¿Que los pudines de leche te causan revulsión? ¿El brócoli, el
hígado o el queso ofenden tu paladar? No estás solo.
La crítica gastronómica Stephanie Lucianovic ha sufrido de más aversión a la
comida que la mayoría de la gente. "Ser quisquilloso no es una opción; es una
verdadera desdicha".
"Repulsión seguida del deseo de vomitar". Esa era su reacción cuando
intentaba consumir ciertos alimentos que detestaba. En la actualidad éstos
incluyen pasas, bananas y vísceras.
David Jackson, del centro de investigación sobre alimentos Leatherhead, no le
gustaban las aceitunas cuando era chico.
"Son muy amargas y astringentes", dice. "Recuerdo que las odiaba".
"Pero lo que pasó probablemente es que cuando llegas a cierta edad, quieres
parecer más sofisticado y hay una cierta motivación para seguir comiéndolas, aún
cuando no te gustan".
"A casi a todo el mundo no le gustan ciertos alimentos", dice la doctora Emma
Uprichard, de la Universidad de Warwick.
Razones biológicas y sociales
Las razones biológicas por las que la gente rechaza ciertos alimentos han
sido ampliamente estudiadas, pero las sociales son menos claras.
"Es difícil saber por qué se superan las aversiones a la comida, pero es
claro que mucha gente comienza a ser menos quisquillosa a medida que pasan los
años", señala Paul Chappell, del departamento de sociología de la Universidad de
York, en el Reino Unido.
"Ser caprichoso está asociado a la niñez: la gente espera que los niños
rechacen una gran cantidad de alimentos".
"No es lo mismo para los adultos; ser quisquilloso no es socialmente
aceptable, y rechazar alimentos porque no te gustan puede provocar situaciones
embarazosas".
Stephanie Lucianovic, quien publicó un libro sobre la vida de un adulto
quisquilloso, señaló que estos son estigmatizados.
"Es principalmente por que los demás piensan que es una opción, que lo están
haciendo por molestar y no les importa incomodar a los otros".
Como quisquillosa que es, aprendió a comer ciertos alimentos combinándolos
con sabores que le gustan.
Ahora los muy odiados brócoli, coles de bruselas y melocotones han pasado a
ser delicias en su plato, le contó a la BBC.
Genes y evolución
Las razones por las que la gente prefiere algunos alimentos son más claras.
Los científicos han investigado las diferencias genéticas y han agrupado a
las personas en tres grupos: los "degustadores", los "superdegustadores" y los
"degustadores regulares".
Los superdegustadores suelen tener una mayor correlación con los genes que
codifican los receptores de las papilas gustativas, que son las encargadas de
identificar los componentes armagos.
Y por eso tienen una fuerte aversión a alimentos amargos como las coles de
bruselas o el brócoli.
El olfato también influye mucho.
"Pongamos por ejemplo el queso... cuando el queso envejece o si se le pone
algún hongo para hacerlo madurar, se degradan los aminoácidos en las proteínas
de la leche y se produce el mal olor", explica David Jackson.
"Y como la gente es sensible a malos olores, hay más aversiones en torno a
esto".
Desde el punto de vista de la evolución, hay razones para esta reacción a
alimentos amargos y que contienen sulfuro.
"Los cazadores y recolectores dependían del sentido del olfato. El olor a
sulfuro indicaba presencia de bacteria en alimentos. Comerlos podía
enfermarlos", explica Jackson.
Igualmente, la evolución puede explicar de las aversiones innatas a los
sabores amargos.
Algunas plantas no comestibles son amargas y quienes detectaban esta
asociación tenían más posibilidades de sobrevivir.
Cómo superar las aversiones
Muchos simplemente superan sus aversiones, pero ¿que tal si esto no
sucede?
Las motivaciones para superarlas, varían. Puede ser por presiones sociales,
parecer más "sofisticado", o tener hábitos más saludables.
En todo caso, la mejor manera de lograrlo es comiendo más esos alimentos.
Mientras más los coma, más le gustarán y el rechazo irá disminuyendo.
Cuando se prueba cerveza o vino primera vez, con frecuencia la reacción es
"esto es desagradable, es muy amargo", dice Jackson.
"Pero si continúas probándolo por un espacio de tiempo, superas esa aversión
y se convierte en una experiencia que disfrutas".
No molesten a los niños
Los niños, más que los adultos, tienen una cautela natural en torno a los
alimentos.
Para Uprichard, es hora de que los padres dejen de presionar a sus hijos para
que coman alimentos más saludables.
Admite que tiene que ser cuidadosa con los resultados de su estudio, no
obstante indica que "al parecer, muchos adultos tienen recuerdos de comida que
odiaban cuando eran niños y eso no les dejó ninguna herida al crecer".
"Una de las preguntas que hacemos es si quizás podríamos relajar un poco las
políticas respecto a la alimentación de los niños, pues es tan emocionalmente
laborioso para los padres obligar a los hijos a comer las comidas
indicadas".
"Eso ayudaría un poco a que los padres no se sintieran tan culpables al
respecto todo el tiempo".
Michelle Warwicker BBC 29/09/2013
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