La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
(Reuters/Johanna Geron)
La actual presidenta de la Comisión Europea es la favorita indiscutible para el cargo en la legislatura 2024-2029, aunque todavía no ha desvelado sus intenciones
Ursula von der Leyen (Bruselas, 1958) sabe leer la habitación. Entiende el poder, sabe dónde reside, cómo acariciarlo y domarlo. Presidenta de la Comisión Europea desde 2019 después de ser nominada para sorpresa de todos, muy criticada durante sus primeros meses en el puesto, la alemana ha acabado por entender bien cómo se juega en el tablero de la política europea. Y ahora tiene a toda Bruselas, la ciudad que la recibió con desconfianza y agresividad, esperando a que decida en qué momento empieza a sonar la música para comenzar a bailar al ritmo que ella marque. Algunos con ganas de bailar a su son, otros llenos de resentimiento, otros con ganas de venganza, pero todos, de una manera u otra, bailando a su ritmo.
En Bruselas, todo el mundo espera que Von der Leyen se presente a un segundo mandato al frente de la Comisión Europea. Nadie tiene demasiado claro cómo lo va a hacer, cuál va a ser su estrategia o cuándo va a anunciarlo. Hace meses que, impacientes, todos los actores esperan alguna señal por su parte, y muchos esperaban algún tipo de mensaje antes de Navidad o justo al inicio de 2024. Pero prácticamente todo el mundo da por hecho que cuando la alemana mueva ficha y si anuncia que quiere seguir al frente del Berlaymont, el resto de piezas empezarán a adaptarse a esa realidad: Von der Leyen tiene bien atada su reelección si quiere perseguirla, aunque las elecciones europeas del 6 al 9 de junio de 2024 siguen siendo una incógnita que tendrá un impacto importante sobre su reelección. En las últimas semanas, hay nuevas señales que lo demuestran, como el apoyo público que le ha dado recientemente Giorgia Meloni, primera ministra de Italia.
La decisión de Charles Michel de dejar antes de tiempo la presidencia del Consejo Europeo para participar en las elecciones europeas de junio de 2024 ha hecho que se aceleren los murmullos y los rumores sobre la composición de la próxima cúpula institucional de la Unión Europea, algo que habitualmente se negocia como un paquete en el que se reparten al mismo tiempo los cargos de presidente de la Comisión Europea, del Consejo Europeo, de la Eurocámara y también el alto representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad. Algunos en Bruselas creen que Von der Leyen debería pronunciarse ya sobre si perseguirá un segundo mandato, no porque tengan dudas de que si quiere podrá obtenerlo —al menos, como mínimo, la nominación por parte de los líderes europeos—, sino para saber si ese puesto está abierto a reparto o no. La nominación por parte del Consejo Europeo es el primer paso: después, la persona elegida debe recibir el respaldo de la Eurocámara salida de las urnas europeas.
En 2019, un acuerdo entre Emmanuel Macron, presidente francés, y Angela Merkel, a la sazón canciller alemana, impulsó a su desconocida ministra de Defensa al puesto de mayor peso en la cúpula institucional de la Unión Europea. El acuerdo enfureció a muchos, especialmente al Parlamento Europeo, ya que obviaba el sistema conocido como spitzenkandidaten, por el cual se suponía que los líderes europeos debían nominar al próximo presidente de la Comisión Europea de entre los candidatos que se hubieran presentado a las elecciones europeas. La opción para mantener vivo ese sistema era el socialista holandés Frans Timmermans, vicepresidente de la anterior Comisión, pero una revuelta en la familia de los democristianos del Partido Popular Europeo (PPE) hizo que Macron le ofreciera a la arrinconada Merkel una salida honrosa: elegir a la francófila Von der Leyen, fiel escudera de la canciller y miembro del PPE. La Eurocámara, dolida y enfadada por ver el sistema del spitzenkandidaten pisoteado, se revolvió durante semanas, pero acabó por aprobar a la alemana por una diferencia de nueve votos.
Von der Leyen entendió pronto que por mucho que el Parlamento Europeo intente ejercer el papel de contrapeso del Consejo Europeo (el foro de jefes de Estado y de Gobierno) contar con el respaldo de los suficientes líderes europeos es lo que realmente desbloquea el acceso al poder en la política europea. La Eurocámara intenta reflejar una lógica federalista, la de las grandes familias políticas europeas, pero sufre cuando toca adaptarse a la política pragmática. El año 2019 demostró que a la hora de la verdad las delegaciones nacionales de los partidos europeos (es decir, por ejemplo, los eurodiputados del PSOE dentro de la familia de los socialdemócratas europeos, o los populares dentro del Partido Popular Europeo) siguen respondiendo a las llamadas de las sedes de sus partidos en su Estado miembro de origen, y si los líderes europeos deciden algo tienen bastante capacidad para imponer su decisión al Parlamento Europeo, incluso si se trata de una decisión dolorosa y si los patrones dentro de la Eurocámara quieren presentar resistencia con una perspectiva europea.
La presidenta de la Comisión Europea ha sabido gestionar la partida de una manera muy eficiente. Ha centrado la mayoría de sus esfuerzos al nivel de los líderes europeos, tejiendo buenas relaciones personales con ellos y echándoles un cable a nivel interno cuando ha sido posible, pero moviendo también fichas al nivel de la Eurocámara hasta que las piezas han quedado en una posición en la que ella, Von der Leyen, parece la única persona capaz de reunir los requisitos de todos los jugadores alrededor de la mesa. No es que haya demasiadas personas entusiasmadas con un segundo mandato de la alemana, pero sencillamente aparece como la elección natural y obvia.
Entendiendo dónde reside el poder real, la alemana se ha cuidado de crear una coalición amplísima dentro del Consejo Europeo, alejando a la Comisión Europea de casi cualquier tipo de confrontación con los Estados miembros. Así, Von der Leyen es una figura capaz de obtener al mismo tiempo los apoyos públicos de Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, una de las principales figuras de los socialistas europeos, y de Meloni, primera ministra de un Gobierno ultraconservador en Italia, líder de la familia europea de los Conservadores y Reformistas (ECR), con la que se ha volcado en asuntos como la inmigración, la principal prioridad política de Meloni. La alemana también cuenta con el respaldo de su propio Gobierno, que aunque sea de socialistas, liberales y ecologistas no se puede permitir que Alemania pierda un puesto tan relevante.
Francia es el elemento más importante. Macron es el padrino europeo de Von der Leyen, pero es también el conspirador en jefe de la política europea, y Sánchez lo sabe porque lo sufrió en 2019, cuando el francés sacrificó a Timmermans a cambio de una elección más favorable para Francia que además le permitía que la gala Christine Lagarde fuera elegida presidenta del Banco Central Europeo (BCE). Todo indica que Macron seguirá apoyando a Von der Leyen, pero el presidente francés es, de entre los líderes que pueden dar un vuelco a la negociación de los altos cargos de la UE, el más impredecible de todos.
La jugada en la Eurocámara
En el Parlamento Europeo Von der Leyen ha mimado especialmente a los socialdemócratas, cuya líder, la española Iratxe García, tiene una buena relación con la presidenta de la Comisión Europea. Eso contrasta con el trato difícil que la alemana tiene con su propia familia política, el Partido Popular Europeo (PPE), con cuyo presidente, el también alemán Manfred Weber, se ha ido gestando una rivalidad cada vez más pública y difícil de gestionar. Von der Leyen juega con una carta muy poderosa: por mucho que Weber ha intentado mover otros posibles nombres para desbancarla, como el de la presidenta de la Eurocámara, la maltesa Roberta Metsola, ella sigue siendo la política del PPE con más opciones de ser nominada por un Consejo Europeo en el que los populares están cada vez más debilitados al liderar menos Gobiernos.
Von der Leyen ha jugado la partida asumiendo que si se concentraba demasiado en gustar a los eurodiputados del PPE acabaría siendo una candidata inasumible para el resto de familias políticas europeas, dificultando su aprobación en el hemiciclo, algo en lo que ya tiene experiencia ya que en 2019 solamente se salvó por un puñado de votos, mientras que si era la única candidata popular aceptable para el resto de partidos en la Eurocámara el PPE tendría que tragar con ella. Y por eso se ha concentrado en tender puentes con los socialdemócratas europeos y con Los Verdes, que han visto buena parte de su agenda ecologista recogida por la presidenta para irritación de muchos conservadores. Los lazos no han sido tan buenos con Renew Europe, la familia liberal en la Eurocámara, que ha sido dura con Von der Leyen por no haber sido más exigente en materia de Estado de derecho, aunque en Renew el peso del Elíseo es enorme, así que la presidenta de la Comisión confía en que no genere problemas.
Por mucho que un buen número de eurodiputados populares estén amotinados contra Von der Leyen, lo cierto es que la estrategia de la alemana funciona, al menos por el momento. Thanasis Bakolas, secretario general del Partido Popular Europeo, ha dejado muy claro que espera que los líderes europeos democristianos apoyen a Von der Leyen para un segundo mandato, los socialistas la apoyan y en caso de absoluta necesidad, los verdes podrían también sostener una mayoría parlamentaria para que sea confirmada en el cargo.
Von der Leyen tiene una carta más en su manga. El Parlamento Europeo tiene mucho cariño al sistema del spitzenkandidaten, pero la experiencia de 2019 demostró sus deficiencias, especialmente cuando los partidos escogían a candidatos poco cualificados para el puesto de presidente de la Comisión Europea: Weber no era un candidato creíble para los líderes europeos, y los nombres que se están rumoreando hasta ahora indican que la tendencia continuará. Von der Leyen ofrece la oportunidad de mantener vivo el sistema, aunque sea con respiración asistida: si es la spitzenkandidat del PPE, algo que dentro de la formación consideran que es posible incluso si la alemana no es incluida en las listas de las elecciones europeas de junio de 2024, y el Consejo Europeo la nomina para el puesto, la Eurocámara podrá apuntarse algo parecido a una victoria.
Una Eurocámara más conservadora
Eso no significa que todo esté hecho. Para Von der Leyen la amenaza fundamental tiene que ver con las elecciones europeas. Su estrategia funcionará si el eje socialistas-populares se mantiene más o menos entero y si basta con el apoyo de Renew Europe y quizás de Los Verdes para alcanzar una mayoría absoluta en la Eurocámara. Ahora mismo las encuestas señalan que los números dan para que se mantenga esa “gran coalición” ampliada a los liberales que ha protagonizado el último lustro, aunque como se vio en 2019 esa coalición es débil, ya que a la hora de votar a la presidenta se pueden registrar algunas fugas y abstenciones.
Sin embargo, las encuestas también muestran a un giro a la derecha del Parlamento Europeo, con la familia de la extrema derecha, representada por Identidad y Democracia (ID) y los ultraconservadores, dentro del grupo de los Conservadores y Reformistas (ECR), apuntando muy alto de cara a la próxima legislatura, con ID convertida en la tercera fuerza de la cámara, superando así a los liberales de Renew Europe. De hecho, en Bruselas se habla mucho sobre los sectores dentro del PPE que culpan a la gran coalición que ha dominado la política europea durante las últimas décadas como la razón detrás de la permanente caída en número de escaños que lleva viviendo la familia de centroderecha desde hace años, y consideran que la solución es un giro hacia la derecha, como ya ocurre a nivel nacional en muchos Estados miembros. El expresidente de la Eurocámara, Antonio Tajani, ahora ministro de Exteriores de Italia y líder de Forza Italia, es una de las voces que defiende esa coalición con la extrema derecha, replicando lo que ocurre en Roma.
Pero incluso si PPE, ID y ECR sumaran más de la mitad de los escaños de la Eurocámara una alianza sería complicada. Una parte importante de los democristianos son los polacos, cuyos principales rivales, Ley y Justicia (PiS) son unos de los líderes de ECR, mientras que la CDU/CSU alemana mantiene un cordón sanitario a Alternativa para Alemania (AfD) en el país y compiten por una parte importante de los votantes. Pero lo que sí hace la aritmética es dar más poder al PPE en la Eurocámara, sobre el que Weber tiene una influencia muy importante, y complica la vida a Von der Leyen de cara a un segundo mandato en el que su agenda, muy centrada en la transición climática, se encontraría con trabas importantes. Por ejemplo, el PPE tendría muy fácil, junto con los votos de ID y ERC, imponer la llamada “pausa reglamentaria” que frenaría la agenda verde, lo que al mismo tiempo haría que esta coalición fuera difícil de apoyar para Los Verdes.
Las aritméticas parlamentarias de la próxima legislatura serán más complejas que en estos últimos cinco años, y eso lo sabe perfectamente Von der Leyen. Pero el primer paso es lanzarse o no a la carrera. Su discurso del estado de la Unión en septiembre de 2023 en Estrasburgo (Francia) ante el Parlamento Europeo se leyó como una alocución de final de mandato, como un lanzamiento de la precampaña electoral. Todos los ojos están puestos sobre ella.
www.elconfidencial.com/mundo/2024-01-17/decision-futuro-von-der-leyen_3810290/
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