que llama la atención. Por poder etiquetar, pueden etiquetar hasta un paquete de chocolatinas.
Máquinas viejas para nuevos fines
“Los clientes nos reconocen por nuestras famosas cajas, pero ya la mitad de pedidos en Europa no las utilizan”, admite Linder, que menciona sobres o embalajes ligeros como alternativas a este recurso. Unos sobres que todavía pueden ceñirse y empequeñecerse más con otra de las herramientas que han gestado en centros como el de la localidad italiana.
En este caso no es una máquina de última generación, sino que son equipos que se utilizan para los embalajes de plástico y que quedaron en desuso y apartados cuando la compañía decidió alejarse de estos materiales en la medida de lo posible, de la misma forma que ahora hace con el cartón.
Lo que han hecho los ingenieros de Amazon ha sido adaptar y que puedan ser utilizadas con rodillos de papel. Antes de colocar el artículo, el operario tiene que escanearlo en un lector de código de barras para que la máquina tenga claro qué es lo que va a envolver, sus medidas y qué volumen material necesita. En unos segundos se corta el papel y se hace el termosellado, creando una bolsa mucho más ajustada. El sistema, aseguran, les permite ahorrar más de veinte gramos de papel de media por envase.
“Cuando enviamos todo esto en su propio embalaje o en embalajes ligeros y ajustados podemos, por ejemplo, acomodar y juntar muchos más paquetes en un camión o en un vehículo, reduciendo el peso que tiene que mover”, responde Linder cuando se le pide que se salga del argumento de la sostenibilidad y hable de otros beneficios para Amazon de reducir el material de embalaje. ¿Una estimación de cuánto ahorro les puede suponer? Agua. No puede compartir ese dato. ¿El límite de lo pequeño o ligero que puede ser un paquete? “No nos ponemos límites”, contesta. “Eso lo pondrá el cliente y su experiencia”.