miércoles, 13 de julio de 2011

Los siete pecados capitales que condenan a Europa al infierno


Foto from larepublica.com.uy

Lo que está sucediendo en los últimos días en el seno de la Unión Europea es la traca final del conjunto de despropósitos que ha caracterizado su gestión de esta crisis desde sus inicios. La incapacidad de elevar la mirada, de comprender globalmente el problema, de establecer las medidas adecuadas para garantizar la estabilidad financiera de los estados miembros; la voluntad de contemporizar a la espera de que escampe, de nadar y guardar la ropa con objeto de no desairar a los fuertes, de pedir irrealmente al débil lo imposible, no en forma sino en plazo; la ausencia de un mensaje único que oriente, de una posición uniforme que se defienda, de una postura común que no confunda están en la génesis de la más que delicada situación actual. Se ha hablado hasta la saciedad de la responsabilidad individual de los estados más castigados y de la de los mercados financieros o las agencias de rating. Es hora de volver la mirada al papel jugado por las instituciones del sueño que ahora se desvanece de una Europa todos a una como en Fuenteovejuna.
Son siete los pecados capitales que amenazan con condenar a la Eurozona al infierno de su destrucción si no se toman, de una vez por todas, medidas radicales que actúen como tabla última de salvación y que iremos desgranando a lo largo de este post. Seguro que ustedes añaden más, espero sus comentarios.
  1. Ausencia de liderazgo. Europa necesita un líder. El sistema actual con un Presidente de la UE, un Presidente de la Comisión Europea y un Presidente rotatorio cada seis meses es absurdo. La creación de la primera figura pretendía suplir tal carencia pero quedó desvirtuada desde el momento en que se eligió una figura de tan poco carisma y capacidad de persuasión como Van Rumpuy. Prueba de tal vacío es el papel que se han ido arrogando sucesivamente Sarkozy y Merkel, hasta que el coste electoral en sus respectivas naciones les ha hecho replegarse a sus cuarteles. ¿Saben a quién el toca el marrón de impulsar las reformas que permitan a la región salir del hoyo en que se encuentra? Piensen, piensen… Sí, yo también lo he tenido que mirar: Polonia. Sin un liderazgo claro y uniforme, Europa seguirá siendo el reino de la confusión.
  2. Desafección ciudadana. La convergencia en términos monetarios, ahora también cuestionada, no ha ido acompañada por una traslación del sentimiento nacional, o incluso local o regional, al europeo. Europa es, para la gran mayoría de sus ciudadanos y más allá del euro, una entelequia que sirve para aparcar políticos, crear organismos inútiles, poner trabas, condicionar decisiones y castigar por tanto los bolsillos. Poco importa que su acción esté muy alejada de dicha percepción, es ésta la que prima. Más allá de su absurda configuración, la indiferencia y/o la renuncia a la hora de votar y/o aceptar una Carta Magna supranacional por parte de los ciudadanos comunitarios debería haber servido de toque de atención sobre los pilares de barro que soportan la estructura de Bruselas. Solo una acción política eficaz, exterior e interior, que reconcilie a la UE con su población podría cambiar tal idea consolidada. Cuestión de, mucho, tiempo.
  3. Construcción monetaria errónea. La experiencia ha puesto de manifiesto los graves errores que se cometieron a lo largo de la creación de la moneda única europea. Fallos de integración de economías que no estaban preparadas para formar parte de esa visión colectiva que pretendía ser fuente de estabilidad y oportunidades, caso de Grecia; fallos en el establecimiento de paridades que se alejaban mucho de la competitividad real de los estados miembros, que habría que revisar pues se fijaron sobre la base de un esfuerzo de convergencia que se extrapoló como permanente en el tiempo, por ejemplo España; fallos, por último y sobre todo, de no dotar las herramientas fiscales supranacionales que permitieran supervisar la permanencia temporal de unos Criterios de Maastricht que garantizaban una cierta homogeneidad entre los estados. Entramos de este modo en el siguiente punto.
  4. Carencia de un Tesoro Único y de mecanismos colectivos de financiación. El sistema de control presupuestario recientemente aprobado queda muy lejos de las necesidades actuales de integración de la UE. Pero, ¿quién es el guapo que renuncia a su soberanía fiscal, herramienta fundamental de conquista del voto? A nadar se aprende andando y a día de hoy es evidente la necesidad de un Tesoro Único Europeo con capacidad propia de captación de fondos a través de la emisión de eurobonos. A grandes males, grandes remedios. Una figura que planifique, ejecute, controle y que mantenga una visión agregada del riesgo individual y colectivo de los estados miembros. No hay que olvidar que buena parte de los problemas de la Eurozona se derivan de la exposición cruzada de sus integrantes.
  5. Renuncia a la estrategia a favor del tacticismo. Desde el inicio de la crisis los dirigentes de la Eurozona han renunciado, consciente o inconscientemente, a abordar de manera radical el problema último al que se enfrenta una parte de la periferia europea: sin estabilidad financiera es imposible abordar de manera efectiva las reformas estructurales y perentorias necesarias. El miedo a actuar de forma sistémica ha provocado que siempre se haya ido por detrás del mercado que ha sido el que ha marcado la agenda, planes de rescate y ajustes imposibles. De este modo el proceso se ha descontrolado hasta un punto que siempre hay una siguiente ficha de dominó de mayor tamaño que amenaza con caer. La Unión ha demostrado una manifiesta incapacidad para comprender su propia realidad. Algo que aún se puede corregir poniendo en marcha los mecanismos ya aprobados sin esperar a 2013.
  6. El terrible papel del Banco Central Europeo. Trichet, guardián de la ortodoxia, ha demostrado que cuando se sale de su discreto papel y trata de adoptar el de superhéroe, recuerda más al Superlópez de los comics nacionales que a los grandes personajes de las factorías americanas. Los errores de bulto cometidos desde el inicio de la crisis, en su deseo de contemporizar, le ha situado en el punto de mira tanto por el riesgo que acumula en su balance, como por el riesgo cruzado que acumulan sus bancos centrales o el riesgo de deuda soberana que acumulan sus supervisados gracias a la barra libre de liquidez al 1% primero, y al 1,5% ahora, ofrecida por él (la reiteración de sustantivo y verbo es consciente). Ha hecho un pan como unas tortas, dedicándose a tapar vías de agua antes que afrontar que el buque necesitaba un calafateado completo que cubriera de una vez por todas las grietas del sistema. El riesgo sistémico no ha desaparecido. Al contrario, parece haberse agudizado.
  7. Cuestionamiento de la transparencia y la credibilidad. Dos elementos fundamentales para la recuperación de la confianza que se encuentran en tela de juicio. El rol jugado por el Eurostat como agencia estadística europea ha sido patético, con una constante revisión al alza de los agujeros en naciones como Grecia o Portugal. No ayudan tampoco las sospechas sobre la situación de algunas regiones españolas e incluso alemanas. O la tolerancia colectiva en algunas naciones a la economía informal, muestra de descontento sobre el papel que juega el Estado. Lo mismo se puede decir de los stress tests, actualmente en manos de la European Banking Association. Que un año después de los primeros sigamos en las mismas, eso sí con la banca irlandesa quebrada tras aprobar en 2010, indica bien a las claras la escasa voluntad de resolver el problema de una vez por todas con objeto, precisamente, de defender las entidades de las naciones más fuertes. La experiencia ha demostrado que el goteo de malas noticias es criminal; la acción radical efectiva. Que tomen nota.
La tragedia que actualmente vive Europa, y que sin duda afecta a sus cimientos, es resultado de una falta de convicción conjunta en el sueño europeo más allá de la moneda común, de la ausencia de los mecanismos preventivos necesarios para evitar la aparición de fenómenos como los que ahora se están produciendo, de una falta de una firmeza en su resolución que pase por encima de los problemas individuales para afrontar los colectivos, de la inexistencia de referencias únicas, consolidadas y creíbles a las que remitirse. No es difícil concluir que, cuando ha bajado la marea, Europa se ha descubierto a sí misma en pelota picada y, lejos de correr a la orilla a coger la ropa para cubrirse, ha preferido seguir nadando mar adentro intentando cubrir sus vergüenzas. El riesgo de ahogo es palmario porque a ella, no hay quien la rescate. Es hora de grandeza o de muerte. Esperemos que, a quienes les corresponde, elijan lo primero.

Por S. McCoy  from cotizalia.com   12/07/2011

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