Según Kahneman, estamos convencidos de que nos maneja la razón, 
pero el sistema intuitivo es más fuerte.
Todos los días tomamos miles de decisiones, grandes y pequeñas, 
y detrás de todas ellas hay una poderosa batalla en nuestra mente: la intuición 
contra la lógica.
Ese conflicto afecta todos los aspectos de la vida, desde lo que comemos 
hasta lo que creemos; pasando por a quién amamos u odiamos y, particularmente, 
cómo manejamos el dinero.
Muchos pensamos que como especie somos muy inteligentes. Estamos convencidos 
de que somos criaturas sabias y racionales.
Pero eso es, en gran parte, una ilusión: la parte intuitiva es más poderosa 
de lo que pensamos.
Y tenemos que asumir ese hecho.
Daniel Kahneman, de la Universidad de Princeton, en Estados Unidos, 
revolucionó nuestra concepción de la mente humana, y por ello recibió un premio 
Nobel.
Lo hizo observando las decisiones ilógicas que tomamos en la vida real. No 
las fortuitas sino las sistemáticas, que todos tomamos, todo el tiempo, sin 
darnos cuenta.
Para empezar a entender
Kahneman y Tversky notaron que efectivamente tenemos dos sistemas de 
pensamiento.
"El ejemplo más sencillo de los dos sistemas es 2+2 a un lado y 17x24 al 
otro", asegura Kahneman.
"¿Cuánto es 2+2? 4. El rápido sistema 1 siempre está listo para producir 
respuestas instantáneas. Un número se te viene a la mente. Es algo que sucede, 
como un reflejo".
"Pero, ¿cuánto es 17x24? Eso es otra cosa. Cuando tenemos que prestarle 
atención a un problema complicado, recurrimos al lento pero lógico sistema 2, 
que no es automático: es laborioso", le explica a la BBC.
Así que por un lado, está el sistema 2, la parte deliberada y lógica de 
nuestra mente, que es capaz de analizar un problema y encontrar una respuesta 
racional. Pero requiere de esfuerzo y concentración.
Hasta el acto de caminar es suficiente para ocupar la mayor parte de nuestra 
mente atenta. Trate de contar de 100 a 1, restando 7 cada vez mientras está 
caminando. 93... 86... 79...
Mientras lo hace, señala Kahneman "habrá síntomas fisiológicos: su ritmo 
cardíaco se acelerará, sus pupilas se dilatarán...", y probablemente tendrá que 
detenerse, hasta cerrar los ojos, pues su mente no puede hacer las dos tareas al 
mismo tiempo.
El sistema 2 es la parte de nuestra mente de la que estamos conscientes, "es 
lo que usted piensa que usted es, la voz en su cabeza". Es experta en la 
resolución de problemas pero es lenta, requiere una enorme cantidad de energía y 
es extremadamente perezosa.
Sin embargo el otro sistema en la mente, que es intuitivo, rápido y 
automático, es increíblemente poderoso. Tanto, que es responsable de casi todo 
lo que decimos, hacemos, pensamos y creemos.
Y, sin embargo, uno no se da cuenta de que es así. Es un piloto automático 
escondido y tiene una mente propia. A veces se le conoce como "el extraño que 
llevamos adentro".
Casi todo el tiempo, nuestra mente rápida e intuitiva está en control, 
encargándose eficientemente de las miles de decisiones que tomamos a diario.
El problema viene cuando permitimos que esa mente intuitiva tome decisiones 
que realmente deberían pasar por nuestro sistema lento y lógico. Es entonces 
cuando erramos.
Acción y luego explicación
Pero un sólo error no revela mucho. Lo revelador fue descubrir que nuestra 
forma de pensar está plagada de errores sistemáticos conocidos por los 
psicólogos como "sesgos cognitivos", que afectan todo lo que hacemos.
Nos hacen gastar impulsivamente, permiten que nos dejemos influir por lo que 
piensan los otros; afectan nuestras creencias, nuestras opiniones y nuestras 
decisiones... y no tenemos ni idea de que eso está pasando.
Puede ser difícil de creer, pero eso es sólo porque nuestra mente lógica es 
una experta en inventar historias.
La mayoría de nuestras creencias y opiniones vienen de una respuesta 
automática pero, luego, nuestra mente lógica se inventa una razón por la cual 
pensamos o creemos algo.
Según Daniel Kahneman, "si pensamos que tenemos razones para creer en lo que 
creemos, usualmente estamos equivocados. Nuestras convicciones, nuestros deseos 
y nuestras esperanzas no están siempre anclados a la razón".
Sesgos y más sesgos
Desde que Kahneman y Tversky empezaron a investigar esta radical visión de la 
mente, la lista de sesgos cognitivos identificados ha crecido 
considerablemente.
El sesgo presente, por ejemplo, provoca que le prestemos atención a lo que 
está pasando ahora sin que nos preocupe el futuro.
Si le ofrezco media caja de chocolates en un año o una caja entera en un año 
y un día, probablemente usted escogerá esperar un día más. Pero si le ofrezco 
media caja de chocolates hoy o una entera mañana, lo más probable es que usted 
aproveche lo que le estoy ofreciendo ya mismo.
Esperar un día extra dentro de un año parece insignificante, pero hacerlo 
cuando enfrentamos una promesa inmediata de chocolates, parece imposible.
De acuerdo con Dan Ariely, de la Universidad Duke en California del Norte, 
ese es uno de los sesgos más importantes: "Es el sesgo que nos lleva a cosas 
como comer en exceso, fumar, enviar mensajes de texto al tiempo que manejamos el 
auto y tener relaciones sexuales sin protección", le dice a la BBC.
También está el sesgo negativo, que significa que los eventos negativos son 
más fáciles de recordar que los positivos. Implica que por cada pelea que uno 
tiene en una relación, se necesitan cinco memorias positivas para mantener el 
equilibrio.
El sesgo de la confirmación es la tendencia a buscar información que confirma 
lo que ya creemos. Es por eso que compramos los diarios que concuerdan con 
nuestras opiniones. Pero también es por eso que a menudo ignoramos evidencia que 
tenemos al frente de nuestros ojos.
Vida o muerte
¿Qué pasa en el caso de expertos entrenados para tomar decisiones cuyas 
consecuencias son de vida o muerte? ¿Están destinados a cometer los mismos 
errores sistemáticos?
Donald Kretz está llevando a cabo una serie de experimentos para investigar 
si los agentes de inteligencia son tan proclives a cometer errores debido a los 
sesgos cognitivos como el resto de nosotros o si su experiencia los hace 
inmunes.
"Trabajé varios años como analista de inteligencia. Las decisiones son muy 
arriesgadas. A menudo los errores resultan en muertes", le dice a la BBC.
"Típicamente no es cierto que haber sido entrenado como analista provee las 
herramientas necesarias para superar los sesgos cognitivos. Uno puede aprender 
técnicas para mejorar la memoria o concentrarse mejor, pero las técnicas para 
eliminar los sesgos cognitivos sencillamente no funcionan", apunta.
Para los analistas de inteligencia, las implicaciones son drásticas.
Y el sesgo de confirmación es uno de los más peligrosos.
"Informes de gobiernos y estudios hechos en la última década han citado a 
expertos que creen que los sesgos cognitivos pueden haber jugado un papel 
crítico en varias fallas de inteligencia importantes, y sin embargo sigue siendo 
un problema poco explorado", señala Kretz.
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Fuera del mundo del espionaje, estos sesgos explican muchas de las cosas que 
hacemos mal. Gastar por impulso. Confiar en personas equivocadas. No tener en 
cuenta otros puntos de vista. Sucumbir a la tentación.
"Hay una manera de hacer las cosas bien y muchas de hacerlas mal, y tendemos 
a ir por las últimas", bromea Ariely.
Estamos tan plagados de sesgos que es difícil creer que alguna vez tomamos 
una decisión racional.
Pero el área de nuestras vidas en la que estos errores sistemáticos causan 
más estragos es en la del dinero.
Lo que Kahneman descubrió sobre la manera en la que tomamos decisiones cuando 
hay dinero de por medio fue clave.
Perder y ganar
Todo gira en torno a una diferencia crucial en la manera en la que 
respondemos cuando ganamos y perdemos, y a nuestra disposición a 
arriesgarnos.
He aquí dos escenarios. En ambos hay US$20 en juego:
En el primero, le regalan a una persona un billete de US$10. Luego tiene que 
decidir cuánto más quiere ganar.
Puede escoger entre la opción segura: que le regalen otros US$5 y ya; o puede 
arriesgarse y apostar a que una moneda cae en cara: si le atina, le darán US$10, 
si no, nada.
La mayoría de gente a la que se le presentan estas opciones, eligen la 
segura, prefiriendo asegurarse los US$5.
El segundo caso, le entregan a una persona US$20. Esta vez la elección está 
entre devolver US$5 o apostar a la moneda. Si sale cara, no pierde nada, pero 
sale sello, pierde US$10.
En este caso, la mayoría de la gente se arriesga.
A pesar de que el lógico y razonable sistema 2 probablemente podría darse 
cuenta de que en ambos escenarios el resultado es el mismo -quedarse con US$15 o 
arriesgarse y terminar con US$10 o US$20-, es muy perezoso.
En su lugar, el rápido sistema 1 hace un cálculo aproximado... y a este 
sistema, no le gusta perder.
En el corazón de todo esto está un sesgo conocido como la aversión a la 
pérdida, que afecta muchas de nuestras decisiones financieras.
Kahneman notó que sentimos el dolor de la pérdida mucho más que el placer de 
la ganancia.
Además, cuando pensamos que estamos ganando, no nos arriesgamos, pero cuando 
enfrentamos pérdidas, la verdad es que somos un poco insensatos.
Perder en grande
Esta aversión a la pérdida no sólo afecta a gente que hace apuestas casuales 
de US$5; puede afectar a cualquiera en cualquier momento, incluso a quienes 
trabajan en el complejo sistema de las altas finanzas, en el que se comercia con 
billones de dólares.
"Hoy en día tenemos tanto la manera como el motivo para cometer graves 
errores", señala el psicólogo Hersh Shefrin, quien está empezando a abrirse un 
espacio en Wall Street.
"Yo creo que la crisis financiera hizo que se entendiera que la gente es 
mucho más vulnerable a los escollos psicológicos de lo que se pensaba 
antes".
Entender esos escollos condujo a la creación de una nueva rama de la 
Economía: economía conductual.
"Básicamente, la psicología humana es demasiado defectuosa para pensar que 
podemos evitar una crisis", sentencia Shefrin, en conversación con la BBC.
Una dificultad con la visión tradicional económica es que tiende a asumir que 
todos tomamos decisiones racionales. La realidad parece ser muy diferente. Y fue 
por eso que Kahneman recibió el premio Nobel: no por Psicología (no existe ese 
premio), sino por Economía.
Póngase a prueba
1. Escoja entre recibir US$900 o tener una posibilidad del 90% de 
recibir US$1.000
A- Recibir US$900
B- 90% de chance de recibir US$1.000
2. Escoja entre perder US$900 o tener el 90% de probabilidad de 
perder US$1.000
A- Perder US$900
B- 90% de chance de perder US$1.000
Si respondió primero A y luego B, está entre la mayoría. Los resultados de 
esta prueba le sirvieron a Kahneman y Tveresky para desarrollar la que se conoce 
como la teoría de las perspectivas: cuando la gente tiene la posibilidad de 
recibir ganancias, evitan el riesgo; cuando la posibilidad es perder, se 
arriesgan.
Toby Macdonald   Programa Horizon, BBC   Última actualización: Domingo, 9 de marzo de 2014 

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