viernes, 15 de abril de 2011

El lío de las bolsas de plástico

Foto from verdeygris.com

Desde que no está bien visto salir del súper cargado con bolsas de plástico por su impacto ambiental, estos envases llevan cada vez más mensajes impresos para calmar las conciencias: “reciclable”, “degradable”, “100% biodegradable”, “compostable”... ¿Qué significa todo esto? Pues un enorme lío de tecnicismos entre bolsas en apariencia iguales (sólo en apariencia), y a la vez un fenómeno con muchas contradicciones.
Aunque algunos de estos envases contaminan mucho menos que otros en su fabricación, estos términos se refieren sólo a su etapa como residuo. ¿Tiene sentido llamar biodegradable a algo que no se quiere que acabe descomponiéndose en la naturaleza? En Bélgica, ninguno; por ello desde julio de 2009 está prohibido allí el uso de la denominación “biodegradable” para los envases(1), una decisión que ha sido bien vista por otros países europeos.
Para entender todo esto, veamos primero qué hay realmente detrás de todos estos términos asociados a diferentes plásticos:
-Biodegradable:
Significa que ese plástico puede descomponerse en nutrientes y biomasa, en condiciones que se dan normalmente en la naturaleza. Esto no ocurre con las bolsas convencionales de polietileno (un polímero obtenido del petróleo), pero sí con algunos bioplásticos fabricados a partir de recursos naturales renovables (como el almidón de patata) o de algunos poliésteres sintéticos, en ocasiones obtenidos a partir de petróleo. Puede haber bolsas biodegradables con un porcentaje de materias renovables y otro de derivados del petróleo.
Como especifica AENOR, si en una bolsa se dice que es biodegradable debe cumplir la norma UNE-EN 13432, que define la biodegradabilidad final como: “Descomposición de un compuesto químico orgánico por microorganismos en presencia de oxígeno para dar dióxido de carbono, agua, sales minerales en cualquier elemento presente (mineralización) y nueva biomasa; o bien en ausencia de oxígeno para dar dióxido de carbono, metano, sales minerales y nueva biomasa”.
-Compostable:
El que un plástico sea biodegradable no quiere decir necesariamente que también resulte compostable, es decir, que sirva para hacer compost (abono orgánico). La clave está en que los tiempos se acortan: para que pueda considerarse compostable, un material debe biodegradarse a la vez que el resto de materia orgánica que llega a una planta de compostaje. En España se confunde a menudo ambos términos y, aunque existe algún sello específico, como el distintivo de garantía de calidad ambiental de Cataluña a los productos de material compostable, los principales certificadores de compostabilidad están en Bélgica y Alemania.
“Un árbol es biodegradable, pero en sentido estricto de la norma no es compostable”, detalla Philippe Dewolfs, responsable del Departamento de Certificación de Vinçotte, empresa certificadora del sello belga “OK compost”, que explica que mientras la biodegradabilidad se refiere a un proceso químico habitual en la naturaleza, la compostabilidad constituye un parámetro humano. El que un plástico lleve el sello “OK compost” supone que debe desintegrarse en un determinado plazo en las condiciones de una planta de compostaje (a temperaturas de 55 a 60 grados). Pero el resultado será diferente si ese mismo plástico se intenta compostar en el jardín de casa (para lo que existe el sello “OK compost Home”) o si acaba abandonado en la naturaleza. “El PLA es un bioplástico que puede ser compostable en una instalación industrial, pero si se tira en el campo dentro de 20 años estará ahí”, advierte Dewolfs.
-Degradable (u oxodegradable):
Suena muy parecido a biodegradable, demasiado, pero se refiere a un proceso diferente (y estos plásticos no cumplen los requisitos de la norma UNE-EN 13432). Son bolsas de plástico como las de siempre a las que se han añadido unos aditivos que aceleran su desintegración física. Como explican desde AENOR, esto significa que el plástico se fragmenta en partículas diminutas; partículas que no se ven, pero que en una primera fase no pueden ser asimiladas por las plantas. Esta degradación puede ser inducida por la luz ultravioleta (fotodegradable) o por la oxidación (oxodegradable).
-Reciclable:
Las bolsas de plástico de polietileno convencionales (en cuya fabricación se emite mucho CO2 y que tardan cerca de cien años en descomponerse en la naturaleza) pueden ser recicladas: hay plantas de tratamiento en España donde las transforman en un granulado plástico –granza de polietileno– que sirve para fabricar otros productos. Para que esto ocurra, las bolsas deben ser depositadas en el contenedor de basura amarillo para envases. Y, por ahora, no ocurre muy a menudo, pues según la empresa que se encarga de la gestión de envases, Ecoembes, se  reciclan sólo un 10% de las bolsas que salen de los comercios del país colgadas de las manos de los consumidores.
En el caso de las bolsas degradables o biodegradables, aunque algunas se definen también como “reciclables”, según Ecoembes, el sistema seguido hoy en día con las convencionales no sirve para estas otras. Habría que separarlas, pero eso ahora mismo no resulta posible. ¿Resultado?: Estos plásticos alternativos suponen más bien un problema para los canales de gestión de residuos actuales y cuando llegan a las plantas de reciclaje mezclados con las bolsas de polietileno acaban quemados en el proceso de elaboración de la granza, pues tienen unas propiedades termo-mecánicas y una resistencia química menores.
¿Dónde se tiran estas bolsas?
Este gran lío plástico se enreda todavía más para decidir dónde tirar cada una de estos envases al llegar el final de su vida útil, cuando no pueden ser reutilizados. Con las bolsas convencionales resulta fácil: al cubo amarillo para ser recicladas. Se entiende que una compostable ha sido fabricada para llegar a una planta donde pueda transformarse en compost con los desechos orgánicos; el problema es que en la mayor parte de España no se separa la basura orgánica de los domicilios. Una biodegradable no puede ir al amarillo para ser reciclada y tampoco debe ir a un contenedor de orgánico, en los pocos lugares donde los hay, pues no da tiempo a que se descomponga con el resto de compost. Todavía peor si se trata de una degradable u oxodegradable. ¿Qué hacer con estas bolsas entonces?
No tenemos respuesta para esa pregunta hoy en día, estamos investigando y trabajando en ello con el Ministerio de Medio Ambiente”, responden desde Ecoembes.
Sólo queda el cubo denominado "fracción resto" donde por lo general va mezclada la materia orgánica con todo lo que no sean vidrios, papeles y cartones, o envases. La bolsa que se deposite ahí puede tener muy distintos finales: puede ser recuperada en algún punto del proceso para ser enviada a reciclar, en cuyo caso acabará fundida entre la tranza de polietileno; puede ser llevada a encinerar para producir energía; o puede ser abandonada en un vertedero. Incluso puede terminar volando por el campo. Siempre será mejor entonces que sea de un plástico biodegradable que de otro convencional de polietileno, pero se supone que una bolsa no ha sido diseñada con el propósito de acabar de ese modo(2). “Es un mensaje equivocado el proclamar que una bolsa es biodegradable, en Bélgica se prohibió porque daba entender a la gente que daba igual dónde se tirase”, comenta  el belga Dewolfs.
Aunque para mensajes confusos el de esta bolsa de una farmacia: “Esta bolsa es reciclable y 100% degradable. Cuando el plástico se aprecia quebradizo, está en fase de degradación, debiendo colocarlo en un recipiente doméstico”. ¿Un recipiente doméstico? ¿Y cómo va a reciclarse entonces? O este otro de una cadena de librerías: “Esta bolsa está hecha de material reciclable (polietileno). Su destrucción por incineración no libera gases nocivos ni sustancias corrosivas”.

(1) Esta prohibición está incluido en un Real Decreto en Bélgica que sí permite usar el término "biodegradable" para otros productos que realmente son fabricados para ser abandonados en la naturaleza, como algunos plásticos utilizados para envolver los cepellones de las plantas.
(2) La Directiva de Residuos 2008/98/CE estipula que el orden de prioridad en la gestión de un residuo en Europa deber ser: a) la prevención, b) la reutilización, c) el reciclaje, d) otras formas de valorización [como el compostaje o la producción de energía] y e) la eliminación.
Por: Clemente Álvarez from blogs.elpais.com 08/03/2010

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