viernes, 13 de diciembre de 2024

La creciente crisis en Rusia obliga al Gobierno a tirar del botón de emergencia: el banco central empieza a 'imprimir dinero'

 

Vladimir Putin, en una entrega de medallas en el Kremlin. Foto: Reuters



  • La inflación sigue acelerándose, y nada indica que vaya a frenarse
  • La crisis de oferta que vive el país sigue empeorando cada mes



En los manuales de economía, una de las primeras advertencias que aparece es que lo que se conoce como 'imprimir dinero' es un gran peligro que lleva irremediablemente a un alto nivel de inflación. En otras palabras: que el banco central de un país financie directamente al Gobierno, usando dinero recién creado para comprar bonos del Tesoro, es algo que solo debería utilizarse en la peor de las emergencias. Y Rusia ha llegado a ese punto esta misma semana, acuciada por el enorme gasto militar de la invasión de Ucrania, el estancamiento de los precios del petróleo y el endurecimiento de las sanciones occidentales. La economía del país, que se ha sostenido milagrosamente durante casi tres años pese a las sanciones occidentales, parece haber superado ya el punto de no retorno.

La señal de alerta se ha producido esta semana con una doble combinación de operaciones. El pasado miércoles, el Tesoro sacó a la venta bonos por valor de un billón de rublos, que compraron los bancos pese a no tener apenas liquidez. Y este lunes, el Banco Central de Rusia (BCR) ofertó lo que se conoce como 'repo': recompras de activos de los bancos a cambio de darles liquidez, un mecanismo habitual en los bancos centrales; pero el problema es que los bancos rusos entregaron al BCR los mismos bonos que acababan de comprar a cambio de que el BCR les devolviera los rublos que habían pagado por ellos. En otras palabras: si se quita al intermediario (los bancos) de la foto, el resultado es que el BCR ha comprado bonos del Tesoro para financiar al Gobierno. Precisamente es la primera regla sagrada de cualquier banco central para evitar una inflación desencadenada que destruya a cualquier economía.

Todo esto ocurre después de que el BCR se haya visto obligado a prohibir la compra de divisas para controlar el hundimiento del valor del rublo, especialmente después de que EEUU sancionara a Gazprombank, la entidad a través de la cual se canalizaban los pagos por las compras de gas internacionales. Este banco quedó fuera de la lista de sanciones aprobadas originalmente por EEUU y la UE contra el sistema financiero ruso para evitar que Europa se quedara sin suministro, pero el mes pasado los países occidentales decidieron que ese riesgo ya había desaparecido.

Pero el hecho de que se haya secado la entrada de divisas occidentales ha obligado al BCR a reducir al mínimo las operaciones de cambio de moneda ante el creciente hundimiento del rublo, que ya ha superado las 100 unidades por dólar. Y el estancamiento del precio del petróleo por debajo de los 70 dólares por barril desde septiembre ha hundido un 30% los ingresos por ventas de este material desde junio, según cálculos de Bloomberg.

Cómo sostener una maquinaria que devora dinero

El enquistamiento de la conquista de Ucrania, que avanza a cámara lenta y con costes desorbitados, está provocando unos desajustes cada vez más insostenibles en la economía rusa. La recompensa por enrolarse en el Ejército ruso ya ronda los 5 millones de rublos (algo menos de 50.000 euros) en el primer año, y el Gobierno ruso apuntaba en julio que ya habían recibido 200.000 voluntarios, lo que supone un gasto de 10.000 millones de euros en siete meses solo en reclutamiento de soldados.

A eso hay que sumar el coste en vidas: más de 700.000 rusos han muerto o sufrido heridas incapacitantes en los casi tres años de invasión, según las estimaciones de EEUU, Reino Unido y Ucrania. Las personas que vuelven con heridas de guerra suponen un doble gasto, ya que reciben una pensión adicional del Estado. El Gobierno de Vladimir Putin tuvo que recortar esas pensiones en noviembre hasta un máximo de 3 millones de rublos (30.000 euros), ya que las víctimas rusas de su propia guerra superaron los 40.000 soldados en octubre.

El resultado es que el desempleo se ha hundido hasta el 2,4%: prácticamente todo el que no tenga ya un trabajo, o ha huido del país, o se ha enrolado en el ejército, o ha vuelto de Ucrania incapacitado, o ha sido enterrado allí. La falta de mano de obra ha obligado a las empresas a subir los salarios y ofrecer bonus para intentar atraer a los trabajadores de sus rivales, impulsando la inflación. Una inflación, además, no por exceso de demanda (que, según todos los manuales, se arregla subiendo los tipos de interés), sino una por falta de oferta, que es mucho más difícil de solucionar: no es que la gente quiera comprar más cosas de lo normal, es que los fabricantes ya no producen lo suficiente para satisfacer lo que se consideraba un consumo 'normal'.

Como en la II Guerra Mundial

Aun así, la aceleración de los precios es patente: el Gobierno reconoce una inflación anual media del 9%, pero la de los alimentos ya supera el 22%. Y el BCR ha subido los tipos de interés al 21% para intentar contener esa inflación, un movimiento que no hace sino disparar aún más los costes del creciente endeudamiento del Gobierno y estrangular aún más a las empresas.

Hace unas semanas, el semanario The Economist comparaba la situación de Rusia con la de EEUU y Reino Unido en la II Guerra Mundial. En aquel momento, los aliados occidentales apostaron por aprobar fuertes subidas de impuestos, ordenar un racionamiento de bienes clave y emitir 'bonos patrióticos' para absorber los ahorros de los ciudadanos y contener el consumo. Así, ambos países lograron mantener los tipos a un nivel del 3%, que no dañara más a la economía.

Putin, por contra, no se atreve a tomar medidas tan impopulares como subir impuestos o racionar productos, ya que la justificación de su guerra se basa en que no afectaría la vida de los ciudadanos comunes: el motivo, por otra parte, por el que no ha ordenado una llamada a filas general. La solución está siendo dejar que la inflación disparada actúe de 'impuesto oculto' que compense el fuerte aumento de gasto al que se ha visto obligado Putin para sostener la invasión. Y el hecho de que haya llegado al punto de hacer que el Banco Central financie al Gobierno, algo que no hará más que aumentar la inflación, indica que la decisión está tomada y avanza a toda marcha.