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Los días del nuevo calendario ponen a muchos nerviosos y un poco intranquilos ante lo que está por venir. ¿Cómo convertir esta emoción tan de nuestro tiempo en positiva?
Como cada comienzo de año, se repite una escena cotidiana en muchos hogares españoles: la de poner el calendario del nuevo año en los frigoríficos y paredes del hogar. Este suceso, aparentemente insignificante y rutinario, esconde una verdad que remite a la propia consciencia y control del tiempo. Por delante quedan otros 365 días (en este caso, al ser 2024 bisiesto, serán 366) que llenar de retos, expectativas y experiencias.
Como si fuera una camisa o pantalón a estrenar, tenemos que encajar dentro de este nuevo año de la mejor forma posible, lo que también lleva a muchos a dejarse comer por una sensación que podríamos decir que es sustancial a los tiempos que nos ha tocado vivir: la incertidumbre. Las estanterías de las librerías están llenas de títulos que tratan esta emoción desde todos los puntos de vista, sea filosófico, social o económico. Si algo nos garantizó la pandemia de coronavirus, es que no hay nada seguro y en cualquier momento todo puede pasar.
Entonces, al ver todo ese cúmulo de días en el porvenir, es fácil caer en una espiral de pensamientos negativos si, sobre todo, el año anterior tampoco nos satisfizo o, por desgracia, nos pasó algo objetivamente malo cuyos efectos todavía estamos viviendo. Sin embargo, el hecho de experimentar incertidumbre no tiene por qué ser malo de por sí; si lo analizamos desde una posición realista, no todo lo que está por venir tiene por qué ser necesariamente malo. Hay sorpresas buenas: puede que en los próximos meses te aguarde un viaje significativo o conozcas a una persona que será importante en tu vida.
"Las personas que han tenido malas experiencias pasadas tienden a ser más pesimistas y responder de manera negativa a situaciones inciertas"
¿Cómo cambiar el chip y experimentar esa incertidumbre como algo bueno en vez de dejarnos comer por el miedo y las malas expectativas? En primer lugar, habrá que reflexionar por qué tendemos a ver la incertidumbre como un sentimiento negativo. Arie Krulganski, profesora de psicología de la Universidad de Maryland, ha escrito un interesante artículo en la revista Aeon en el que da fe de los resultados de sus estudios sobre por qué se nos da tan mal bregar con lo desconocido del porvenir. "Parece que las personas que han tenido malas experiencias pasadas tienden a ser más pesimistas y responder de manera negativa a situaciones inciertas", asegura. "Nuestras investigaciones sugieren que la historia a largo plazo de una persona puede verse temporalmente afectada por eventos recientes, pero que generalmente se regresa a un nivel inicial de optimismo o pesimismo".
Desafíos, que no amenazas
Según ella, la incertidumbre puede regularse desde el punto de vista psicológico y emocional para darle un sentido positivo y no solo eso, sino también aprovecharla para sacar partido de esas oportunidades que descansan en el futuro y de las que aún no somos conscientes. La primera fórmula que propone es básica y lógica: si quieres ver con buenos ojos el futuro, lo mejor que has de hacer es mantener un punto de vista positivo en relación con el pasado. "Piensa en hasta tres cosas de tu pasado reciente que te produjeron angustia", aconseja. "Es posible que sientas que esos acontecimientos son señales de un futuro fracaso o decepción. Para cada una de estas cosas, escribe varias razones plausibles y realistas por las que podrías convencer a otras personas de que el resultado no se repetirá en el futuro". Se trata, de alguna manera, de ser tu "propio abogado defensor".
Realizar este ejercicio de manera mantenida en el tiempo te llevará a desarrollar un "estilo atribucional más positivo que te inmunizará contra la tendencia a acentuar las posibilidades negativas". Al fin y al cabo, muchas de las cosas negativas que nos pasan no están en nuestra mano, sino que se deben a factores y condicionantes externos, por lo que a la hora de enfrentarnos a una nueva situación incierta, poco a poco dejaremos de sentirla como una amenaza, evitando extrapolar nuestras decepciones pasadas a esta nueva.
"Cuando ves una situación como un desafío, estás combinando el reconocimiento del problema con estar a la altura de las circunstancias"
Precisamente, en la palabra "amenaza" está la razón por la que tendemos a pensar en el futuro de manera negativa. En lugar de interpretar lo que está por suceder desde el miedo o el temor, hay que pensar en esas hipotéticas situaciones adversas como si fueran un desafío que hay que afrontar y del que saldremos reforzados. "Cuando ves una situación como un desafío, estás combinando el reconocimiento del problema con estar a la altura de las circunstancias para afrontarlo con éxito", recalca Krulganski. "Hacer esto moviliza la autoestima y el sentido de agencia y potencia".
Por otro lado, ¿qué ocurriría en caso de que dicho desafío se torciera o saliera mal? Es fácil y natural caer en la desesperación ante un nuevo fracaso, pero lo cierto es que si últimamente ya has pasado por varias decepciones, esta próxima que está por venir no te lo resultará tanto. Como decía el filósofo, "lo que no te mata, te hace más fuerte", y seguramente aquello que crees que va a salir mal no es tan malo como piensas en un inicio. O al menos no tan mal como aquella vez en la que viviste una situación realmente adversa. El fracaso, en última instancia, no es definitivo, sino que puede verse como una oportunidad más para aprender y mejorar.
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