sábado, 15 de marzo de 2014

Baños de alquiler en Nueva York

 
 
 
A fines de febrero, Wayne Parks dio a conocer un sueño empresarial que ansiaba desde hace tiempo: una cadena de espacios para descansar en Manhattan donde miembros pagan entre US$6 y US$8 al día para guardar sus cosas, cargar sus teléfonos, bañarse y relajarse. Para su sorpresa, sin embargo, el aspecto más comentado del servicio ha sido los inodoros. "Los baños de lujo son solo una pequeña parte del plan", asegura. "¿Por qué la fascinación con el inodoro?".
 
El ejecutivo del sector de la construcción que vive en Connecticut, hace viajes frecuentes a Nueva York, por lo que está bastante familiarizado con las frustraciones de encontrar un baño limpio en la ciudad. Ese problema fue lo que, en parte, inspiró su negocio Posh Stow and Go, que lanzará en junio en Manhattan. "No soporto los baños sucios", dice.
 
Parks se ha convertido en un experto en la historia del alquiler de baños en Nueva York. Hasta la década de los años 70, las estaciones de gasolina y los restaurantes abiertos 24 horas ofrecían baños que operaban con monedas. Luego, apareció el Comité para Acabar con el Alquiler de Baños en Estados Unidos, que argumentaba que la práctica era discriminatoria porque los hombres podían usar urinales gratuitos mientras que las mujeres debían pagar por baños completos. En 1975, la práctica fue prohibida en Nueva York.
 
Desde entonces, la capital del mundo ha hecho esfuerzos por lanzar su propio programa de alquiler de baños. En 2008, anunció un plan para instalar 20 que se limpiaban de forma automática, en conjunto con Cemusa, un contratista privado que comparte ingresos por publicidad de su mobiliario urbano, como paraderos. Pero la ciudad no encontró ubicaciones idóneas. Hoy en día, solo hay tres de estos baños.
 
El más popular, que recibe unos 75 visitantes al día, está en la esquina de la Avenida Madison con la calle 23. La construcción metálica de US$500.000 parece una mezcla entre un congelador de carnes y una nave espacial. Un letrero en su exterior advierte que el usuario tiene un límite de "15 minutos". Otro señala "Prohibido fumar".
 
Decidí probarlo y todo iba bien hasta que intenté salir. Presioné el botón verde de salida. Nada. Lo volví a apretar. Nada. Golpeé la puerta y grité con la esperanza de que un peatón me rescatara. Incluso probé el botón amarillo de asistencia. El teléfono timbró, pero nadie contestó.
 
No había nada que hacer más que esperar. Revisé unos cuantos correos electrónicos, busqué en Internet si otros usuarios habían compartido sus experiencias. Uno había escrito: "¡Realmente genial!". Otro: "Parece una prisión mojada". Eso diría yo.
 
Sentí alivio cuando una luz amarilla empezó a alumbrar, lo que indicaba que mis 15 minutos estaban a punto de cumplirse. La puerta finalmente se abrió. Salí ilesa, pero en general, cuando uso un baño, me gusta decidir cuándo puedo salir.
 
Una vocera de Cemusa dijo que nadie había quedado atrapado antes: "Para nuestra suerte, usted fue la primera".
 
Para muchos neoyorquinos, el baño de preferencia está en un Starbucks, la popular cadena de cafeterías cuyos locales cuentan con baños individuales. De hecho, hubo una especie de pánico en 2011 cuando un grupo de trabajadores de la cadena en Manhattan empezó a cerrar con llave los inodoros.
 
Pero hay otras opciones. El sitio web de la oficina de turismo de la ciudad, NYC & Company, tiene una página con la lista de lugares donde se puede usar el baño en Manhattan. "Las estaciones del Departamento de Policía lo dejarán usar el baño si lo pide", dice.
 
También hay aplicaciones gratuitas para teléfonos que ofrecen mapas de baños públicos en la ciudad. Probé tres y encontré que SitOrSquat era la más completa, con una lista de más de 3.000 ubicaciones.
Entonces, ¿cuál es el mejor baño público en Nueva York? Algunos dicen que el de la tienda por departamentos Henri Bendel en la Quinta Avenida, que ofrece baños del tamaño de un pequeño apartamento y una salita con un sofá de cuero y libros de arte y fotografía para ojear.
 
Los baños de Bryant Park también tienen su encanto. Localizados en un pequeño edificio de piedra en la Calle 42 que luce intimidantemente como un mausoleo, están adornados con flores frescas, cuentan con música clásica y tienen un auxiliar que trabaja a tiempo completo. Los dispensadores automáticos que cubren el borde del inodoro son, en particular, emocionantes.
 
Pero para mí, el mejor es el baño para discapacitados dentro del Rose Club del lobby del Hotel Plaza. Con artículos de baño Miller Harris y flores frescas, el discretamente iluminado baño de mármol ofrece lavamanos privado, mesa para cambiarse y un espejo ornamentado dorado.


Por ANNE KADET   Updated March 13, 2014, 2:16 p.m. ET

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