Las personas asexuales no deciden deliberadamente obviar el sexo: simplemente, no sienten el impulso de relacionarse en ese plano con otras personas. Los japoneses son los más radicales
En un mundo en que los tabús no existen y en que en todas partes se alude a las relaciones sexuales (desde los anuncios hasta las series de televisión) quedan aún reductos de castidad. La reivindicación del derecho a no practicar sexo viene precisamente por ese bombardeo sexual al que estamos sometidos, y también por la concepción moderna que prima en algunos ambientes de que quien más liga, más éxito social tiene. Siempre fue así en los hombres, que eran unos campeones cuando iban de flor en flor y, poco a poco, las mujeres han dejado de ser calificadas como féminas de moral distraída, y también se anotan un tanto cuando se despiertan en cama ajena. Parece que en la sociedad moderna, como ser guapo, delgado, autónomo y exitoso en el trabajo, es requisito indispensable tener una vida sexual activa y satisfactoria.
Por ello, y cada vez más, diferentes personas o reductos de la sociedad declaran su derecho a no practicar sexo con asiduidad, o a no practicarlo en absoluto: ni es obligatorio, ni es necesario para su autoestima, ni se sienten con ganas de hacerlo, dicen. Es el caso de la francesa que pasó más de diez años sin hacer el amor, que se relataba recientemente en El Confidencial. Entre los 27 y los 39 años, Sophie Fontanel durmió sola todas las noches y no mantuvo relación sexual alguna. “No tuve sexo. Y no era infeliz. Ni estaba frustrada. De hecho, me parecía que no hacer el amor era preferible a tener relaciones decepcionantes”. Fontanel, editora de la edición francesa de la revista Elle, lo contó todo en un libro, The Art of Sleeping Alone: Why One French Woman Suddenly Gave Up Sex (Scribner). Pero no es la única.
Cada vez son más los libros, artículos y documentales que versan sobre el fenómeno de vivir sin sexo, el derecho a hacerlo y el hecho de que no tiene por qué suponer infelicidad o decepción alguna.
La asexualidad, cada vez más visible
Tal es el caso de David Jay, uno de los asexuales más famosos de Estados Unidos, creador de la Asexual Visibility and Education Network (AVEN), una comunidad online dedicada a informar y concienciar acerca de los asexuales y ocupada en apoyar a la gente que se identifica como tal. La página fue un éxito total.
Jay la ideó en 2001, cuando sólo contaba con 18 años, y es que su marginación por asexual la sintió desde muy pequeño. Cuando cursaba la secundaria, todos los compañeros de Jay comenzaron a hablar de lo único que ocupaba sus mentes: el sexo. De las chicas que les gustaban, las actrices que les atraían… Eran pequeños, pero el impulso sexual de atracción por el sexo opuesto (o, quizás, el mismo) nacía y se expresaba constantemente.
“Simplemente no lo entendía”, afirma Jay. “No tenía un punto de referencia para entender lo que les estaba pasando. Y eso es verdaderamente aterrador, porque todo el mundo asume que eso debería estar pasándote a ti también. La sexualidad es de gran importancia para casi todos, desde la secundaria en adelante. Es una parte verdaderamente central de las vidas de la gente”.
Pero no era así para Jay, cuya página web comienza con una frase que dice: “Una persona asexual es una persona que no experimenta atracción sexual”.
A diferencia de Fontanel, las personas asexuales no deciden deliberadamente obviar el sexo: simplemente, no sienten el impulso de relacionarse en ese plano con otras personas. Puede que estén en una relación de pareja o no, algunos son extrovertidos y otros tímidos, algunos practican sexo porque su pareja se lo reclama y otros no lo practican. Algunos de ellos consideran que el sexo es asqueroso, a otros simplemente les es indiferente.
Marc Carrigan, investigador en la University of Warwick, en Reino Unido, ha opinado en The Atlantic que “tiene que haber algo acerca de la experiencia [de los asexuales] que les haya llevado a hablar de ello”. Ese algo es un sentido, no ya de la diferencia, sino del defecto. “Durante un par de años asumí que era incompleto”, dice Jay. Ese sentimiento, según Carrigan, va más allá de una neurosis individual, y muestra claramente lo profundamente incrustada que está “la asunción sexual” en nuestra sociedad: “La idea de que todo el mundo siente atracción sexual, de que ésta es una fuerza poderosa que está dentro de nosotros y de que todo el mundo la experimenta”. Explica Carrigan.
El imperio de los ‘sinsexo’: el radical caso nipón
El imperio de los ‘sinsexo’ es un documental que emitió Televisión Española, producido por KAMI Productions y France Télévisions, y que describe la problemática relación de los japoneses con el sexo, mucho más extrema y nociva que las opciones señaladas anteriormente. A diferencia de los casos anteriores, los japoneses no parecen encontrarse plenamente a gusto, en algunas ocasiones, con su modo de lidiar con la sexualidad.
Da qué pensar la paradoja de que Japón cuenta con una floreciente industria del sexo que le supone al país el 1% del PIB (20.000 millones de euros) y, sin embargo, los japoneses ostentan el récord mundial de abstinencia sexual. Casi un tercio de la isla no hace el amor, y los que todavía lo practican lo hacen con la frecuencia más baja del planeta. La tasa de natalidad ocupa el último puesto en el ranking mundial.
El problema es que, por lo que parece, los propios japoneses no están muy a gusto con la situación. Todos esos motivos han llevado al gobierno de Japón a editar una guía con el fin de que los hombres y las mujeres se comuniquen mejor y vuelvan a mantener relaciones sexuales, frenando así el descenso de la natalidad.
En el caso de Japón es difícil explicar el origen de esta abstinencia sexual. Mayumi Futamatsu es sexóloga y ha visto pasar por su consulta a muchísimas mujeres que se sienten abandonadas por sus maridos. El Instituto Nacional de Sexología japonés considera ‘sexless’ (es decir, ‘sinsexo’) a las parejas que mantienen relaciones con una frecuencia menor de una vez al mes. No obstante, según Futamatsu, hay mujeres que no creen pertenecer a esa categoría y sin embargo mantienen relaciones una vez al año. Aunque un 37% de las mujeres se consideran a sí mismas asexuales, el porcentaje real es mayor.
Son muy frecuentes historias como la de Yoko, en cuya luna de miel no pasó absolutamente nada con su marido. “Hasta el tercer año de casados sólo hacíamos el amor tres o cuatro veces al año. Siempre era yo quien lo pedía. Al final, se fue a dormir a otra habitación”. Este comportamiento, muy frecuente entre los hombres, causa en las mujeres depresiones, angustias y una rabia difícil de manejar.
Aunque el causante de la abstinencia suele ser el hombre, no sucede así en todos los casos. Rina cuenta que no hace el amor con su marido por decisión propia. “Para mí la pareja no se basa en el sexo. Llevamos 31 años casados y hace 20 que no hacemos el amor”. Confiesa que ha probado las 48 posiciones del Kama Sutra japonés, y que ya considera saber todo lo cognoscible sobre sexo. A una de sus mejores amigas, su marido no volvió a tocarla después del matrimonio, y la mujer tuvo sus tres hijos gracias a la fecundación in vitro.
La solución de los sex shops
Lo paradójico de esta situación es que los japoneses no son asexuales: sienten un impulso sexual, pero por alguna razón no quieren satisfacerlo con sus parejas.
Ejemplo de ello es Fumiyo, de 49 años. Lleva tres años saliendo con su novia sin mantener contacto sexual. “Cuando conocí a mi novia hacíamos el amor todos los días”, declara este japonés. “Terminada la pasión inicial, no me atrevía a contarle mis fantasías sexuales. Me di cuenta de que las pelis porno eran más divertidas y los sex shops, más prácticos. Yo pienso que todos tenemos algo de pervertidos, pero no quería confesárselo a ella. Tengo unos gustos un tanto retorcidos, pero no quiero que mi novia lo sepa”. A la luz de estas declaraciones, parece que el problema tiene mucho más que ver con la comunicación que con el sexo en sí. Por lo que refleja el documental, el caso de Fumiyo no es aislado, sino que representa a una generación de hombres japoneses que no encuentra lugar en la pareja. Los nipones parecen haberse visto abrumados hasta el extremo por el rol de la mujer liberada, y “estoy cansado” se ha convertido en la excusa nacional.
Que Fumiyo no haga el amor con su novia no quiere decir nada, pues el japonés se confiesa adicto al sexo mecánico y por encargo. Su vida sexual tiene lugar en las cabinas de los vídeo-box, salas pornográficas en las que hay un sofá de cuero negro, una tele y un dispensador de clínex. Los hombres acuden a ellas una o dos horas después del trabajo, y llegan a quedarse toda la noche si pierden el último metro. Según cuenta Fumiyo, es el único sitio en el que puede estar tranquilo: “Si en casa estoy sentado sin hacer nada, me piden que colabore”.
Para Fumiyo no hay contradicción alguna entre su adicción al sexo en soledad y la relación con su pareja. “No es que no quiera a mi novia”, alega, “sino que sencillamente cuando llego a casa y ella tiene ganas de hacer el amor, aunque yo también pueda tenerlas, me cansa el hecho de pensar que tengo que hacerla gozar. (…) Por eso cuando tengo dinero acudo a profesionales”. Para Fumiyo, su vida sexual puede resumirse en una sentencia: “Para obtener placer no tengo que hacer el amor, me basta con eyacular”.
Los juguetes eróticos
Con este panorama, no es extraño que más del 80% de los productos que se venden en las sex shops son para la masturbación. Pero quizá lo más sorprendente en este ámbito sean las muñecas sexuales, reflejo de que en el imaginario sexual japonés la frontera entre lo real y lo imaginario no está muy definida (muchas películas porno son de dibujos animados).
Las primeras muñecas aparecieron en Japón en los años 30, y eran de trapo. Pero en la actualidad son muñecas de silicona con cabello natural de las que se puede elegir el color de los ojos, el tamaño de los senos y la flexibilidad de la vagina. Según Nakamura, empresario de objetos eróticos, la muñeca ofrece innumerables ventajas sobre la mujer de carne y hueso. “La muñeca no dice ‘me haces daño’ ni ‘para’”, afirma el japonés, para terminar añadiendo: “Nuestras muñecas no son complicadas ni pesadas, y por supuesto no hay que hacerles regalos”.
Los Neko Cafés y el amor por uno mismo
Como últimos datos ilustrativos –el documental es extenso y merece la pena observarlo con detalle– cabe mencionar el fenómeno de los Neko Cafés, quizá la prueba más evidente de que el problema de los japoneses no está en el sexo per se, sino en el cariño, la comunicación (sea ésta verbal o no), el afecto.
Los Neko Cafés son lugares con gatos donde los solteros incapaces de comunicarse acuden y, por sólo diez euros la hora, acarician a los mininos. En Tokio existen unos cincuenta cafés de gatos donde los japoneses con carencias afectivas buscan contacto y relajación.
Kota es un soltero que se reconoce como minusválido emocional, y frecuenta los Nekos Cafés. “Buscando una similitud entre gatos y mujeres, diré que cuando les doy de comer se acercan un poco, para alejarse a continuación”.
Por otro lado, hay quien piensa que la receta de la felicidad reside en vivir uno solo, como Ryo, que opina que la pareja es un concepto obsoleto. Se trata de jóvenes que no tienen intereses en las relaciones y centran su atención en sí mismos, en la manera de vestirse y peinarse y en su aspecto físico. Se denominan “herbívoros” y carecen de apetito sexual. Ryo no niega que haya un gran egoísmo subyacente en esta concepción de las relaciones humanas, pero la defiende como su forma de vida.
“Mentiría si dijera que no tengo actividad sexual, pero es muy reducida y por supuesto no acudo a establecimientos especializados. Cuando tengo ganas, me las arreglo solo”, confirma este joven. El grupo de los herbívoros constituye en Japón un tercio de los jóvenes de entre 20 y 30 años. Consideran que la libertad no es compatible con la vida en común. “Tener una novia guapa es como tener un coche bonito, un bello objeto de marca” sentencia Ryo, convencido y orgulloso de su soledad.
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