- Es un indicador inverso que contrapone al minorista con el lujo
- En un contexto de crisis, la gente irá más a Walmart que a por joyas
- La 'nueva realidad' tras el covid distorsiona a este y a otros indicadores
Brillar en el arte de predecir qué harán la economía y los mercados se ha puesto verdaderamente difícil después de que una pandemia primero y una guerra que ha convulsionado los mercados energéticos después lo hayan descolocado todo. En la vasta pila de indicadores para predecir la recesión y el colapso de las bolsas, algunas de las más históricas y mediáticas están mandado señales confusas cuando no han sucumbido directamente. Muchas 'bolas de cristal' se están rompiendo en este nuevo mundo en el que la niebla parece más espesa.
Aunque no es el más famoso precisamente, ha llamado la atención estos días un caso particular. Se trata de lo que se conoce como un indicador inverso o contrario, que se puede definir como una herramienta de análisis utilizada para predecir movimientos de precios en mercados financieros. Funciona al observar comportamientos o señales que, cuando se interpretan al revés, sugieren una dirección opuesta del mercado.
Se trata de un 'artefacto' que el veterano estratega Jim Paulsen llama la "señal de recesión de Walmart". Es el precio de las acciones de Walmart dividido por un índice de lujo. Las acciones de Walmart están en llamas este año, subiendo un 80%, mientras que el índice S&P Global Luxury se mantiene básicamente sin cambios. Por lo tanto, el indicador ahora está en el nivel más alto desde los primeros días de la pandemia.
"Es extraño que, cuando tantas señales indican actualmente optimismo en el mercado de valores, los inversores estén favoreciendo al minorista 'defensivo' por excelencia (que relativamente lo haría mejor si una recesión fuera inminente) sobre las acciones de lujo más agresivas", ha escrito Paulsen estos días en su boletín.
El argumento clásico es que, a medida que la economía se desacelera, los compradores gastan más en tiendas de descuento como Walmart y menos en joyas de alto precio. El tema es que casi nadie espera realmente una recesión inminente en EEUU. Por eso queda claro que hay factores distorsionando la señal. Por un lado, Walmart se ha beneficiado a medida que los consumidores cansados de la inflación buscan precios bajos. Otras acciones minoristas que tienden a beneficiarse durante los presupuestos de compras ajustados se han visto muy afectadas. Dollar Tree y Dollar General han caído un 49% y un 39% este año.
Otro problema es que esta señal de recesión de Walmart tiende a moverse en línea con la prima de rendimiento de los bonos basura sobre los bonos del Tesoro: si se avecina una recesión, los inversores en bonos exigirán un tipo de interés más alto a las empresas de riesgo en relación con la seguridad de la deuda gubernamental. Sin embargo, recientemente, los dos indicadores han divergido. "Mientras que los inversores en bonos siguen sugiriendo confianza (¿tal vez exuberancia?) en la economía, los inversores en acciones parecen muy preocupados por la integridad financiera de los consumidores de Main Street", ha escrito Paulsen.
Buffett y la curva de tipos
En lo que atañe a los indicadores inversos, el del célebre inversor Warren Buffett vuelve a estar de actualidad. El Buffett de hace dos décadas podría estar preocupado por lo que ve ahora en el mercado bursátil estadounidense. La capitalización del mercado (Wall Street) se acerca a los 62 billones de dólares, más del doble del tamaño de la economía estadounidense. Es una proporción sobre la que el Sabio de Omaha advirtió explícitamente en 2001: "Si la relación porcentual (entre capitalización bursátil y PIB) cae a la zona del 70% u 80%, es probable que comprar acciones le funcione muy bien", dijo entonces. "Si la relación se acerca al 200% -como ocurrió en 1999 y parte del 2000- está jugando con fuego", añadió.
Como señala Ven Ram, estratega macroeconómico de Bloomberg, la tendencia puede explicar por qué las tenencias de Berkshire Hathaway de efectivo y cuasi efectivo casi se han duplicado hasta alcanzar la cifra récord de 325.000 millones de dólares en septiembre, frente a los 167.000 millones de finales del año pasado.
Ampliando el foco a la economía de EEUU, el predictor estrella siempre ha sido la inversión de la curva de tipos, 'bola de cristal' que la nueva realidad ha hecho trizas. Esta curva consiste en el dibujo resultante de unir con una línea los rendimientos de los bonos soberanos de un país de menor a mayor duración. Lo habitual es que la curva de tipos se muestra en pendiente ascendente, ya que a mayor duración del bono, mayor incertidumbre para el bonista y mayor será la rentabilidad exigida. Cuando se produce una inversión como la citada (la pendiente es descendente), el mercado descuenta que los altos tipos de interés en el corto plazo dañarán la economía y, por eso, en el futuro, los bancos centrales tendrá que bajarlos.
El diferencial entre las notas a 10 y dos años, no obstante, ha sido siempre el más seguido en EEUU, donde ha sido un predictor infalible desde los 70 hasta hoy. Su único fallo desde que hay datos fiables fue en 1965, cuando dio una falsa alarma. La curva de tipos se invirtió y la recesión tardó años en llegar. En el resto de casos, tras una inversión prolongada de la curva, históricamente se ha producido una recesión entre nueve y 25 meses después. En el actual escenario, la curva entre los rendimientos a dos y diez años lleva estuvo invertida desde el verano de 2022 hasta hace poco, habiéndose llegado a alcanzar la mayor inversión (más de 100 pb) desde comienzos de los 80, cuando la inversión fue aún mayor en la antesala de la recesión inducida por las fuertes subidas de tipos de la Reserva Federal encabezada por Paul Volcker.
Metales, barcos y rascacielos
Ampliando la mira a la economía mundial, los metales ofrecían siempre unas pistas que ahora pueden estar distorsionadas. Una predicción habitual de recesión se extrae del ratio cobre/oro, llamado también ratio de Gundlach por el apellido del gestor que lo defendió como indicador de referencia. Consiste en dividir los precios de los futuros del cobre entre los de los futuros del oro. Al tratarse de un metal industrial empleado en la construcción, la electrónica, la industria manufacturera y otros sectores, el cobre tiende a registrar buenos resultados cuando la economía está en expansión. Por eso se le apoda Doctor Copper. El oro, en cambio, es el activo refugio por excelencia y tiende a comportarse bien cuando crecen los riesgos para la economía. Cuando el ratio tiende a la baja, se deduce una contracción en la industria y una mayor incertidumbre económica.
En los últimos meses el ratio ha caído notablemente, pero esto se ha podido deber más a las subidas del oro dados los conflictos geopolíticos y las grandes compras de bancos centrales como el de China para sacudirse el dominio del dólar que por la inminencia de una recesión y un gran golpe a la actividad.
Otro indicador de alcance mundial es el conocido como Índice Báltico Seco. Se trata de un índice de los fletes marítimos de carga a granel seca de hasta 20 rutas clave marítimas administrado por el Baltic Exchange de Londres. El índice es un cálculo diario de la media del precio del transporte por mar de las principales materias primas sólidas y a granel, véase carbón, mineral de hierro, azúcar... En la magnitud en la que la economía mundial se adentra en una crisis, desciende el número de contratos para estos transportes y el índice cae. Es por eso que se le considera un indicador adelantado del mercado y se revela como un eficaz termómetro de la evolución de la economía mundial. Aunque el índice ha caído desde los 2.084 puntos a inicios de septiembre hasta los 1.168, no se otea esa recesión mundial.
Más difícil de cuantificar es el conocido como Índice de los Rascacielos (Skycraper Index). Creado en 1999 por el economista británico Andrew Lawrence, analista de inmobiliario en Barclays, el indicador vincula la construcción de los rascacielos más altos del mundo con el inicio inminente de una recesión económica. La tesis de Lawrence es que existe una correlación positiva entre el desarrollo de edificios de gran altura y las recesiones financieras. Esto parte de la premisa de que una crisis económica suele producirse tras un periodo de auge económico.
Cuando un proyecto como el edificio más alto del mundo recibe la financiación necesaria para iniciar su construcción, puede considerarse que la economía del país se ha expandido tanto que la probabilidad de que se produzca un desplome en un futuro próximo es alta. Por lo tanto, la construcción de un rascacielos gigantesco indica que la economía en expansión ha tocado techo y necesita corregirse pasando por una fase de recesión en un futuro próximo.
Haciendo un repaso a la actualidad de los rascacielos, aparecen dos casos reveladores. El primer es el de la Torre Jeddah de Arabia Saudí, el edificio más alto del mundo en construcción (1.000 metros), si bien sus obras quedaron paralizadas en 2018. Más significativo podía ser el de la Torre Merdeka PNB118, también en Kuala Lumpur. El edificio que será, de momento, el segundo más alto del mundo con 679 metros tras el Burj Khalifa de Dubái (828 metros), se ha inaugurado este año.