Concentración de la Plataforma de personas afectadas por la abolición de la prostitución. (EFE/Sergio Pérez)
Muchas personas con diversidad funcional no pueden acceder a su propio cuerpo y por ello contratan el servicio de un asistente sexual para que "les ayude a masturbarse". Otros colectivos argumentan que se trata de prostitución encubierta
¿Tener sexo es un derecho? Cuenta el padre de una persona con diversidad funcional en el documental Yes, We Fuck! que muchas veces no sabía cómo dar respuesta a las demandas sexuales de su hijo. Se estrenó en 2015 y generó un debate social que hoy, Día Internacional de las Personas con Discapacidad, sigue suscitando diversidad de opiniones.
Muchas personas con discapacidad no pueden acceder a su propio cuerpo y contratan el servicio de un asistente sexual que "les ayuda a masturbarse o tener relaciones". Así lo explica la plataforma asistenciasexual.org que pone en contacto a los usuarios que lo solicitan con los profesionales que lo ofrecen. Los precios oscilan entre los 30 y los 60 euros la hora, a lo que habría que sumar los gastos de desplazamiento y hotel, si los hubiera. Además, desde la página dejan claro que los asistentes sexuales solo usan sus manos: "No mantengo sexo con la persona asistida (coito, sexo oral, etc.)".
Antonio Centeno, responsable de dicha web, codirector del citado documental y activista por la diversidad funcional, narra a este periódico que, pese a que en 2006 se aprobó la ley de dependencia, observaba que muchas personas "seguían a cargo de mamá o encerrados en una institución". "Las leyes no son suficientes porque la gente te sigue mirando como un niño y piensan que estás bien a cargo de la familia. Como la mirada no la puedes cambiar con un decreto, hay que romperle la cabeza a la gente a través de la cultura", añade.
Los precios oscilan entre los 30 y los 60 euros la hora, a lo que habría que sumar los gastos de desplazamiento y hotel, si los hubiera
También detalla cómo surgió la idea de abrir la plataforma y que fue gracias a una doble motivación: "Una parte era pedagógica, de contar desde muchos ángulos lo que debe ser la asistencia sexual y abrir la ventana para conectar a las personas a través de anuncios gratuitos". Otro de los aspectos que reseña Centeno es la importancia del sexo en la diversidad funcional: "Hay que romper la barrera de acceso al cuerpo, porque entendemos que es un derecho. No es cualquier tipo de trabajo sexual, planteamos un apoyo concreto de carácter instrumental, no es una intervención educativa y tampoco terapéutica. Con este planteamiento, queda circunscrita al ámbito del autoerotismo y de poder vivir el autoplacer, algo que la mayoría hace sin necesitar a nadie", continúa.
La voz de una asistente
Mon tiene 29 años y es asistente sexual desde hace más de tres. No sabía lo que era hasta que una de sus profesoras del grado en Pedagogía lo mencionó en clase: "Me quedé con el concepto porque me generó curiosidad. Investigué sobre el tema y a partir de ahí llegué a la página web de asistenciasexual.org y me planteé darme de alta para probar y vivir la experiencia".
Sin embargo, no fue en ese momento cuando se inició porque pensó que "no era el momento". Pero en el máster volvieron a citar la asistencia y recuperó esa idea que había estado inactiva durante un tiempo. "Puse un anuncio, pensaba que no me iba a contactar nadie y enseguida recibí un mail", recuerda. Actualmente, no es su fuente principal de ingresos, ya que trabaja como formadora en una entidad y es la base de su sustento: "Es un extra, pero también lo hago por activismo, ya que considero que es una lucha por los derechos sexuales".
Rememora su primera vez y confiesa que sintió "miedo e inseguridad":"La idea que tenía del trabajo sexual era lo que había visto en televisión, como algo peyorativo, incluso peligroso. Cuando llegué me di cuenta de que era la primera asistencia para ambos. Me ayudó que previamente nos llamamos y acordamos lo que esperábamos para evitar frustraciones o expectativas no cumplidas. El mismo día quedamos para tomar café, lo que nos permitió establecer un poco esa confianza, ir al domicilio directamente me parecía muy frío".
Acerca del perfil de usuarios que reclaman sus servicios, relata que normalmente son "hombres blancos heterosexuales que tienen entre 30 y 60 años y alguna dificultad a nivel físico", aunque reconoce que ha trabajado en alguna ocasión con "personas con diversidad funcional intelectual": "La mayoría vive en una situación económica bastante precaria, a muchos les gustaría llamarme una vez a la semana e igual solo pueden una al mes. Por otro lado, hay pocas mujeres que accedan al servicio porque la masturbación continúa siendo un tabú".
Del mismo modo, Mon dice que ha hecho "bastantes" asistencias porque "se ha movido mucho": "Doy charlas, conferencias, he escrito un libro —La resurrección de las monstruas— y eso ha facilitado que se me reconozca un poco más en el sector".
"Considero básica la asistencia sexual, acceder al cuerpo de otros a través de pactos fomenta la autonomía y la toma de decisiones. Habrá personas con diversidad funcional que vivan su sexualidad de forma plena, pero para aquellas que lo necesitan es fundamental poder ofrecer esto", añade.
Voces en contra
Hay colectivos que se posicionan en contra de esta práctica. Incluso algunas investigaciones, como la de Ana Cuervo Pollán, Revisión de algunos argumentos favorables a la "asistencia sexual, publicada en 2023 en el portal de revistas científicas de la Universidad de León. Este periódico ha contactado con la doctora en Filosofía, que ha preferido no hacer más declaraciones respecto al tema, alegando que lo que podría aportar "ya lo había escrito en diferentes lugares".
La primera conclusión que refleja el documento es que la asistencia sexual a personas con discapacidad "es una forma de prostitución encubierta": "Funciona de manera idéntica a la convencional y es mayoritariamente demandada por hombres y, en más de un 90% de las ocasiones, las que se ven obligadas a satisfacer esa demanda son mujeres".
"Esto demuestra, una vez más, que dicha asistencia no satisface una necesidad de las personas con discapacidad, ni siquiera una apetencia sexual. Esta asistencia, como toda la prostitución, salvaguarda el privilegio patriarcal según el cual todos los hombres pueden y deben acceder sexualmente a las mujeres, ser satisfechos por ellas, con solo demandarlo, con independencia del deseo, la voluntad, la apetencia y los sentimientos y la dignidad de las mismas", afirma.
Otra de las razones que expone el escrito es el "blanqueo" de la asistencia, ya que "se fundamenta en la creencia de que el sexo es una necesidad ineludible": "Un hombre con discapacidad y dificultades para encontrar pareja sexual debe ser provisto de alguna alternativa para satisfacer sus necesidades o de lo contrario desarrollará un malestar muy profundo a nivel físico, psíquico y emocional. Así, la defensa de la asistencia sexual descansa sobre un principio patriarcal cuyo envés será la necesidad ineludible de que haya mujeres dispuestas siempre para la satisfacción sexual de los hombres, especialmente para aquellos cuya discapacidad dificulta la satisfacción de su sexualidad".
"Desinformación e ignorancia"
Para Antonio no es un debate, lo califica como "monólogo de trincheras": "Hay varias razones por las que es fácil entender que no es prostitución, primero porque es un apoyo que tiene como objetivo materializar un derecho, el acceso sexual al cuerpo".
Otro de los motivos que menciona es que la sexualidad del asistente sexual "no entra en juego": "Es alguien que estrictamente usa sus manos, al igual que un auxiliar de clínica, para que tu forma de autonomía sea posible. Hay gente que está irritada con el tema de la prostitución y se pone nerviosa, desde luego que es un trabajo sexual, pero con un límite diferenciado, es un intercambio libre de placer sexual por dinero. No es lo mismo el marco del masaje erótico que el de la pornografía, nadie que vaya a ver un striptease espera un coito".
"Es un trabajo sexual, pero cada marco tiene un rol y unas funciones. Es un acompañamiento a la masturbación, pero yo ni me desnudo"
Igualmente, menciona que la situación óptima para ellos sería la existencia de una "financiación pública que te asegure que el ejercicio de ese derecho, que no dependa de tu capacidad económica". "El problema no es solo que no haya un apoyo para hacerlo, es que ni siquiera las personas con diversidad funcional sepan que es para ellas también. Cambiar esa representación cultural y un reconocimiento por ley forma parte de lo que sería ideal", manifiesta.
Por su parte, Mon asegura que "hay mucha desinformación y un poco de ignorancia": "Es un trabajo sexual, pero cada marco tiene un rol y unas funciones, esto es un acompañamiento a la masturbación, pero yo ni me desnudo ni practico sexo oral".