- El gigante gasístico Gazprom atraviesa apuros sin su mejor cliente
- Europa está aprendiendo a vivir sin el suministro de gas ruso
- La 'joya de la corona' rusa ahora depende de una cautelosa China
El presidente de Rusia, Vladímir Putin, está viendo cómo su posiblemente mejor arma de poder e influencia internacional ha quedado prácticamente inutilizada. El gigante gasístico Gazprom, controlado por el estado ruso, atraviesa serios apuros y todas las culpas apuntan a la apuesta total del Kremlin de poner de rodillas a Europa utilizando precisamente la influencia de la empresa, 'joya de la corona' para Moscú en la última década. La decisión de cerrar el grifo del gas a Europa pensando que en el Viejo Continente se avendrían a razones ha acabado resultando contraproducente en la medida en la que deja a Gazprom suplicando a China por recuperar aunque sea una fracción del mercado perdido entre sus antiguos socios. Con este telón de fondo, Putin se reúne esta semana con el presidente chino, Xi Jinping.
Durante años, uno de los éxitos financieros de Moscú se sustentó en las exportaciones de gas a Europa, provocando que países como Alemania, locomotora económica de la región, pasase a cierto nivel de dependencia energética. Sabedor de esta dinámica, Putin quiso utilizarla para que los socios europeos no apoyasen a Ucrania. Por ello, ordenó cortar el grifo a una Europa temerosa de congelarse de frío durante el invierno. Sin embargo, más de un año y medio después es Europa la que está aprendiendo a vivir sin gas ruso y ha encontrado otros suministradores enfilando el invierno con las reservas de gas llenas. Al otro lado queda una Gazprom que ha perdido su mejor cliente y mira desesperada a China. El efecto 'boomerang' ha quedado patente.
Una de las primeras grandes campañas económicas de Putin tras tomar el poder en 2000 fue reafirmar el control sobre la enorme riqueza energética del país, lo que incluyó instalar aliados en Gazprom y recuperar activos. Luego lo convirtió en una herramienta de política exterior, convirtiendo el gas en un arma y cruzando una línea que la Unión Soviética no se atrevía a cruzar. Putin pasó años cultivando las relaciones en Europa, sobre todo cortejando al excanciller alemán Gerhard Schröder.
En el momento del ataque a Kiev del año pasado, el presidente ruso pensaba que tenía suficiente influencia para conseguir que Europa dejara de apoyar a Ucrania, según ex altos ejecutivos del gigante del gas. Al final, el tiro salió por la culata. Europa evitó la escasez gracias a un invierno inusualmente cálido, al aumento de las entregas noruegas y a los cargamentos marítimos de GNL desde terceros países. También la destrucción de demanda provocada por los altos precios rusos en un primer momento ha contribuido. Aunque el gas ruso barato sigue siendo un poderoso reclamo -y Europa sigue importando parte del GNL ruso-, la mayor parte de Europa ya ha pasado página.
A pesar de las explosiones que paralizaron los gasoductos Nord Stream el año pasado, Putin sigue considerando una opción la reactivación de los envíos a Europa. En el foro del Club Valdai celebrado hace unas semanas, dijo que Rusia estaba dispuesta a suministrar gas a través del enlace no abierto Nord Stream 2, que llega a la costa alemana del Báltico. Pero Berlín le ha echado un jarro de agua fría. El Ministerio de Economía alemán dijo que no hay ningún esfuerzo por certificar Nord Stream 2 para su funcionamiento y que las empresas del país se han diversificado con éxito alejándose de las importaciones de energía rusa.
Parece que prescindir del gas ruso ha sido un proceso menos complejo que hacerlo del petróleo del país, con Moscú habiendo desactivado en parte el tope del G-7 y la UE. "Europa puede confiar en los mercados mundiales para compensar plenamente el déficit de Rusia, igual que hizo el año pasado, pero esta vez sin pagar precios excesivos", confía Norbert Rücker, estratega de Julius Baer. Todo ello con permiso de cómo evolucione el conflicto en Oriente Próximo.
Maria Snegovaya (CSIS): "Putin parece haber calculado mal cuando aisló a Europa"
Ahora, tras años centrando las exportaciones de Gazprom en los gasoductos a Europa e invirtiendo poco en capacidad de gas natural licuado (GLN), Putin tiene opciones limitadas para el 'campeón nacional'. A espaldas de Putin, en el Kremlin reconocen que fue un error apostar por Europa y no invertir más en capacidad de exportación de GNL. En el presente, la única alternativa loable sobre el horizonte es China, el mayor mercado exterior disponible, pero el gigante asiático no llenará el gran hueco dejado por el Viejo Continente. Pekín no será un socio tan fiable como lo fue Europa.
Incluso en el mejor de los escenarios posibles para el Kremlin -con los proyectos actuales y previstos alcanzando todos su plena capacidad en el momento oportuno-, la superpotencia asiática solo representaría alrededor de dos tercios de los volúmenes que una vez fluyeron a Europa. Además, los precios serían más bajos y las entregas seguirían necesitando años e inversiones masivas para ponerse en marcha.
"Putin parece haber calculado mal cuando aisló a Europa", explica a Bloomberg Maria Snegovaya, investigadora del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), con sede en Washington. Su resumen es nítido: gran parte del mercado europeo ha quedado fuera de las manos de Rusia y la relevancia geopolítica de Gazprom parece estar en declive, diciendo adiós a la ambición de convertir a Rusia en la "superpotencia del gas".
Según el Oxford Institute for Energy Studies, las entregas a Europa son solo una fracción de lo que solían ser antes de la invasión de Ucrania por Putin, por lo que en Rusia está aumentando la presión para sustituir al que fue su mayor mercado antes de que el impacto repercuta en la economía. Pero China no tiene esa urgencia.
"No veo grandes posibilidades de que Rusia consiga un nuevo acuerdo de gas con China este año, a pesar del afán de la parte rusa", afirma Kevin Tu, director gerente de la empresa de investigación Agora Energy Transition China. Pekín ya ha aumentado las importaciones de energía rusa desde el estallido de la guerra, pero el problema de la Unión Europea con la dependencia excesiva es claramente una gran lección para el mayor importador mundial de combustibles fósiles, añade Tu. Aunque un nuevo gasoducto sería una forma útil para China de reducir la necesidad de GNL marítimo, que estaría más expuesto a las tensiones mundiales, en Pekín proceden con cautela.
En cualquier caso, por mucho alcance que tuviera el acuerdo con China, este no bastaría para devolver a Gazprom su antigua estatura. Su valor de mercado, que llegó a ser el tercero más alto del mundo, es ahora menos de la mitad del de la noruega Equinor, y los expertos ven pocas posibilidades de recuperación. "Gazprom no tiene perspectivas para los próximos 5-10 años", reconoce a Bloomberg Alexander Ryazanov, exvicepresidente de la compañía, quien añade que este año ha vendido sus acciones con pérdidas. "Es difícil llegar a un acuerdo con China, y el precio no será bueno".
Los problemas de la empresa demuestran que Rusia es vulnerable tanto a la presión internacional como a la intransigencia de Putin. En el segundo trimestre registró pérdidas, y la producción del mayor proveedor mundial cayó un 25% en el primer semestre con respecto al año anterior, hasta el nivel más bajo de sus 30 años de historia.
A pesar de la caída de las exportaciones de gas y de los ingresos, Putin se mantiene firme. "Gazprom confía en sí misma, está tranquila y está haciendo frente a la situación", declaró la semana pasada en la conferencia 'Russian Energy Week', celebrada en Moscú. La demanda china crecerá, aventuró, al tiempo que reprendía a Europa por no comprar gas ruso: "¿Por qué crearos problemas con la esperanza de que nos derrumbemos?".
Los precedentes con China
Pero los antecedentes no le acompañan. China hizo esperar a Gazprom más de una década antes de que se acordara y construyera el gasoducto Power of Siberia. En 2022 se alcanzó un acuerdo mucho menor para el suministro de gas a través de la llamada ruta del Lejano Oriente, pero el siguiente acuerdo ha resultado difícil de cerrar.
Durante meses, el gobierno ruso ha afirmado que las conversaciones con China sobre el proyectado gasoducto Power of Siberia 2 están "en su fase final", pero no han mostrado avances concretos. El proyecto contribuiría a aumentar los envíos totales de gas ruso a China hasta casi 100.000 millones de metros cúbicos, frente a los 150.000 millones de metros cúbicos que se enviaban a Europa antes de la guerra.
La incertidumbre sobre la guerra y la pérdida de la mayor parte del mercado europeo han debilitado la posición negociadora de Rusia, por lo que las conversaciones sobre un tercer enlace llevan meses estancadas y es poco probable que se llegue a un acuerdo cuando Putin y Xi se reúnan esta semana. Con todo, es muy revelador que a esta cita esté previsto que acudan Aleksei Miller e Igor Sechin, máximos dirigentes de Gazprom y Rosneft, el otro gigante energético ruso, respectivamente.
No obstante, el ambiente dentro de Gazprom es pesimista. Incluso si Pekín muestra buena voluntad hacia Putin con un acuerdo sobre el gas, no ofrecerá las mismas condiciones financieras que Europa, ha admitido un antiguo ejecutivo de la empresa bajo condición de anonimato, informa Bloomberg.
Para mantener cierto grado de influencia sobre China, Gazprom también quiere estrechar los vínculos gasísticos con Turquía y ha propuesto un centro de comercio de gas en el país. En su última reunión con el presidente Recep Tayyip Erdogan, el 4 de septiembre, Putin dijo que se estaba cerca de un acuerdo, pero desde entonces no han trascendido detalles.
Independientemente de sus ambiciones exportadoras, Gazprom es responsable de mantener abastecido el mercado interior ruso, aunque no sea rentable. El gobierno fijó este año el precio industrial en unos 5.000 rublos (51 dólares) por 1.000 metros cúbicos, menos de una octava parte de las tarifas actuales del mercado. "Gazprom ha quedado muy debilitada como arma económica", concluye Maximilian Hess, investigador del Instituto de Investigación de Política Exterior.