Se han visto casos de monos capuchinos cuidando a bebés de otras especies.
¿Es adoptar una cría un acto de bondad o de idiotez? Si se lo 
tomara desde una perspectiva puramente evolucionista, parecería ser lo 
segundo.
Para los padres adoptivos existen grandes riesgos y ninguna posibilidad de 
pasar sus genes. Los científicos se han interesado durante mucho tiempo en la 
adopción porque pareciera ser un acto enteramente altruista.
Sin embargo, esto es particularmente sorprendente en animales, ya que no 
cuentan con las influencias culturales que nosotros tenemos. Por lo tanto, 
¿podría explicarse por qué es tan común la adopción en los animales si se la 
observara más de cerca?
Uno de los lugares más impactantes para presenciar la adopción en el reino 
animal es la isla Año Nuevo, ubicada a menos de un kilómetro de la rocosa costa 
de California. Esta isla es la anfitriona anual de la temporada de reproducción 
de cientos de elefantes marinos del norte.
Desde 1976, la bióloga marina Marianne Riedman y su colega Burney Le Boeuf 
han estudiado la adopción entre las focas y por qué sucede.
Es una playa atestada, con mal clima, mareas altas y oleaje violento, lo que 
tal vez explique por qué entre un cuarto y dos tercios de los cachorros se 
separan cada año de sus madres al menos una vez, o a veces para siempre.
Los investigadores contaron un total de 572 cachorros huérfanos durante el 
transcurso de cuatro temporadas de reproducción consecutivas. Riedman se refirió 
a los adoptados como "crías ajenas".
Curiosamente, algunas focas eran más propensas que otras a volverse padres 
adoptivos. Por un lado, todos los padres adoptivos eran hembras.
Eso puede que no sea sorprendente, tal vez porque la motivación de los 
huérfanos en busca de cuidados es su necesidad de amamantamiento.
Sin embargo, entre las hembras, la madre sustituta más común era aquella que 
perdió a su propio cachorro. ¿Por qué será esto? Una razón posible es que 
adoptar ayudaría a las hembras a reproducirse en el futuro.
Amamantar con regularidad puede inducir la ovulación, lo cual volvería a la 
madre más apta para dar a luz a su propia cría en la temporada siguiente. La 
evidencia que respalda esta explicación no es muy firme, pero al menos la 
hipótesis es lógica.
En busca de un nido ajeno
Otra posibilidad es que el comportamiento y la psiquis de las madres estén 
preparadas para cuidar de sus cachorros inmediatamente luego del nacimiento. 
Entonces, al carecer de su propia cría, la motivación de brindar cuidados 
maternales se vuelca hacia los cachorros con los que no tienen parentesco. El 
biólogo George C. Williams llama a este fenómeno "función reproductiva 
despistada".
Otra forma común de adopción tiene lugar cuando una hembra que jamás ha dado 
a luz cuida de una cría con la que no tiene parentesco. Riedman especula que 
dichas hembras pueden obtener experiencia maternal para incrementar sus 
habilidades como madre. Entonces, después de todo, adoptar tal vez tenga sus 
beneficios.
Las crías de elefante marino tampoco son las únicas en tener padres 
adoptivos. De hecho, esto es muy común entre las aves. Muchos polluelos 
abandonan intencionalmente el nido en que nacieron en busca de adopción temporal 
o completa. 
Este "cambio de nido" fue visto en aves marinas como la gaviota y el charrán 
o golondrina de mar, así como en las cigüeñas, las aves de rapiña y ciertas 
especies de garzas.
Tomemos por ejemplo a la cigüeña blanca. En una temporada de reproducción, 
los biólogos de la Universidad de Córdoba, España, observaron el cambio de nidos 
en un 40% de las camadas, a lo largo de tres colonias distintas de cigüeñas 
blancas.
El hecho de que los polluelos busquen nuevos aposentos tiene sentido, ya que 
se beneficiarían de períodos más prolongados de cuidados parentales.
Si se mudaran a nidos con menos polluelos o polluelos más jóvenes que en su 
antiguo hogar, entonces podrían recibir más alimento al ganarle fácilmente la 
competencia a sus hermanos adoptivos pequeños.
Entonces, ¿por qué permitirían los padres adoptivos al intruso en sus nidos, 
especialmente en detrimento de sus propias crías? Podría ser que la evolución 
simplemente no les ha otorgado a los padres la capacidad de distinguir entre sus 
polluelos y los extraños.
Esta falta de habilidad para distinguir se nota especialmente en las gaviotas 
de pico anillado del Lago Erie, en Estados Unidos.
Para ellas son comunes las invasiones de nidos, pero, a diferencia de las 
cigüeñas blancas, los padres adoptivos incurren en un gran costo: sólo la mitad 
de sus propios polluelos llega a la edad de echar plumas en comparación a las 
gaviotas que no adoptaron.
Dado que adoptar supone semejantes riesgos, ¿por qué la evolución no les 
otorgó a estas aves una mejor capacidad de identificar –y rechazar- a los 
intrusos? El biólogo Kevin Brown de la Universidad de Nueva York cree que el 
costo sería aún más alto.
"Si el costo por rechazar a una de sus propias crías es mayor al de aceptar 
un polluelo extraño", escribió en la revista especializada Animal 
Behaviour, "la selección natural favorecerá la aceptación universal de los 
polluelos en el nido". En otras palabras, tal vez sea mejor desperdiciar 
recursos en infiltrados ajenos que rechazar accidentalmente uno de los propios 
polluelos. 
La adopción también es relativamente común entre los primates no humanos. Se 
ha observado en losmonos aulladores rojos de Venezuela, losguigós de frente 
negray losmonos araña lanudosde Brasil e incluso en los chimpancés.
Sin embargo, en todos estos casos la adopción tiene lugar dentro de la 
especie: las cigüeñas adoptan polluelos de cigüeña y los monos aulladores 
adoptan crías de monos aulladores.
En cautiverio existen ocasionalmente las adopciones entre especies, como 
entre los monos Rhesus y los macacos japoneses o entre diferentes tipos de monos 
tití. Sin embargo, estas especies están estrechamente vinculadas y tienen 
comportamientos similares.
Un tití "disfrazado" de mono capuchino
Debido a esto, la adopción más impactante en el entorno salvaje fue entre 
especies de monos completamente diferentes. En 2004, los investigadores hallaron 
a una cría de mono tití viajando con un grupo de monos capuchinos en la reserva 
natural de Boa Vista, en Brasil. Durante al menos 14 meses, el tití fue criado 
por su grupo capuchino adoptivo, alternando entre dos hembras adoptivas 
principales.
Una de las razones por la cual la adopción fue tan sorprendente es porque los 
monos tití y los capuchinos son muy diferentes. Por un lado, un capuchino adulto 
pesa 3-4kg, pero un tití adulto pesa, como máximo, 500g. Además, ambas especies 
tienen diferentes hábitos alimenticios y diferentes estilos de crianza.
A pesar de esas diferencias, el joven tití se integró por completo a su grupo 
social adoptivo.
"Viajaba y se alimentaba con el grupo, respondía a los gritos de alarma de 
los demás miembros del grupo y participaba en los juegos", escribieron los 
investigadores en su estudio publicado en American Journal of 
Primatology. 
Durante las sesiones de juego social con su peculiar compañero, los 
capuchinos jóvenes adaptaban la fuerza de sus movimientos para compensar la 
talla y fuerza del diminuto tití.
También, los capuchinos adultos, incluido el macho dominante, se mostraban 
extremadamente tolerantes con el impostor. El marmoset observaba con paciencia a 
los adultos cascar nueces entre dos rocas y robaba ocasionalmente un bocado, tal 
como lo haría un capuchino joven.
Pero él (o ella) era sólo un tití disfrazado de capuchino. Los capuchinos se 
trasladan saltando de árbol a árbol. Debido a su tamaño, el mono tití solía 
tener problemas para seguirles el ritmo, pero los capuchinos ignoraban sus 
gritos de auxilio, a pesar de poder oírlos. Al igual que en muchas adopciones 
humanas, la coincidencia no es siempre perfecta.
¿Cómo tuvo lugar esta adopción? Es probable que los capuchinos adultos 
estuvieran simplemente predispuestos a cuidar de primates más jóvenes. Además, 
ellos son en primer lugar extremadamente tolerantes con los pequeños y también, 
debido al minúsculo tamaño del monito en comparación a los capuchinos, no debían 
sacrificar tanto de su alimento para que sobreviviera.
Una hembra capuchina apenas hubiera notado a un pequeño tití colgado de su 
pelaje, lo cual permite asumir que la cría no la retrasaba en absoluto.
Pareciera que el impulso de cuidar de los infantes desamparados es 
relativamente universal entre las especies que cuidan de sus pequeños, e incluso 
entre diferentes animales. ¿De qué otra forma se podría explicar la obsesión de 
nuestra propia especie con los cachorritos, gatitos y demás bebés animales?
Jason G. Goldman  BBC   18/03/2014

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