domingo, 15 de octubre de 2023

Este gráfico explica una hipótesis inquietante: contaminar menos dispara la temperatura



Gráfico dibujado por Nick Cowern. 
(@NickCowern en X)



Seguimos emitiendo mucho CO₂, pero menos aerosoles, partículas contaminantes que paraban la radiación solar. ¿Explica esto los récords de temperatura de 2023?




Aestas alturas ya casi no sorprende, pero los datos no dejan de ser impactantes. Hace unos días, el Servicio de Cambio Climático del programa Copernicus informó de que hemos tenido el mes de septiembre con la temperatura superficial más alta desde que hay registros: 16,38 ºC en el conjunto del planeta, lo que supone 0,93 ºC más que la media de este mes entre 1991 y 2020, y 0,5 ºC por encima del septiembre más cálido hasta ahora, el de 2020. Si nos quedamos con Europa, el panorama es mucho peor: el mes pasado tuvimos 2,51 ºC más que en el promedio y 1,1 ºC más que en 2020. No hace falta decir que estos primeros días de octubre, con temperaturas de pleno verano en la península Ibérica, confirman la tendencia y que este 2023 parece condenado a convertirse en el año más cálido de la historia.

A los científicos no les sorprende tanto el ascenso de los termómetros, que debería ser paulatino según lo previsto en los modelos de cambio climático, como el ritmo al que se están disparando este año todos los récords, tanto de temperaturas del aire como de las aguas oceánicas, especialmente, en el caso del Atlántico Norte, con desviaciones que han superado los 4 ºC en algunos puntos. ¿Qué está pasando para que de repente se haya producido este acelerón? ¿Hay algún fenómeno que no hemos tenido en cuenta?


El profesor emérito Nick Cowern, físico británico, explicaba hace unos días una sólida hipótesis con un simple gráfico dibujado en una servilleta y compartido en la red social X. En un eje puso los años. En el otro, la temperatura global, que aumenta con el paso del tiempo. Sin embargo, la clave está el centro del dibujo: una línea representa la presencia de aerosoles en la atmósfera; otra línea, su ausencia. Hasta hace poco hemos estado siguiendo la primera, pero en este 2023 acabamos de despegarnos de ella y vamos a un escenario sin aerosoles que coincide con el incremento del calor.

En este "breve esbozo para ilustrar, de manera muy cualitativa, por qué el calentamiento global se ha acelerado y seguirá haciéndolo durante años, tal vez décadas", el experto se refiere a los aerosoles antropogénicos presentes en la atmósfera, que han empezado a disminuir porque, al fin, estamos dejando de contaminar. La idea puede resultar chocante, pero en realidad es muy fácil de entender. Al quemar combustibles fósiles, emitimos CO2, que incrementa las temperaturas del planeta, pero también partículas (aerosoles) que han estado contrarrestando ese efecto. Estas partículas, fundamentalmente dióxido de azufre (SO2) procedente del azufre del carbón, del petróleo o del gas que quemamos, han empezado a reducirse. Eso es una magnífica noticia para nuestra salud, porque el aire está menos contaminado, pero al mismo tiempo tiene un efecto perverso: los gases de efecto invernadero siguen calentando nuestro mundo sin este contrapeso que lo enfriaba un poco.



El papel de los aerosoles es una incógnita

Los aerosoles no son más que diminutas partículas que "contribuyen a disminuir la temperatura, porque impiden que haya más radiación solar entrante y sirven de núcleo de condensación para la formación de nubes", explica a El Confidencial Ricardo García Herrera, catedrático de Física de la Atmósfera y director del grupo de investigación Stratospheric and Trophosferic Research and Modeling (STREAM) de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). El problema es que no se ha podido cuantificar con precisión este factor. Según el IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático), es probable que los gases de efecto invernadero hayan contribuido a un calentamiento de entre 1 °C y 2 °C; mientras que los aerosoles de origen humano lo habrían mitigado, al provocar un enfriamiento de entre 0,0 °C y 0,8 °C.

El abanico es tan amplio que va desde la nula influencia a ser un factor decisivo. ¿Por qué es tan difícil determinar cuál es su papel? "La modelización de la química de la atmósfera es más complicada que la física atmosférica", explica el profesor de la Universidad Complutense, que también fue presidente de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). "Cuando estudias los aerosoles, no solo importa cómo se desplazan, sino también cómo se forman y qué características tienen, porque proceden de distintos compuestos y tienen distintos tamaños", destaca.

placeholderEn la atmósfera terrestre está la clave. (Pexels)
En la atmósfera terrestre está la clave. (Pexels)

"La complejidad está en que esos aerosoles no se quedan simplemente flotando en la atmósfera, sino que interaccionan con el vapor de agua y otras partículas de origen natural", afirma José Miguel Viñas, meteorólogo de Meteored. Así, además de formar "una especie de filtro" que impide que parte de la radiación solar llegue hasta la superficie terrestre, "también forman parte de los procesos que dan lugar a las nubes". De hecho, en zonas muy contaminadas hay más posibilidades de que produzcan formaciones nubosas, lo que a su vez, también es un escudo contra el sol. Por eso, no es sencillo construir modelos que expliquen la influencia de los aerosoles, pero "está cobrando peso la idea de que su papel puede ser importante".


Por qué están disminuyendo estas partículas

En efecto, algunos datos recogidos por satélites y por instrumentos de medición en los océanos "empiezan a poner de manifiesto que lo que estamos observando no se podría explicar sin el efecto de estas partículas". El "salto del calentamiento global" que estamos presenciando tendría que ver con las políticas de eliminación de estos aerosoles. "Aunque no hemos conseguido frenar la quema de combustibles fósiles, el proceso de combustión no es tan contaminante como el de hace años, es decir, que emitimos muchas menos partículas de SO2, el elemento clave", asegura el meteorólogo.

placeholderLos grandes buques contaminan menos. (EFE)
Los grandes buques contaminan menos. (EFE)

A pesar de que los procesos de combustión no se han detenido —de hecho, las emisiones de CO2 alcanzaron un nuevo récord en 2022, con 37.000 millones de toneladas— el tipo de contaminación que genera ha cambiado en los últimos años. La calidad del aire que teníamos hace dos o tres décadas era muchísimo peor, especialmente en Europa, pero también en otros continentes: hasta los chinos están ganando esa batalla. Las normativas se han esforzado por eliminar las partículas de SO2 y otros contaminantes porque están directamente vinculadas con enfermedades respiratorias y cardiovasculares.

Así que ese tipo de aerosoles está desapareciendo de nuestra atmósfera, algo que está captando el sistema Copernicus. Un ejemplo muy interesante es el de los barcos que realizan grandes travesías oceánicas. "Desde hace un par de años, han reducido muchísimo la cantidad de partículas que emiten, ya que hasta ahora llevaban un combustible de baja calidad", comenta Viñas. 2Puede ser una casualidad, pero la reducción de esta contaminación ha coincidido con un gran aumento de la temperatura en el Atlántico Norte", apunta. Aunque no está demostrado, algunos expertos consideran muy probable que haya una relación directa entre ambas cosas.


placeholderTemperaturas desbocadas en otoño en Canarias. (EFE)
Temperaturas desbocadas en otoño en Canarias. (EFE)

En definitiva, seguimos alimentando el calentamiento global inyectando más CO2 en la atmósfera, pero estamos eliminando un elemento que servía de freno, impidiendo que las temperaturas se desbocaran. No obstante, tan solo esto tan solo es una hipótesis, defendida fervientemente por algunos investigadores, pero que otros aún se toman con prudencia. "Parece lo más probable", opina García Herrera, "pero la evaluación no está clara, porque todavía no tenemos estudios suficientemente finos que lo justifiquen del todo".


Otras explicaciones

De hecho, los expertos manejan otras teorías que explicarían las anomalías térmicas que estamos sufriendo recientemente. "Este año, además de la tendencia del cambio climático, tenemos el fenómeno de El Niño y eso quiere decir que hay más energía en la atmósfera", comenta el catedrático de la UCM. Mientras que El Niño se asocia a un incremento de las temperaturas globales, que en el caso de España podría incluir también más precipitaciones, el periodo anterior, la Niña, se ha venido prolongando de una forma inusual desde hace tres años hasta ahora. Sin duda, "ha ralentizado el calentamiento", apunta el experto, así que en términos relativos, el hecho de que se disparen ahora los récords no está tan alejado de lo que podían prever los modelos de cambio climático.

Los científicos, sorprendidos porque de repente se haya subido un escalón sin precedentes en la temperatura global, debaten también la influencia de otros factores. Uno de los que también genera mucha incertidumbre son los efectos del volcán Hunga Tonga y su espectacular erupción submarina en 2022. Una gigantesca columna de ceniza y humo, surgida del Pacífico Sur, alcanzó los 50 kilómetros de altura. Todo ese vapor de agua inyectado de repente en la estratosfera también puede estar provocando un cierto efecto invernadero.


placeholderEl mes de septiembre más cálido, +0,9 °C con respecto a la media de 1991-2020. (Copernicus)
El mes de septiembre más cálido, +0,9 °C con respecto a la media de 1991-2020. (Copernicus)

También existen otros fenómenos planetarios que, en mayor o menor medida, se retroalimentan entre sí. Es posible que ninguno de ellos sea decisivo o pueda explicarse sin otros fenómenos, pero sin duda deben estar contribuyendo a la rueda del cambio climático. Así, la reducción del hielo en los polos hace que el efecto albedo disminuya, es decir, que una menor cantidad de radiación solar rebota de nuevo a la atmósfera, de forma que se calienta más el suelo de estas regiones y los mares. Asimismo, cambios en las corrientes oceánicas pueden estar teniendo una influencia importante.


¿Hay que revisar las previsiones de calentamiento?

El problema es que desconocemos el peso de cada uno de esos factores. Puede que alguno de ellos tenga una importancia trascendental, capaz de impulsar por sí solo los radicales incrementos de temperatura en el conjunto del planeta estos últimos meses, o puede que sea casi insignificante. ¿Qué pasaría si la cuestión de los aerosoles es la principal? De todos los escenarios posibles, probablemente es el peor, porque significaría que hemos subestimado el potencial calentamiento global que nos espera.

El investigador Duncan Watson-Parris, experto británico que trabaja en la actualidad en la Universidad de California en San Diego (EEUU) publicó hace menos de un año en Nature Climate Change sus cálculos sobre la variación de los aerosoles hasta finales de siglo. Perder este factor supondría renunciar a los objetivos más ambiciosos para mitigar el cambio climático, algo así como "apagar el aire acondicionado" del planeta, según advertía. Sin embargo, tampoco podemos volver atrás y permitirnos el lujo de volver a emitir partículas contaminantes a la atmósfera. "Las emisiones de CO2 no han bajado y ese es el principal problema que tenemos", recuerda el profesor de la UCM, "muchos de los componentes de los aerosoles, como los óxidos de azufre, son perjudiciales para la salud y necesariamente los tenemos que seguir eliminando".

Desde el punto de vista científico, la buena noticia es que estas variaciones tan inusuales pueden permitir, al fin, establecer cuál es el verdadero papel de estas partículas o de otros factores. Es muy probable que el siguiente ciclo de evaluación del IPCC ya aparezca esta cuestión. "Estos datos que se están observando en tiempo real sirven para que los modelos mejoren", afirma Viñas.


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