Una cocinera prepara hamburguesas de proteína vegetal en el Salón Alimentaria. (EFE/Alejandro García)
El mayor estudio científico sobre el vegetarianismo estricto ha localizado tres genes claramente asociados a este patrón dietético. El hallazgo es muy útil para intervenciones nutricionales que mejoren la salud y para desarrollar sustitutos cárnicos
Estamos cada vez más concienciados de que tenemos que ir sacando de nuestras dietas occidentales los alimentos de origen animal y aumentar el consumo de vegetales. Es difícil no liarse con lo que incluyen o excluyen cada una de las dietas más populares (vegana, flexitariana, vegetariana, cetotariana, etc), por eso lo más práctico es simplificar y reunirlas en vegetarianas u omnívoras.
La inmensa mayoría de las personas incluimos en nuestra dieta algún alimento de origen animal, pero cada vez son más los seguidores de una opción verde. Según la Unión Vegetariana Española, solo en nuestro país habría un millón de vegetarianos, un dato que, sin embargo, esta organización considera incorrecto, ya que se basa en estimaciones poco precisas. Además, según la consultora Ipsos, una de cada cinco personas declara que no come carne.
Más que cuestión de gustos
La comida que elegimos depende de muchos factores; generalmente, el gusto manda, pero la salud, la conciencia medioambiental o motivos religiosos también están detrás de lo que comemos. Pero hay otra razón que se escapa de nuestro control: los genes.
Hace tiempo que los investigadores exploran en el campo de la genética el origen de nuestras preferencias alimentarias, con especial predominio de las relacionadas con la ingesta de vegetales. Ahora, un nuevo estudio de la Universidad de Northwestern, en colaboración con las universidades de Washington y Edimburgo, ha identificado una serie de genes que determinan la adherencia, o no, a una dieta vegetariana estricta. El trabajo, que se acaba de publicar en PLOS ONE, es, según sus autores, el primer estudio indexado -y revisado por pares- que analiza la relación entre el vegetarianismo estricto y la genética.
Los investigadores se preguntaron si todos los seres humanos pueden subsistir a largo plazo con una dieta vegetariana estricta. De la misma forma que la Unión Vegetariana Española apunta que no hay tantos vegetarianos reales como los que dicen serlo, el profesor Nabeel Yaseen, de la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad de Northwestern, y autor principal del estudio, aclara que entre el 48 y el 64% de los que se autoidentifican como vegetarianos también comen pescado y carne. Por lo tanto, "parece que hay más personas a las que les gustaría ser vegetarianos de las que realmente lo son, y creemos que es porque hay algo arraigado que a la gente le puede faltar".
Vegetarianos frente a controles
Para determinar si la genética contribuye a la capacidad de una persona para seguir una dieta vegetariana, los científicos compararon los datos genéticos del Biobanco del Reino Unido de 5.324 vegetarianos estrictos (que no consumían pescado, aves ni carnes rojas) con 329.455 controles. Todos los participantes eran caucásicos blancos con el fin de lograr una muestra homogénea y evitar confusión por origen étnico.
Varios de estos genes, incluidos dos de los tres principales, están implicados en el metabolismo de las grasas y en la función cerebral
El estudio identificó tres genes que están significativamente asociados con el vegetarianismo y otros 31 genes potencialmente asociados. Varios de estos genes, incluidos dos de los tres principales (NPC1 y RMC1), están involucrados en el metabolismo de los lípidos (grasas) y en la función cerebral.
El contenido de lípidos complejos varía mucho de las carnes a los vegetales. Esta diferencia sirve a Yaseen para “especular con que puede haber componentes lipídicos presentes en la carne que algunas personas necesitan; sin embargo, aquellas cuya genética favorece el vegetarianismo,9 tal vez sean capaces de sintetizar estos componentes de forma endógena”, una hipótesis que, según el mismo profesor aclara, es, por ahora, puramente especulativa.
Una duda que se plantea es: ¿cómo afecta la genética a quienes dejan de comer carne por razones religiosas o éticas? El profesor reconoce el peso de estas en la motivación para adoptar una dieta vegetariana, pero “nuestros datos sugieren que la capacidad de seguir dicha dieta está limitada por la genética". Con todo, confía en que “estudios futuros conduzcan a una mejor comprensión de las diferencias fisiológicas entre vegetarianos y no vegetarianos, lo que nos permitirá ofrecer recomendaciones dietéticas personalizadas y producir mejores sustitutos de la carne".
Estudio sólido, pero con limitaciones
El trabajo publicado en PLOS ONE ha sido bien recibido por otros científicos del ámbito de la nutrición y la genética, y aunque reconocen la calidad de la investigación, advierten sobre ciertas debilidades. El profesor José María Ordovás, director de Nutrición y Genómica de la Universidad de Tufts, en Boston, y miembro del IMDEA Alimentación, en Madrid, comenta que el nuevo estudio, junto a otros previos, “proporciona evidencia que apunta a la heredabilidad de las preferencias dietéticas (en este caso específico, el vegetarianismo)”, y destaca que “su singularidad es su profundo enfoque en los factores genéticos que subyacen al vegetarianismo a partir de un gran conjunto de datos del Biobanco del Reino Unido”.
En declaraciones a la agencia Science Media Centre España (SMC España), apunta que las principales limitaciones del estudio son que se basa en datos dietéticos autoinformados -que pueden introducir sesgos-, falta de diversidad en la población incluida en el trabajo o no conocer el motivo real de la elección por el vegetarianismo como patrón dietético. “Esa información hubiera sido esencial para diferenciar genes que están más relacionados con el metabolismo de lípidos o aquellos que son expresados en el cerebro”, explica Ordovás.
Marta Ribasés Haro, investigadora en el Vall d’Hebron Institut de Recerca, considera insuficiente la muestra de 5.324 vegetarianos estrictos incluidos en el trabajo liderado por Yaseen, puesto que se necesita comparar el ADN de muchas personas vegetarianas con el ADN de un grupo control no vegetariano. Por este motivo, "los resultados del estudio deben considerarse preliminares hasta ser validados en muestras de mayor tamaño que permitan determinar el papel que juega la genética en la preferencia dietética y en el mantenimiento de una dieta vegetariana”.
A pesar de las debilidades, los expertos vislumbran la utilidad de los hallazgos. Ribasés opina que si se llegan a confirmar “estos resultados preliminares”, la identificación de patrones genéticos asociados al vegetarianismo ayudará a una mejor comprensión de los mecanismos moleculares subyacentes y “permitirá definir recomendaciones dietéticas personalizadas y efectivas basadas en los perfiles genéticos de cada individuo”.
Para José María Ordovás, las principales aplicaciones prácticas son poder hacer recomendaciones dietéticas más adaptadas que lleven a mejores resultados de salud y realizar intervenciones que alivien problemas de salud derivados de las preferencias alimenticias. Además, los nuevos hallazgos pueden implicaciones clínicas sobre cómo la dieta y el metabolismo se relacionan con problemas cognitivos.
www.alimente.elconfidencial.com/nutricion/2023-10-04/ser-vegetariano-esta-en-los-genes_3747942/