lunes, 9 de octubre de 2023

Del estrés al 'burnout': cómo conocerlos para evitar caer en sus redes



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Son estados muy frecuentes del hombre moderno. En los países desarrollados, la mitad de la población sufre estrés o está 'quemada' por los problemas cotidianos. Encarar el día a día de forma positiva es clave para evitarlos




El estrés es la respuesta del organismo a un estado de tensión excesiva y permanente que se prolonga más allá de las propias fuerzas, y es la versión moderna de la ansiedad. Se va a manifestar a través de tres planos específicos: físico, psicológico y de conducta. Dicho de otra forma, lo que le ocurre al sujeto con estrés es que se sitúa en unas condiciones de vida que llevan continuamente al borde del agotamiento.

Lleva acumulados un sobreesfuerzo constante, una tensión emocional y/o intelectual fuerte, un ritmo vertiginoso de vida, sin tiempo para nada. Aquí lo fundamental es el tipo de vida. Siempre abrumado, sobrepasado en las propias posibilidades, permanentemente desbordado, agobiado, sin un minuto libre, arrastrando un cansancio crónico. No hay tregua posible para su trabajo, ya que intenta atender de forma simultánea a demasiadas exigencias inaplazables. La consecuencia es una hiperactividad incontenible, imparable, que pretende llegar a demasiadas cosas y que acaba por no estar lo suficientemente atenta a todas y cada una de ellas.

El hombre con estrés vive en una tensión constante. Y esto afecta a todo el individuo. Lo primero que se va a ir observando es una reacción de alarma, derivada de ese estar agobiado por mil cosas. Se caracteriza por una serie muy compleja de modificaciones bioquímicas que tratan de compensar ese estado de excesiva actividad: bajo nivel de glucosa en sangre, descargas masivas de adrenalina, aumento del catabolismo general de los tejidos, etc. El cortejo sintomático está presidido por excitación cardiaca, aumento del tono muscular y otros trastornos gastrointestinales difusos.


La persona estresada pasa por tres fases: en la primera aparece la reacción de alarma; la segunda es la de la resistencia, y la última, la de agotamiento


La segunda etapa se denomina fase de resistencia. Se produce cuando ya se ha alcanzado una cierta adaptación a esa sobrecarga prolongada que pretende neutralizarlo. Persiste todo igual que al principio, lo que sucede ahora es que se eleva el nivel de resistencia por encima de lo normal. El individuo se ha acostumbrado a llevar ese ritmo trepidante de vida.

Finalmente, se llega a un tercer y último estadio: es la fase de agotamiento, tras la supervivencia de las dos primeras.


'Burnout', un uso desdibujado del original

En los últimos años, se ha popularizado la expresión "estar quemado", concepto que es menester apresar, ya que, al utilizarse con frecuencia, su significado se ha desdibujado y se emplea de forma imprecisa.

Fue descrito inicialmente por Freudenberg en 1974 de un modo más científico y riguroso: él trabajaba en una clínica para toxicómanos, observando que al año de trabajar allí la mayoría de los voluntarios sufría una pérdida de energía, cansancio físico y psicológico, con síntomas de ansiedad y depresión, a lo que se fue añadiendo poco a poco desmotivación por llevar a efecto su trabajo y una agresividad gradual con los pacientes. Poco más tarde, la psicóloga Christina Maslach estudió las respuestas emocionales de los profesionales que tras un periodo de trabajo presentaban una sobrecarga emocional o síndrome del burnout: es decir, estar quemado ante las dificultades, los sinsabores y problemas.


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Esta autora los sistematizó así: síndrome de agotamiento emocional, despersonalización y baja realización personal. Lo cual significaba lo siguiente:
  • Agotamiento emocional: cansancio físico y psicológico, con disminución de los recursos personales y una cierta pérdida de la vitalidad.
  • Deshumanización: la cual se acompañaba de despersonalización (una cierta extrañeza de uno mismo), insensibilidad en el trato, actitudes negativas y un cierto grado de distanciamiento hacia las personas que debían recibir sus servicios.
  • Falta de realización personal: con tendencias a valorar el propio trabajo de forma negativa, pérdida gradual del gusto por ese tipo de tarea, con sensaciones de insuficiencia para dicha actividad, que se acompañan de bajo nivel de autoestima y respuestas negativas hacia uno mismo.
  • Síntomas físicos de estrés: agotamiento, cansancio anterior al esfuerzo, nerviosismo, taquicardia, opresión precordial y un malestar difuso generalizado.


Reconocer las señales

Poco después, Maslach y Jackson (1981) describieron sus síntomas de forma más precisa e incluso diseñaron una escala de conducta para medirlo. Existe lo que podemos llamar una vulnerabilidad predisponente que está representada por los siguientes factores: la edad, el nivel de estudios e instrucción, neuroticismo, personas con tendencia a la responsabilidad excesiva, dificultades respecto a acontecimientos exteriores (no a ellos mismos), falta de eficacia, poca resistencia al estrés, así como falta de apoyo social y pocos recursos psicológicos para afrontar situaciones difíciles, sobre todo la tensión en el trabajo. Todo ello forma una rica constelación de elementos que facilitan que alguien caiga en este síndrome. Se da con bastante frecuencia en los profesionales de la relación de ayuda, es decir, aquellos que tienen un contacto directo persona a persona.

Hay que plantearse cómo afrontar esta situación de forma positiva, para no quedar atrapado en el burnout de manera negativa: debemos hacer un análisis detallado de lo que sucede (observación), ser consciente de los elementos con los que uno cuenta para encarar correctamente la situación que nos genera conflicto (valoración), elaborar una conducta adecuada, centrada en el problema en cuestión y tratar de dominarlo o encauzarlo (respuestas de afrontamiento), y controlar los síntomas del estrés, es decir, que las manifestaciones físicas y psicológicas puedan ir disminuyendo: taquicardia, pellizco gástrico, dificultad respiratoria, opresión precordial, temblores, hipersudoración, inquietud, desasosiego…

El trabajo es una de las piezas clave de nuestra vida (junto con el amor, la amistad, y la cultura), pero es una, una sola. Si lo que estamos haciendo no nos llena la existencia, y nos hace al contrario, nos la vacía, no estamos yendo en la dirección correcta.



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