- La producción industrial cayó en noviembre por sexto mes consecutivo
- La producción se sitúa ya un 9,4% por debajo de su nivel anterior al covid
- ING: "Los problemas vienen de antes de la crisis energética por Rusia"
Algo está pasando en la 'fábrica' de Europa. La industria alemana no levanta cabeza y sus datos siguen mostrando un cuadro general preocupante. A una trayectoria ya descendente antes del covid le han seguido una guerra en Ucrania que ha hecho trizas su estrategia de éxito de importar energía barata desde Rusia y un incierto escenario económico que han agrandado el agujero. De fondo, tendencias como una débil inversión y una creciente competencia mundial encabezada por China aceleran el proceso. Los expertos avisan de que los problemas vienen de antes, lo que invita a hablar de 'crisis existencial'.
Aunque su sector servicios ya representa el 70% del total de la economía, el poderoso sector industrial alemán no ha tenido igual en la región. Durante décadas auténtico punta de lanza de una locomotora europea (Alemania representa aproximadamente el 25% del PIB de la eurozona) basada en las exportaciones, este sector industrial aún tiene un peso en el PIB nacional notablemente mayor que el de sus socios de la eurozona con un 24% en 2022, según los datos de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa (UNECE), frente a, por ejemplo, el 21% de Italia, el 17% de España o el 13% de Francia.
El 10% de las empresas manufactureras europeas son alemanas y solo en el sector manufacturero generan más del 30% del valor añadido bruto de la Unión Europea. De hecho, representan más de una quinta parte de todo el valor añadido de Alemania, uno de los porcentajes más altos de Europa. Las exportaciones están impulsadas por la columna vertebral alemana de pequeñas y medianas empresas (pymes) altamente innovadoras. Éstas constituyen más del 99,3% de todas las empresas y emplean al 55% de todos los trabajadores de Alemania. Muchas de estas pymes son líderes del mercado mundial en sus respectivos segmentos. Junto con empresas líderes a escala internacional -como Bayer, BASF, Daimler, Volkswagen y Siemens, por citar sólo algunas-, constituyen la base industrial manufacturera de Alemania.
Todo ese currículum se ha visto arrugado a medida que llegan nuevos y preocupantes datos. El último aviso lo han dado los números de noviembre publicados este martes por el órgano estadístico federal Destatis. La producción industrial alemana cayó en noviembre por sexto mes consecutivo con un retroceso del 0,7% intermensual (se esperaba un leve repunte mensual), mientras que la cifra de octubre apenas se revisó ligeramente al alza, pasando de un descenso del 0,4% a uno del 0,3%. En el conjunto del año, la producción industrial bajó casi un 5%. Ampliando la mira, la producción está un 9,4% por debajo de su nivel anterior a la pandemia. Un dato escalofriante.
El desglose mostró que el descenso se debió en parte a una contundente caída del 2,9% mensual en la construcción, mientras que la producción de bienes intensivos en energía, duramente golpeada desde el estallido de la guerra en Ucrania, subió un 3,1%, quizá en respuesta a la reciente bajada de los precios del gas natural. No obstante, aún excluyendo estos dos componentes, la producción cayó un 0,5% intermensual.
Los detalles de la publicación indicaban que prácticamente todos los principales grupos industriales registraron malos resultados. Los bienes de consumo duraderos se contrajeron un 2% intermensual en noviembre, arrastrando a la categoría de bienes de consumo a territorio negativo. Por su parte, la producción de bienes intermedios y de capital se contrajo por tercer mes consecutivo (0,7% y 0,5% intermensual, respectivamente). A nivel sectorial, la producción de ordenadores y productos electrónicos fue especialmente negativa, con una caída de la producción del 4,6% en el mes, lo que amplía a tres las contracciones mensuales consecutivas. La fabricación de material de transporte se contrajo un 0,9% en noviembre, aunque tras un notable repunte en el mes anterior. Al mismo tiempo, varias industrias intensivas en energía, como la química y la papelera, registraron expansiones mensuales del 1,8%.
"Si bien el descenso de noviembre fue la sexta caída mensual consecutiva de la producción industrial, también forma parte de una tendencia a la baja más prolongada en la industria alemana que se remonta a finales de 2017, cuando la producción alcanzó su punto máximo. La industria intensiva en energía ha sido particularmente débil en los últimos dos años, ya que las empresas han tenido que destetarse de la energía rusa barata que había alimentado la producción antes de la invasión de Ucrania", explica Bradley Saunders, analista de Capital Economics. Con este repunte en noviembre, la producción de los sectores intensivos en energía lima su golpe en el año a un 4%.
Sin embargo, recalcan los analistas de ING Carsten Brzeski y Franziska Biehl en un informe del departamento de estudios del banco holandés, los problemas vienen de antes de la crisis energética: "En la actualidad, a los vientos en contra cíclicos, como el impacto aún no dilucidado del endurecimiento de la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE) y la aún elevada inflación -además de la tambaleante economía china-, se oponen retos estructurales como la transición energética y los cambios en la economía mundial, junto con la falta de inversión en digitalización, infraestructuras y educación. Para ser claros, la competitividad internacional de Alemania ya se había deteriorado antes de la pandemia y la guerra de Ucrania".
Para ambos expertos, los de Alemania son, en gran medida, problemas 'caseros': "Las fricciones en la cadena de suministro a raíz de la pandemia, la guerra de Ucrania y la crisis energética no han hecho sino poner de manifiesto estas deficiencias estructurales. Estas deficiencias son la otra cara de la moneda de la austeridad fiscal y las preferencias políticas erróneas de la última década". Los economistas de ING ponen en el foco el bajo nivel de actividad inversora de Alemania en los últimos años como prueba de que "el país ha descansado durante mucho tiempo en su modelo empresarial de importación de energía barata y exportación de bienes". Mientras que la inversión en capital fijo en Alemania creció una media del 4,4% anual entre 2010 y 2015, el crecimiento fue de solo el 3,1% entre 2016 y 2022, apuntalan.
Brzeski y Biehl ponen el acento en las transiciones estructurales a las que se enfrenta la economía y en el coste que tendrán. Un ejemplo se ve en la propia energía más allá de la crisis de estos dos últimos años a raíz de lo ocurrido con Rusia: "Basta pensar en la producción intensiva en energía. En la producción de alimentos, bebidas y tabaco, por ejemplo, más de la mitad del consumo total de energía se cubre con gas natural. Una parte tan grande del consumo sólo se cubre con fuentes de energía renovables en la fabricación de madera y productos derivados. El paso de la producción de gas natural a formas de producción más ecológicas conllevará inicialmente pérdidas de productividad y, en consecuencia, un encarecimiento de los productos".
La falta general de inversión también se refleja en el desmoronamiento de las infraestructuras. "La calidad de las carreteras alemanas ha ido empeorando según diversos índices desde 2010, y la infraestructura digital en Alemania también sigue necesitando mejoras. Las conexiones de fibra, o Internet de alta velocidad, solo representaban alrededor del 8% del total de conexiones de banda ancha alemanas en 2022. La media de la OCDE en el mismo año era del 36%", continúan ambos expertos.
El contexto internacional tampoco se antoja favorable ahora mismo. "El viejo motor del crecimiento, las exportaciones, también se tambalea. Por un lado, la debilidad económica de China y la previsible desaceleración de EEUU son un lastre para las exportaciones alemanas. Si a sus dos principales socios comerciales no les va bien económicamente, esto automáticamente no augura nada bueno para el comercio alemán. En segundo lugar, el mundo globalizado tal como lo conocemos cambiará. Esto no significa necesariamente desglobalización, sino que los flujos comerciales cambiarán. Ya sea por las interrupciones de la cadena de suministro en los últimos años o por las tensiones geopolíticas, sin duda hay motivos para diversificar más los socios comerciales y, si es posible, acercar la producción a casa. Sin embargo, esta evolución también irá acompañada de pérdidas de eficiencia y precios más altos", dibujan los dos analistas de ING.
El caso de Alemania con China es especialmente revelador. "Durante años, las empresas alemanas prosperaron gracias al apetito chino por la maquinaria, los productos químicos y los automóviles. China sigue siendo el mayor socio comercial de Alemania y casi la mitad de los fabricantes alemanes dependen de insumos intermedios procedentes de China (tres cuartas partes en el caso de la industria automovilística). El comercio chino-alemán mantiene más de un millón de puestos de trabajo directos y de las diez empresas cotizadas más valiosas de Alemania, nueve obtienen al menos el 10% de sus ingresos de China (frente a dos en EEUU). Sin embargo, despertando a la realidad del chantaje energético ruso, la creciente dependencia china de Alemania ha empezado a plantear interrogantes", exponía hace meses en un observatorio sobre el futuro de Alemania Aila Mihr, analista sénior de Danske Bank.
Los políticos alemanes han emprendido una estrategia de de-risking (o minimización de riesgos) poniendo distancias con Pekín, conscientes de su gran dependencia. Uno de los motivos ha sido la feroz competencia china en sectores clave. "Para un país que ha dominado la producción de vehículos de motor durante tanto tiempo, la rápida aparición de la competencia de los fabricantes chinos en el segmento de los vehículos eléctricos supone un verdadero reto, que suscita preocupación por las 'injustas' subvenciones chinas a los fabricantes de automóviles (se espera que la reciente investigación de la Comisión Europea sobre las subvenciones dure un año) y pide que se 'desprotejan' las líneas de suministro mundiales", incide Anatoli Annenkov, estratega de Société Générale.
Malas perspectivas a corto plazo
A corto plazo, las perspectivas no son las mejores. "Hay razones para pensar que la producción podría aumentar a corto plazo. Los precios europeos del gas natural han bajado constantemente en los últimos tres meses, ya que el clima más benigno y la menor demanda industrial han mantenido el almacenamiento muy por encima de su media estacional. Esto podría dar a las empresas que han estado produciendo por debajo de su capacidad ante el aumento de los costes la oportunidad de aumentar la producción. Estos últimos movimientos también pueden explicar en parte por qué el PMI de producción manufacturera ha empezado a invertir parte de los descensos del año pasado, tras parecer tocar fondo en septiembre (aunque sigue en un nivel coherente con la recesión manufacturera)", plantea Saunders, de Capital Economics.
"Sin embargo, a pesar de estos aspectos positivos, las perspectivas siguen siendo sombrías. Volver a poner en marcha una producción paralizada puede llevar meses en el caso de las tecnologías que consumen mucha energía, como los hornos industriales, y parece que las empresas necesitan que los precios bajen aún más -y que se mantengan así durante algún tiempo- antes de aumentar la producción de forma considerable. De hecho, a pesar de la subida de noviembre, la producción intensiva en energía sigue siendo muy baja más de un año después de que los precios del gas natural retrocedieran desde sus máximos de 2022. Por tanto, cualquier impulso a corto plazo de un posible aumento de la producción intensiva en energía puede ser limitado, incluso si los precios siguen cayendo. Además, aunque el gas natural europeo se ha abaratado, sigue siendo un 60% más caro que su media anterior a la pandemia", prosigue Saunders.
Las cosas no pintan mucho mejor por el lado de la demanda. "El débil crecimiento económico está lastrando los pedidos de clientes nacionales y extranjeros. Mientras tanto, en la industria del automóvil, el impulso a la producción derivado de la eliminación gradual de los atrasos acumulados durante la pandemia parece haber agotado su curso, mientras que los nuevos pedidos ofrecen poco apoyo. En el sector de la construcción ocurre algo parecido: el porcentaje de empresas de construcción residencial que declaran haber cancelado pedidos y/o la falta de pedidos como limitación de la producción se ha disparado", desarrolla el analista de Capital Economics.
Saunders tampoco ve probable que la industria reciba ayudas fiscales a gran escala: "Aunque el Gobierno ha logrado elaborar un nuevo presupuesto para el año siguiente al fiasco del freno de la deuda a finales de 2023, es probable que las ayudas sean limitadas. De hecho, el ministro de Finanzas, Christian Lindner, restó importancia a la posibilidad de que se apliquen subsidios relacionados con el crecimiento similares a la Ley de Reducción de la Inflación estadounidense durante el fin de semana. Dicho esto, ayer se aprobó una ayuda estatal de casi 1.000 millones de euros para que el fabricante de baterías Northvolt construya una nueva fábrica en el norte de Alemania, lo que sugiere que el Gobierno aún puede encontrar financiación para proyectos que considera esenciales". "En consecuencia, creemos que la producción industrial seguirá tendiendo a la baja a lo largo del año, ya que la debilidad de la demanda y los elevados costes de la energía limitan cualquier subida", concluye.
Brzeski: "El panorama a corto plazo de la industria alemana ofrece muy pocos motivos para el optimismo"
"Tras el fallo, la propia estrategia del gobierno anunciada en julio, podría estar en peligro. Los 60.000 millones de euros, o el 2,5% del PIB, del Fondo para el Clima y la Transformación ya no pueden utilizarse debido a la violación del freno de la deuda. Además de menos medidas para la eficiencia energética y el sistema ferroviario, también podría verse afectado negativamente el desarrollo y la ampliación de la industria alemana de semiconductores", apunta también desde UniCredit Andreas Rees. "Anteriormente, el gobierno había planeado apoyar a las fábricas de semiconductores, especialmente en Alemania Oriental, con alrededor de 12.000 millones de euros para 2027. Reducir sustancialmente la dependencia de Alemania de los productos de alta tecnología chinos y taiwaneses probablemente requeriría incluso más dinero, y no menos".
"El panorama a corto plazo de la industria alemana ofrece muy pocos motivos para el optimismo. La deflación de la cartera de pedidos de los dos últimos años deja huellas claras, así como la continua incertidumbre energética y política. Con un aterrizaje suave o duro de la economía de EEUU y todavía muy poco impulso de crecimiento positivo en China, es probable que la demanda externa de la producción industrial alemana siga siendo débil. La única mejora podría venir de un giro en el ciclo de inventarios. Sin embargo, aunque hay algunas señales muy tímidas de reducción de inventarios, aún habría que esperar hasta finales de la primavera para ver un impacto significativo en la producción real", argumenta Brzeski en un otro análisis de ING.
"Aunque pensamos que la industria alemana se hundió en el cuarto trimestre, el inminente repunte será, en el mejor de los casos, gradual. De hecho, aunque los pedidos industriales repuntaron en noviembre, el dato principal se vio impulsado por los tradicionalmente volátiles productos de gran consumo, mientras que los pedidos básicos mantuvieron una tendencia a la baja. Ante la debilidad de la confianza y los escasos indicios de cambio de ciclo de los inventarios, creemos que la recuperación de la demanda será larga y lenta. Los malos resultados de la industria y de la construcción en particular, que parecen haberse contagiado de los sombríos datos de las encuestas y de la utilización de la capacidad, son negativos para el cuarto trimestre de 2023. En consonancia con ello, hemos recortado la previsión de crecimiento del PIB al -0,4% intertrimestral, con riesgos inclinados a la baja", escribe Mateusz Urban, economista sénior de Oxford Economics en una nota para clientes.
A más largo plazo, Brzeski y Biehl, de ING, lo tienen claro: "Alemania ha demostrado regularmente en el pasado que puede dominar las crisis. En la coyuntura actual, sin embargo, el remedio para los actuales problemas económicos del país no es sencillo. Hace falta una larga lista de medidas políticas, reformas estructurales e inversiones para que la economía recupere su velocidad de crucero. Hace más de 20 años (cuando se habló la primera vez de de Alemania como 'hombre enfermo' de Europa), transcurrieron unos cinco años entre el primer diagnóstico y el inicio de reformas estructurales serias. Esperemos que esta vez sean menos".