- "Sin un yuan en caída, ua habría agotado su gran superávit comercial"
- 53.9000 millones de dólares se marchan de activos en esta moneda
China está viviendo su mayor éxodo de capital desde enero 2016, cuando la guerra comercial con EEUU sacudió los cimientos de la inversión. A diferencia de lo que pueda parecer esta huida masiva, esta tendencia podría favorecer los planes de China y, particularmente, los de su banco central. El regulador monetario de China anunció el viernes 20 de octubre que los bancos nacionales del país habían enviado al extranjero cerca de 53.900 millones de dólares de sus clientes. Esta salida récord ha incrementado la presión sobre un yuan asediado por las preocupaciones económicas de un país que no termina de despertar.
Goldman Sachs, por su parte, afirmó en su último informe que ellos creen que ha habido unas salidas netas de 75.000 millones de dólares, con un aumento interanual del 80%. En ese sentido, la compañía norteamericana cree que "las presiones de las salidas de capitales probablemente implicarán una depreciación persistente (en el yuan)". Esto, sumado al "diferencial de tipos de interés entre ambos países", dejará el camino preparado a un largo retroceso en la moneda nacional china.
Desde sus máximos de 2022 la moneda china se deprecia un 13,6% y los temores de futuras caídas están totalmente instalados entre los analistas y los expertos, que dan por hecho que seguirá la sangría los próximos meses por diversos factores. "Vemos más retrocesos por las peores perspectivas y, aunque el gobierno evitará una caída abrupta, un dólar fuerte implicará caídas más profundas los próximos meses" defiende Vladimir Oleinikov analista de CFA.
China, a pesar de que está achicando aguas para que las caídas no se produzcan de un modo descontrolado, se encuentra cómoda viendo cómo su divisa no para de caer. De hecho, la caída del yuan es una de las grandes esperanzas desde Pekín para salvarse de los problemas económicos que parecen cernirse sobre el gigante oriental. "El Banco Popular de China parece esencialmente contento con dejar que el aumento del dólar estadounidense impulse el cambio al alza, en medio del debilitamiento del impulso de crecimiento de China", dijo Alvin Tan, jefe de estrategia de divisas de Asia en RBC Capital Markets. "Después de todo, la depreciación de la moneda es una forma de flexibilización monetaria". Por otro lado Thomas Mathews, analista de Capital Economics deja claro que "un debilitamiento del yuan podría ser unos de los canales clave que podrían apoyar su economía".
Mientras que Europa o Estados Unidos se están encomendando a enfriar su economía ante la amenaza de la inflación, la situación de China es radicalmente opuesta. El país asiático se ha encontrado tras el despertar poscovid no solo que su economía no está resurgiendo con la potencia que esperaba, sino que una crisis inmobiliaria y una menor demanda mundial están golpeando fuertemente su economía, recortando sus previsiones.
China está en riesgo de deflación por una serie de factores únicos
El país, además, se ha encontrado al borde del 'precipicio' de la deflación, una situación muy peligrosa, pues puede paralizar la inversión y el consumo. Desde JP Morgan explican que esta tendencia "está impulsada por factores internos únicos". El banco nortemaericano explica que "un exceso de ahorro, sumado a un desplome del sector inmobiliario, los alquileres, automóviles y el descenso de la carne por exceso de oferta están añadiendo presión sobre el riesgo de deflación". Además remarca que, a diferencia de Occidente, la tasa de paro está sobre el 5%, que no es una cifra baja (respecto a su historia reciente).
El IPC de septiembre de China decepcionó al situarse, exáctamente en el 0%, tras subir solo un 0,1% el mes anterior y caer un 0,3% en julio. Desde abril el país está inmerso en un proceso de inflación raquítica que está azuzando los temores de su banco central que, mientras el mundo sube tipos, se ha embarcado en un proyecto de recortes para espolear su economía. A pesar de que en septiembre la institución monetaria se dio un descanso, en agosto emprendió un recorte sorpresa. Actualmente el precio del dinero se sitúa en el 2,5%, mínimos desde 2020, cuando la llegada del covid obligó a parar por completo a numerosas empresas y obligando al banco central a bajar tipos para acelerar la economía.
"China probablemente habría agotado su gran superávit comercial sin el apoyo del yuan y la caída de los precios de exportación"
El tercer trimestre la nación asiática creció un 1,3%, tras solo un 0,5% en el segundo. Sin embargo, las previsiones de su PIB son mucho menores de las que se esperaban a comienzos de año. "El Gobierno estableció un objetivo de crecimiento del producto interior bruto (PIB) del 5% en 2023, muy lejos de los crecimientos superiores al 10% de la década de los 2000", explican desde Finect. Estas previsiones se volvieron incluso más optimistas al salir de un momento de duras restricciones por el coronavirus. Y, además, las exportaciones han venido cayendo desde hace meses por la menor demanda internacional, uno de los principales motores del país que puede encenderse gracias a un yuan débil.
"China probablemente habría agotado su gran superávit comercial sin el apoyo del yuan y la caída de los precios de exportación" explica Alicia García Herrero, analista de Natixis. En septiembre el balance comercial de China se ha situado en los 77.830 millones de dólares, en un territorio históricamente alto, pero lejos de sus máximos de 2022 o 2023. En enero, disparando las esperanzas de una máquina exportadora desde Asia, el país llegó a tener un balance comercial de 92.000 millones de dólares.
Las exportaciones supusieron en 2022 cerca del 20% de toda la economía de China, por lo que una divisa barata que haga más atractivos sus productos puede suponer un punto de inflexión para el desarrollo económico del país en un momento muy delicado, con una crisis inmobiliaria en ciernes y un enfriamiento general.
Un descenso controlado
Pero, pese a que China celebre un yuan más débil, en ningún caso quiere que esto suceda de forma caótica y con la volatilidad disparada, sino manteniendo su divisa como un marco estable tanto para los hogares chinos, las empresas y la confianza internacional. De hecho, el Banco Popular de China ha respondido muchas veces ante esta posibilidad con fuertes intervenciones.
La última se realizó oficialmente en agosto, cuando el yuan alcanzó su nivel más bajo frente al dólar en más de 16 años. La institución monetaria entonces anunció que la venta sus divisas tenía que ser "racional y ordenada". Posteriormente, según Bloomberg, ordenó a los bancos públicos del país que realizasen grandes compras en el mercado de divisas para 'ahogar' la volatilidad de su moneda.
Según las actas de la última reunión trimestral del banco central " hay un fuerte compromiso para proteger resueltamente la economía del riesgo de fluctuaciones muy agresivas en el tipo de cambio". Aún así, analistas como los de Mizuho Securities, señalaban en una entrevista a Reuters que "a pesar de las caídas no ha usado sus herramientas más como las 'factor anticíclicas" que usó en 2017 para fijar el yuan a un punto de referencia". En ese sentido desde Mizuho creen que no habrá una intervención a gran escala a menos que haya un desmoronamiento en pocos días.