Árbol con decoración navideña en un abetal de Arosa, en Suiza
(EFE/Alessandro Della Bella)
Antes de ponernos manos a la obra con la decoración navideña, veamos si el árbol de plástico de quita y pon es más sostenible que el natural, porque hay sorpresas
'En casa somos muy ecologistas, por eso en Navidad ponemos cada año el mismo abeto de plástico'. Este noble pensamiento, que comparte cada vez más gente, obedece a un instinto conservacionista bien fundado: el de evitar el daño a la naturaleza que supone cortar tantos arboles cuando llegan las fiestas navideñas. Sin embargo un año más conviene volver a recordar algunos matices que lo contradicen.
Lo primero que hay que dejar muy claro es que lo de echarse al monte con el hacha para cortar un pino y ponerlo en el salón es un auténtico disparate, además de estar prohibido. Por el contrario, Los árboles de Navidad de producción controlada llevan un sello de control en la punta del tallo que garantiza que son de cultivo regulado, procedentes de plantaciones forestales sostenibles en las que se mantiene el adecuado ritmo de extracción y plantación.
En realidad se trata de un cultivo incluso mucho más ecológico que otros, pues no requiere el uso de los nitratos, fosfatos y plaguicidas que se emplean en la agricultura intensiva, no daña el suelo que ocupa ni arrasa con la biodiversidad del entorno, como sí ocurre con los monocultivos de explotación acelerada que propone la agroindustria.
Por el contrario, mientras los abetos o pinos que se cultivan en estas plantaciones al aire libre cumplen su ciclo de desarrollo, en realidad son bosque: fijan el suelo de manera natural, actúan como sumidero de CO2 y fomentan la biodiversidad asociada a los ecosistemas forestales y producen diariamente el oxígeno que consumen hasta cuarenta personas por hectárea. Pero no solo eso.
Fijando población rural
La despoblación rural y el abandono de las actividades silvícolas está afectando a la salud de nuestros montes. Por eso es tan importante impulsar el desarrollo local de las comarcas de montaña. Un desarrollo que debe ser sostenible, en armonía con el entorno y que permita la conservación del medio natural a través de la economía circular.
Y uno de los mejores ejemplos de economía circular vinculada con la conservación del medio natural es precisamente el cultivo y producción de árboles de Navidad. Una actividad silvícola perfectamente sostenible que supone una importante fuente de ingresos en amplias áreas rurales y comarcas de montaña de Cataluña, Navarra o el País Vasco.
Durante estos días, los mercados de adviento y los centros de jardinería de nuestro país se preparan para vender más de tres millones de árboles de Navidad. Una cifra que pese a ser elevada representa en realidad menos de la mitad de la producción, pues la mayor parte de los pinos y abetos que se cultivan en nuestro país se destinan a la exportación, principalmente a países como Francia, Reino Unido, Alemania o Italia, dónde nuestros árboles tienen una gran aceptación por su excelente calidad, pero también llegan a lugares tan lejanos como Japón o Jordania.
Las dos especies que más se cultivan en nuestro país son el abeto rojo (Picea excelsea) y el abeto del Cáucaso o de Normandia (Abies nordmanniana), aunque también se cultivan otras especies como el bellísimo pinsapo (Abies pinsapo), nuestro abeto autóctono. Se trata de un endemismo ibérico que crece básicamente en Andalucía formando uno de los bosques más característicos de nuestra fronda: el pinsapar, como el que crece en la Sierra de las Nieves, en Málaga, cuya conservación justificó en buena medida su declaración como parque nacional.
El plástico no es la opción
Del otro lado, lo árboles artificiales de plástico conllevan el uso de recursos limitados no renovables y su transformación comporta procesos químicos, gasto de energía y generación de residuos. Además, aunque procedan de plástico reciclado (habría que ver qué tipo de polímero para comprobarlo), cuando se desechan no son biodegradables y no se pueden depositar en ninguno de los contenedores de recogida selectiva a los que llevamos los residuos que separamos en casa.
Por el contrario, el abeto natural no solo es del todo biodegradable, sino que además es cien por cien compostable, lo que resulta aún más interesante desde el punto de vista de su valorización. Por eso no es necesario empeñarse en mantenerlo con vida para replantarlo después, algo que, ojo porque en el supuesto caso de que lo lográsemos, no podríamos hacer de cualquier manera y dónde nos apetezca, pues podríamos estar introduciendo una especie invasora en el entorno.
En ese sentido conviene recordar que muchos ayuntamientos y centros comerciales habilitan puntos de recogida en los que podemos depositar los árboles de Navidad pasadas las fiestas. Una vez revisados y desprovistos de cualquier elemento decorativo, estos árboles se trituran pasando a convertirse en abono ecológico, en cobertura vegetal o incluso empleados para la elaboración de pellets para calderas de biomasa. Una forma virtuosa de cerrar el círculo de la sostenibilidad.
Por