viernes, 13 de septiembre de 2013

Las tareas pendientes tras la crisis

 
 
 
Cuando han transcurrido cinco años desde el inicio de la crisis financiera global, una importante pregunta pendiente es: ¿Hemos hecho lo suficiente para reducir el riesgo de que la próxima crisis —porque seguro que la habrá— sea igual de devastadora?
La respuesta corta es no, aunque hemos progresado. He aquí unas cuantas observaciones:
 
Los bancos estadounidenses se han fortalecido
La crisis dejó en evidencia que los bancos no tenían suficiente capital. En otras palabras, dependían demasiado del endeudamiento, especialmente a corto plazo. Cuando el grifo se cerró, su existencia se vio amenazada.
 
Los bancos estadounidenses se han visto inducidos —en algunos casos, incluso obligados— a recaudar más capital. Según una medida ampliamente utilizada, a finales de 2008, las 18 mayores entidades del país contaban con capital de alta calidad equivalente a 5,8% de sus activos; a finales del año pasado, la cifra había subido a 11,3%. Eso les da un amortiguador más grande para absorber otro golpe y, probablemente, los vuelve un poco más reacios a asumir grandes riesgos, para bien o para mal.
Los estándares de capital inicial negociados globalmente en Basilea, Suiza, son extraordinariamente complicados y dependen de la evaluación de los bancos de sus propios riesgos. El renacimiento de la "relación de apalancamiento", un indicador más directo, y las repetidas "pruebas de resistencia" de los reguladores (para medir hasta qué punto un banco puede soportar una tormenta financiera) desalentará los juegos. Sin embargo, limitar la dependencia de los bancos del endeudamiento a corto plazo mayorista sigue estando en la lista de tareas pendientes.
 
El problema de las entidades "demasiado grandes para quebrar"
Los mayores bancos son de hecho más grandes y, si bien esto da pie a un debate encendido, los inversionistas los siguen tratando como si dieran por hecho que el gobierno los respaldará si se meten en problemas.
 
Sin embargo, las nuevas normas de capital y un escrutinio regulatorio más estricto puede ser una carga tan onerosa que impida que los bancos crezcan mucho, e incluso podrían causar un repliegue.
El Congreso de EE.UU. otorgó a los reguladores las facultades que no tenían en 2008 para intervenir y desmantelar una gran institución financiera. Eso es una ventaja, pero no sabremos hasta que se ponga a prueba si el nuevo sistema puede manejar el colapso de un banco importante y muy interconectado con el resto del mundo financiero.
 
Hay más regulación, pero ¿será mejor?
"Los banqueros", dice Wayne Byres, secretario general del Comité de Supervisión Bancaria de Basilea, "están hasta cierto punto desanimados, y se quejan de las brechas e inconsistencias mientras que los reguladores se están concentrando en el progreso sólido y constante que se ha hecho".
Juzgar la calidad de la regulación actual depende de las metas que uno se imponga. La senadora demócrata Elizabeth Warren recordó recientemente con afecto la época dorada cuando "hacíamos que los bancos fueran aburridos y poníamos a policías de verdad en Wall Street". Ella espera retomar ese rumbo.
Kevin Warsh, un ex gobernador de la Reserva Federal, teme que Estados Unidos ya haya avanzado demasiado por ese camino y advierte que los bancos se parecen cada vez más a entidades públicas "que tratan de atender los deseos de su gobierno y sus supervisores". Añade que la reticencia resultante a conceder préstamos e innovar perjudica la economía.
Una desventaja incuestionable de la ley Dodd-Frank de 2010 es que no redujo el número de agencias reguladoras, por lo que el ritmo de redacción de legislación es extremadamente lento, lo que frustra por igual a bancos, consumidores y a Jack Lew, el secretario del Tesoro que está intentando que se aprueben.
 
La vivienda es el gran tema pendiente
Tras la explosión de la burbuja inmobiliaria y todo lo que pasó a continuación, el gobierno de EE.UU. básicamente asumió el control del negocio hipotecario. Independientemente de quién concede los créditos, la mayoría acaban en manos de Fannie Mae, Freddie Mac o la Administración Federal de Vivienda de EE.UU.
Eso no está mal, por ahora. Pero pone a los contribuyentes (nuevamente) en riesgo si algo sale mal e impide el funcionamiento normal del mercado en un enorme sector de la economía del país. Pero si redactar las normas para la ley Dodd-Frank ha sido frustrantemente lento, privatizar el mercado hipotecario y definir el papel adecuado para Fannie y Freddie ha sido aún peor. Parece que los engranajes empiezan a moverse un poco, pero hay un atasco en el Congreso estadounidense para casi todo estos días.
 
Y por último, la economía
Es fácil imaginar cómo las semillas de la crisis de mañana se están plantando hoy.
Las bajas tasas de interés —una consecuencia de la persistente fragilidad de la economía—alientan a los inversionistas, grandes y pequeños, a asumir más riesgos para conseguir retornos más altos, sin siempre entender estos riesgos.
La tentación sería menor si los intereses estuvieran en un nivel más cercano a la normalidad, pero eso sucederá sólo si los pronósticos para la economía estadounidense mejoran.
La ansiedad en torno al panorama económico, así como a las políticas fiscal y monetaria, y la incapacidad de Washington para llegar a un acuerdo para cualquier cosa que se parezca remotamente a una estrategia para fomentar el crecimiento anima a los insensatos a ser demasiado osados y a los cautelosos a ser demasiado precavidos.
 
 
Por DAVID WESSEL   September 12, 2013, 12:02 a.m. ET

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