La manera en que entendemos nuestro pasado y nuestro presente afecta también a nuestro futuro
Tradicionalmente, la psicología ha tratado de resolver nuestros problemas del pasado para que alcancemos la felicidad en el presente. Pero, ¿qué hay de nuestro futuro? Uno de los más reputados psicólogos del mundo, el profesor emérito de la Universidad de Stanford, Philip Zimbardo, se propuso crear un nuevo tipo de terapia que abarca en conjunto nuestras tres perspectivas temporales. En su opinión, sólo trabajando sobre nuestro pasado, presente y futuro se puede alcanzar una felicidad completa.
Zimbardo, que se dio a conocer en el mundo de la psicología por conducir la famosa investigación de la cárcel de Stanford en el que se basó la película alemana El experimento, ha estado trabajando entre 2004 y 2012 con un grupo de 32 veteranos de guerra con estrés postraumático con los que ninguna otra terapia había funcionado. Gracias a su Terapia de la Perspectiva Temporal la totalidad de los excombatientes lograron que su ansiedad, su depresión y su estrés disminuyeran de forma muy significativa.
En su libro La paradoja del tiempo (Paidós, 2009), Zimbardo ofrece las tres claves de su terapia, en forma de paradojas:
1. El tiempo es una de las fuerzas que más poderosamente influye en nuestros pensamientos, emociones y acciones, pero, por lo general, no tenemos constancia del efecto que tiene en nuestras vidas.
2. Cada actitud específica respecto al tiempo –o la perspectiva temporal– está asociada con numerosos beneficios pero, en exceso, aparece asociada también a grandes costes.
3. Las actitudes individuales respecto al tiempo las aprendemos a través de nuestra experiencia temporal, pero las actitudes colectivas respecto a éste condicionan los destinos de cada pueblo.
Regreso al futuro en busca de la felicidad
Nuestra perspectiva temporal, asegura Zimbardo, está influenciada por muchos aspectos, incluida nuestra familia, la cultura, la religión, la educación y todo lo que nos ocurre a lo largo de la vida. Como norma general, de pequeños tenemos una mayor tendencia al hedonismo, es decir, a obtener lo que queremos cuando queremos. A medida que nos hacemos mayores, nuestra perspectiva cambia, y empezamos a hacer planes de futuro. Pero, ni todos los niños son tan hedonistas, ni todos los adultos tan planificadores.
En los años 60 el psicólogo Walter Mischel, actualmente docente de la Universidad de Columbia, elaboró un rompedor estudio para medir la habilidad de los niños pequeños a la hora de resistir la tentación con miras a lograr una recompensa futura. Los investigadores ofrecieron una golosina a un grupo de niños, explicándoles que podían comérsela cuando quisiera pero, si aguantaban entre 10 y 15 minutos sin cogerla, recibirían otra más de regalo. Alrededor de la mitad de los niños se comieron la golosina de inmediato, el resto esperaron para obtener las dos.
Mischel estudió posteriormente la evolución vital de todos los niños. Aquellos que habían resistido y habían esperado para obtener dos golosinas, obtuvieron mejores calificaciones en el colegio, en la selectividad y tuvieron familias más felices. Aquellos que se comieron la golosina en cuanto pudieron desarrollaron mayores problemas emocionales.
Para Zimbardo este experimento muestra a las claras que nuestra perspectiva temporal tiene una importancia vital en nuestro bienestar. Además, cómo asegura el psicólogo, la manera en que entendemos nuestro pasado y nuestro presente afecta también a nuestro futuro. Lo peor que le puede ocurrir a una persona es que se junte un pasado que ve de forma negativa, y un presente poco esperanzador. “Esta gente vive instalada en un pasado negativo y piensa que no puede hacer nada para cambiarlo”, explica Zimbardo. El futuro, por tanto, tampoco es visto de forma positiva. Este cuadro es muy habitual en personas con depresión y síndromes de estrés post-traumático.
Las claves para poner en hora el reloj de la vida
No sólo las personas con graves trastornos pueden beneficiarse de las herramientas propuestas por Zimbardo. Todos podemos, con trabajo y esfuerzo, cambiar nuestra perspectiva temporal. Para ello debemos ser conscientes de cómo vemos nuestro futuro, cómo vivimos nuestro pasado y qué esperamos de nuestro futuro. Y cada perspectiva requiere sus propias herramientas.
Ama tu pasado
El pasado se puede entender de dos formas: en positivo –amas tu pasado– y en negativo –te arrepientes de ciertos aspectos y tienes malos recuerdos–. Como es lógico, todos podemos tener recuerdos positivos y negativos, el problema llega cuando lo malo supera a lo bueno, y vemos el pasado como un tiempo miserable y doloroso que no queremos evocar.
Una persona puede mejorar la forma en que recuerda el pasado si se centra en rememorar los aspectos positivos de éste. Crear álbumes de fotos, escribir cartas de gratitud a las personas que te han ayudado a lo largo de la vida o elaborar un diario con la historia de tu familia, pueden ser un buen comienzo para redescubrir los aspectos positivos del pasado.
Por otro lado, debemos trabajar para olvidar los asuntos negativos. Para ello el único remedio es centrarse en el presente. “Debemos pensar en los aspectos buenos de nuestra vida actual y olvidar lo que fue malo en el pasado”, asegura Zimbardo.
Disfruta de tu presente
Nuestro ahora también puede ser vivido de dos formas: con hedonismo –disfrutas con intensidad del presente– o con fatalismo –piensas que todo lo que te rodea está fuera de control y esperas que las cosas pasen sin más–. Zimbardo invita a todas las personas a incrementar su hedonismo presente realizando actividades que mejoren nuestro humor y nos hagan disfrutar, ya sea hacer deporte, buscar un hobby o viajar. Todos tenemos que trabajar, pero no podemos permitir que nuestra vida se limite al desarrollo de nuestra profesión.
Piensa en tu futuro
Aunque la cultura posmoderna ha popularizado el fatalismo respecto al futuro –es difícil resistirse al No Future que cantaban los Sex Pistols– lo cierto es que nuestra perspectiva natural respecto a éste, por muy mal que nos vaya, no suele ser tan negativa. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, y Zimbardo cree que el refrán está en lo cierto. En su opinión existen dos tipos de actitudes frente al futuro: hay personas que orientan su futuro hacia la consecución de un fin –tienen un plan, y valoran los costes y beneficios de cada decisión vital con respecto a la consecución de su objetivo– y hay personas, religiosas, cuya visión del futuro es trascendental –tu vida siempre es buena porque está orientada hacia un futuro prometedor en el más allá–.
Para los que no encuentran consuelo en la religión, la perspectiva de futuro, asegura Zimbardo, puede mejorar planificando acciones que nos ilusionen. En opinión del psicólogo, un calendario en el que marquemos todos los eventos y viajes de los que esperamos disfrutar nos hará vivir con mayor ilusión el presente. El voluntariado puede ser también una buena herramienta para que mejore nuestra perspectiva pues nos hace ver cómo nuestras acciones tienen un impacto positivo en los demás.
Miguel Ayuso 31/08/2013 (06:00)
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