miércoles, 19 de marzo de 2014

¿Por qué adoptan los animales?

 
 
 
Se han visto casos de monos capuchinos cuidando a bebés de otras especies.
 
 
 
¿Es adoptar una cría un acto de bondad o de idiotez? Si se lo tomara desde una perspectiva puramente evolucionista, parecería ser lo segundo.
 
Para los padres adoptivos existen grandes riesgos y ninguna posibilidad de pasar sus genes. Los científicos se han interesado durante mucho tiempo en la adopción porque pareciera ser un acto enteramente altruista.
 
Sin embargo, esto es particularmente sorprendente en animales, ya que no cuentan con las influencias culturales que nosotros tenemos. Por lo tanto, ¿podría explicarse por qué es tan común la adopción en los animales si se la observara más de cerca?
Uno de los lugares más impactantes para presenciar la adopción en el reino animal es la isla Año Nuevo, ubicada a menos de un kilómetro de la rocosa costa de California. Esta isla es la anfitriona anual de la temporada de reproducción de cientos de elefantes marinos del norte.
Desde 1976, la bióloga marina Marianne Riedman y su colega Burney Le Boeuf han estudiado la adopción entre las focas y por qué sucede.
 
Es una playa atestada, con mal clima, mareas altas y oleaje violento, lo que tal vez explique por qué entre un cuarto y dos tercios de los cachorros se separan cada año de sus madres al menos una vez, o a veces para siempre.
Los investigadores contaron un total de 572 cachorros huérfanos durante el transcurso de cuatro temporadas de reproducción consecutivas. Riedman se refirió a los adoptados como "crías ajenas".
Curiosamente, algunas focas eran más propensas que otras a volverse padres adoptivos. Por un lado, todos los padres adoptivos eran hembras.
Eso puede que no sea sorprendente, tal vez porque la motivación de los huérfanos en busca de cuidados es su necesidad de amamantamiento.
Sin embargo, entre las hembras, la madre sustituta más común era aquella que perdió a su propio cachorro. ¿Por qué será esto? Una razón posible es que adoptar ayudaría a las hembras a reproducirse en el futuro.
Amamantar con regularidad puede inducir la ovulación, lo cual volvería a la madre más apta para dar a luz a su propia cría en la temporada siguiente. La evidencia que respalda esta explicación no es muy firme, pero al menos la hipótesis es lógica.
 

En busca de un nido ajeno

Otra posibilidad es que el comportamiento y la psiquis de las madres estén preparadas para cuidar de sus cachorros inmediatamente luego del nacimiento. Entonces, al carecer de su propia cría, la motivación de brindar cuidados maternales se vuelca hacia los cachorros con los que no tienen parentesco. El biólogo George C. Williams llama a este fenómeno "función reproductiva despistada".
Otra forma común de adopción tiene lugar cuando una hembra que jamás ha dado a luz cuida de una cría con la que no tiene parentesco. Riedman especula que dichas hembras pueden obtener experiencia maternal para incrementar sus habilidades como madre. Entonces, después de todo, adoptar tal vez tenga sus beneficios.
 
Las crías de elefante marino tampoco son las únicas en tener padres adoptivos. De hecho, esto es muy común entre las aves. Muchos polluelos abandonan intencionalmente el nido en que nacieron en busca de adopción temporal o completa.
Este "cambio de nido" fue visto en aves marinas como la gaviota y el charrán o golondrina de mar, así como en las cigüeñas, las aves de rapiña y ciertas especies de garzas.
Tomemos por ejemplo a la cigüeña blanca. En una temporada de reproducción, los biólogos de la Universidad de Córdoba, España, observaron el cambio de nidos en un 40% de las camadas, a lo largo de tres colonias distintas de cigüeñas blancas.
El hecho de que los polluelos busquen nuevos aposentos tiene sentido, ya que se beneficiarían de períodos más prolongados de cuidados parentales.
Si se mudaran a nidos con menos polluelos o polluelos más jóvenes que en su antiguo hogar, entonces podrían recibir más alimento al ganarle fácilmente la competencia a sus hermanos adoptivos pequeños.
Entonces, ¿por qué permitirían los padres adoptivos al intruso en sus nidos, especialmente en detrimento de sus propias crías? Podría ser que la evolución simplemente no les ha otorgado a los padres la capacidad de distinguir entre sus polluelos y los extraños.
Esta falta de habilidad para distinguir se nota especialmente en las gaviotas de pico anillado del Lago Erie, en Estados Unidos.
 
Para ellas son comunes las invasiones de nidos, pero, a diferencia de las cigüeñas blancas, los padres adoptivos incurren en un gran costo: sólo la mitad de sus propios polluelos llega a la edad de echar plumas en comparación a las gaviotas que no adoptaron.
Dado que adoptar supone semejantes riesgos, ¿por qué la evolución no les otorgó a estas aves una mejor capacidad de identificar –y rechazar- a los intrusos? El biólogo Kevin Brown de la Universidad de Nueva York cree que el costo sería aún más alto.
"Si el costo por rechazar a una de sus propias crías es mayor al de aceptar un polluelo extraño", escribió en la revista especializada Animal Behaviour, "la selección natural favorecerá la aceptación universal de los polluelos en el nido". En otras palabras, tal vez sea mejor desperdiciar recursos en infiltrados ajenos que rechazar accidentalmente uno de los propios polluelos.
La adopción también es relativamente común entre los primates no humanos. Se ha observado en losmonos aulladores rojos de Venezuela, losguigós de frente negray losmonos araña lanudosde Brasil e incluso en los chimpancés.
Sin embargo, en todos estos casos la adopción tiene lugar dentro de la especie: las cigüeñas adoptan polluelos de cigüeña y los monos aulladores adoptan crías de monos aulladores.
En cautiverio existen ocasionalmente las adopciones entre especies, como entre los monos Rhesus y los macacos japoneses o entre diferentes tipos de monos tití. Sin embargo, estas especies están estrechamente vinculadas y tienen comportamientos similares.
 

Un tití "disfrazado" de mono capuchino

Debido a esto, la adopción más impactante en el entorno salvaje fue entre especies de monos completamente diferentes. En 2004, los investigadores hallaron a una cría de mono tití viajando con un grupo de monos capuchinos en la reserva natural de Boa Vista, en Brasil. Durante al menos 14 meses, el tití fue criado por su grupo capuchino adoptivo, alternando entre dos hembras adoptivas principales.
Una de las razones por la cual la adopción fue tan sorprendente es porque los monos tití y los capuchinos son muy diferentes. Por un lado, un capuchino adulto pesa 3-4kg, pero un tití adulto pesa, como máximo, 500g. Además, ambas especies tienen diferentes hábitos alimenticios y diferentes estilos de crianza.
A pesar de esas diferencias, el joven tití se integró por completo a su grupo social adoptivo.
"Viajaba y se alimentaba con el grupo, respondía a los gritos de alarma de los demás miembros del grupo y participaba en los juegos", escribieron los investigadores en su estudio publicado en American Journal of Primatology.
Durante las sesiones de juego social con su peculiar compañero, los capuchinos jóvenes adaptaban la fuerza de sus movimientos para compensar la talla y fuerza del diminuto tití.
 
También, los capuchinos adultos, incluido el macho dominante, se mostraban extremadamente tolerantes con el impostor. El marmoset observaba con paciencia a los adultos cascar nueces entre dos rocas y robaba ocasionalmente un bocado, tal como lo haría un capuchino joven.
Pero él (o ella) era sólo un tití disfrazado de capuchino. Los capuchinos se trasladan saltando de árbol a árbol. Debido a su tamaño, el mono tití solía tener problemas para seguirles el ritmo, pero los capuchinos ignoraban sus gritos de auxilio, a pesar de poder oírlos. Al igual que en muchas adopciones humanas, la coincidencia no es siempre perfecta.
¿Cómo tuvo lugar esta adopción? Es probable que los capuchinos adultos estuvieran simplemente predispuestos a cuidar de primates más jóvenes. Además, ellos son en primer lugar extremadamente tolerantes con los pequeños y también, debido al minúsculo tamaño del monito en comparación a los capuchinos, no debían sacrificar tanto de su alimento para que sobreviviera.
Una hembra capuchina apenas hubiera notado a un pequeño tití colgado de su pelaje, lo cual permite asumir que la cría no la retrasaba en absoluto.
Pareciera que el impulso de cuidar de los infantes desamparados es relativamente universal entre las especies que cuidan de sus pequeños, e incluso entre diferentes animales. ¿De qué otra forma se podría explicar la obsesión de nuestra propia especie con los cachorritos, gatitos y demás bebés animales?

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