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El precio de los alimentos básicos sigue pulverizando récords en los mercados internacionales. De acuerdo con el último informe trimestral de la FAO, el índice de precios alimentarios ha crecido más del 60% en los últimos dos años, varios puntos por encima de la escalada de 2007-08. Si en aquel momento la subida empujó al hambre a 250 millones de personas, no es difícil imaginar lo que ocurrirá en los próximos meses para un número incontable de familias en África, América Latina y Asia.
Se trata de una situación grave que debería preocuparnos a todos... a menos que se siente usted en el consejo de administración de una entidad financiera. En ese caso tal vez se haya topado con una estupenda oportunidad para sacar tajada. Gracias a los masters y al ingenio de los economistas de grandes firmas como Goldman Sachs y J.P Morgan, durante los últimos años han proliferado los artilugios financieros que permiten al inversor apostar sobre el precio que alcanzarán los alimentos que se comen los demás. Como en cualquier otro casino las ganancias pueden ser elevadas, pero también el riesgo asociado a ellas.
Aunque no está nada claro que la especulación financiera esté en el origen de la subida de precios, parece indudable que los especuladores contribuyen a sostenerla y, lo que es más importante, multiplican la volatilidad de los mercados. Eso es lo que hace más daño a los productores y consumidores pobres, incapaces de aguantar el shock o de aprovechar sus oportunidades. ¿Qué margen tendría usted si el 70% de sus ingresos familiares estuviese destinado a la compra de alimentos?
La mala noticia es que estos últimos meses constituyen un deja vu de la burbuja de 2008, que vino acompañada de un incremento extraordinario de las operaciones especulativas. Los mercados de futuros en el sector alimentario se habían multiplicado por tres entre junio de 2004 y febrero de 2008. De acuerdo con la declaración de Michael Masters ante el Senado de los EEUU (citada aquí por The Guardian), "la mayor parte del negocio [alimentario] es especulación; yo diría que entre un 70 y un 80 por ciento". Michael lo debería saber, porque el hedge-fund de Wall Street que dirigió durante 12 años ganó mucho dinero con el uso de estos productos financieros.
Pero no todos los tiburones son estadounidenses o británicos. Nuestra Caixa de Cataluña, por ejemplo, ha sacado al mercado su Depósito 100% natural, que anima a los inversores españoles a beneficiarse del encarecimiento del maíz, el azúcar y el café. Los dos primeros constituyen parte de la dieta básica de cientos de millones de personas que se enfrentan a una nueva crisis alimentaria por unos precios que se han disparado con respecto a 2009. ¿Hay algo 100% natural en todo eso?
No estoy seguro de que los pequeños inversores de Caixa Cataluña vayan a tener un gran impacto en el mercado. Pero no es eso lo que debería importar a los clientes presentes y futuros de esta caja de ahorros que se jacta de su obra social, sino el modo en el que sus directivos entienden la responsabilidad ética de una entidad financiera. Cuando ayer por la mañana llamé para informarme sobre este depósito, la comercial que me atendió amablemente resumió todo el interés del producto en una sola frase: "Se trata de un mercado que está evolucionando muy positivamente". "¿Positivamente para quién?", pensé yo. Ahora me arrepiento de no haber hecho la pregunta, así que, si ustedes son clientes, tal vez quieren llamarles y hacérsela.
Por: Gonzalo Fanjul from blogs.elpais.com
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