sábado, 16 de julio de 2011

Los periodistas también tienen sentimientos


Foto from clasesdeperiodismo.com

La CNN no dudó qué hacer cuando una veterana periodista y editora de la sección de Oriente Medio escribió en Twitter que lamentaba la muerte de un líder de Hezbolá. No bastó con borrar el mensaje. 20 años en la cadena y 140 caracteres después, Octavia Nasr fue despedida. The Washington Post suspendió durante un mes a un famoso columnista en su equipo de deportes por publicar información falsa en la red social. Mike Wise quería demostar lo rápido que circula información sin verificar por internet. Aprendió que la verdad es igual de veloz.
Nadie se atreve a fijar la línea que separa lo personal de lo profesional en las redes sociales. Los periodistas se ven empujados a utilizar un lenguaje cercano con la audiencia, conversar con los lectores, ser ciudadanos antes que reporteros. Y es ése toque personal el que atrae al lector casi tanto como una crónica escrita en primera persona, pero si un periodista debe informar sin compartir su opinión personal, ¿puede hacerlo en una red social? ¿Puede ser “cercano” sin que se cuele su opinión entre líneas? ¿Dónde está el límite?
Durante las últimas semanas, Estados Unidos ha vivido dos acontecimientos que han inspirado noticias y opiniones a partes iguales. El estado de Nueva York aprobó el matrimonio homosexual. En Florida, la veinteañera Casey Anthony era declarada “no culpable” de asesinar a su hija de dos años. Al otro lado de la pantalla, había más espectadores que en el juicio de O.J. Simpson. La revista TIME lo llamó “el primer juicio de la era de las redes sociales”.
¿Podían los reporteros publicar fotos de las celebraciones en Nueva York sin revelar que también estaban celebrando? ¿Serían capaces de narrar el juicio de Anthony en Twitter o Facebook sin dejar escapar lo que pensaban de la acusada?
La agencia Associated Press considera que algunos de sus reporteros cruzaron esa línea, cada vez más difusa, entre información y opinión. Según Tom Kent, editor adjunto de Normas y Producción, dos periodistas ‘twittearon’ sus opiniones. “Estos mensajes debilitan la credibilidad de compañeros que han trabajado duramente para garantizar una cobertura objetiva de estos asuntos”, escribió en una carta a los empleados. “Los trabajadores de AP no deberían publicar mensajes que reflejen una opinión personal en asuntos sensibles para el público”.
Kent aprovechó el incidente y anunció que actualizaba las normas de uso de redes sociales para todos los periodistas de la agencia: “Recomendamos tener una cuenta en cada red social y utilizarla de modo personal y profesional”. “Los empleados deben identificarse como pertenecientes a AP si usan la cuenta para su trabajo”. “Los periodistas deben tener en cuenta que cualquier información personal que publiquen sobre sí mismos o sobre sus compañeros podrá ser relacionada con AP”. “Todos los trabajadores de AP deben recordar que las opiniones expresadas pueden perjudicar a la reputación de AP como fuente de información objetiva”.
Una semana después, la agencia ha reaccionado y los reporteros podrán comentar eventos deportivos, aunque mantiene la restricción a asuntos “sensibles para el público”. Recuerda así a la prohibición de asistir a cualquier tipo de manifestación o acto político que sostienen los medios estadounidenses: “Esto incluye publicar links o suscribirse a páginas y grupos asociados con esas causas o movimientos”, amplía AP.
Es decir, los reporteros no podrían seguir el grupo “Democracia Real Ya” en Facebook ni reenviar a Twitter los mensajes de los manifestantes del 15-M en ciudades de toda España sin aclarar que pertenecen a la agencia. De ahí que proliferen perfiles de periodistas estadounidenses con la frase “retweets are not endorsements”, reenviar un mensaje no significa respaldarlo.
Las normas de AP fueron noticia en 2009 por convertirse en una de las más restrictivas de los medios norteamericanos. El requisito más polémico no ha cambiado: “Es importante que revisen su perfil [en la red social] para asegurarse que el material publicado por otros no viola los estándares de AP. Ese material deberá ser borrado”. Esto supone, por ejemplo, que si el amigo de un periodista contesta a un comentario que haya hecho en Facebook, expresando una opinión que pueda perjudicar a la agencia, deberá eliminarlo.
Gestos como éste han provocado dos bandos en cuanto al tratamiento de las redes sociales. De un lado, los que quieren proteger la bandera de la objetividad periodística a toda costa. De otro, los que consideran imposible asumir que los periodistas no tienen opiniones y defienden el lema de que “la transparencia es la nueva objetividad”.
The Washington Post acompaña a AP en el primer bando. Sus periodistas deben “renunciar a algunos de sus privilegios como ciudadanos particulares”, dice el manual. Tampoco pueden publicar algo que “refleje una parcialidad o favoritismo político, racial, religioso o sexual”.
La BBC está en el equipo contrario. Exige a sus periodistas que se identifiquen como tales y que añadan en su perfil que cualquier opinión expresada es personal (PDF). Establece el límite en revelar la afiliación política ni nada que pueda comprometer su imparcialidad. “No dejen que les seduzcan las redes sociales y metan a la BBC en problemas”.
Todos reconocen las oportunidades que ofrecen las redes sociales para los periodistas: información instantánea sobre eventos en todo el mundo, conocer la reacción de la audiencia en directo, acceso a fuentes para noticias y opiniones y puntos de vista antes fuera de su alcance. Pero nadie como NPR, la radio pública estadounidense.
“Utilizadas adecuadamente, las redes sociales son un lugar y una herramienta para recabar información muy valiosos y puede acelerar la búsqueda de datos y aumentar los contactos de un reportero, y animamos a nuestros periodistas a aprovecharse de ello”, recomiendan. ¿Dónde pone el límite NPR? En el sentido común. “No digas en las redes sociales lo que no dirías en ningún otro espacio público”.
AP también da varios consejos que apuntan a la utilidad de las redes sociales, pero con más miedo. No deja publicar imágenes ni textos que puedan ser una exclusiva antes de que las envíe la agencia. Pide dar preferencia a links que lleven a la página de AP y que los reporteros sigan a otras fuentes de información pero a través de listas, “sin sumarse al grupo oficial de seguidores en Twitter”.
No han faltado voces en contra de estas normas. El especialista en medios de The Washington Post, Howard Kurtz, criticó la suspensión de Mike Wise desde las páginas del periódico. “Esto indica que los reporteros que firman en publicaciones sin ideología marcada, como el Post y otros diarios de estilo tradicional, solo cubrirán eventos políticos si pueden amputarse sus propias opiniones. Esto es algo muy opresivo que imponerle a una persona, una especie de corrección política que, como toda corrección politica, se convierte en un discurso falso y distorsionado”.
Muy pocos ponen en duda ya la utilidad de las redes sociales para el periodismo. Ni que sean un arma de doble filo. Los periodistas conocen mejor a la audiencia, y ésta sabe más acerca de los periodistas. Columnistas, escritores y reporteros dicen lo que piensan en público, como un usuario más. Quien esté escuchando, podrá enterarse de cosas que antes quedaban detrás de un micrófono cerrado. O en los pasillos de una redacción. No por eso dejaban de existir.

Por: Cristina F. Pereda  from blogs.elpais.com  14/07/2011

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