viernes, 10 de octubre de 2025

Terapia de recambio de plasma: ¿puede rejuvenecernos?



Foto: Europa Press/Archivo/David Zorrakino.



La terapia de plasma se basa en la renovación de este fluido que es el componente líquido de nuestra sangre. Los beneficios se conocen desde hace décadas mediante estudios en animales, pero ya tenemos datos en humanos que apuntan a su utilidad




La idea de que renovar la sangre pueda rejuvenecernos no es nueva. Se conoce desde los años 50 del siglo pasado, donde experimentos de parabiosis demostraron su utilidad. Este concepto consiste en unir dos animales de laboratorio de forma que tras pocas semanas y si no hay rechazo, los sistemas circulatorios se unen y los animales comparten la sangre.

Cuando en los experimentos se unen animales de edades diferentes, nos encontramos con la llamada parabiosis heterocrónica. Experimentos con ratones han demostrado que los más jóvenes ven reducidas sus capacidades físicas tras la unión, mientras que los de edad más avanzada mejoran. Una de las investigaciones más recientes unió ratones (en pares) de 20 meses de edad con otros jóvenes de tan solo 6 meses, durante un periodo de 6 semanas.

De partida, los ratones de mayor edad mostraron una mayor permeabilidad de la barrera hematoencefálica y una menor densidad microcapilar, que los jóvenes. Tras la unión los mayores recuperaron la densidad microcapilar y la función barrera a valores normales. Por el contrario, los ratones jóvenes expuestos a sangre de individuos mayores vieron reducida su densidad capilar y empeoraron su función barrera cerebral.

Este estudio de concepto, impensable en humanos, demuestra cómo existen factores rejuvenecedores o protectores en la sangre de individuos jóvenes y viceversa, otros que aceleran el envejecimiento en la sangre de ratones de mayor edad.


Senescencia celular y sangre envejecida

Esto tiene todo el sentido si pensamos en la senescencia celular, un aspecto que ya hemos tratado en varias ocasiones en este espacio.

Las células senescentes actúan propagando señales proinflamatorias al entorno y favoreciendo el desarrollo de más células senescentes, que quedan en un estado latente y no terminan su ciclo vital cuando ya no son viables. Se ha asociado el envejecimiento con la senescencia celular, y la presencia de estos factores en la sangre de individuos de edad avanzada podría tener un efecto negativo sobre diversos marcadores si se transfiere a individuos jóvenes.

A estas células senescentes podemos sumar otros factores como citocinas proinflamatorias, o la de sustancias asociadas al estrés oxidativo, como las especies reactivas de oxígeno o los productos avanzados de glicación o lipoxidación.

La sangre de individuos jóvenes, por el contrario, tendría como característica una menor presencia de estas sustancias pro-senescentes y mayor concentración de algunas protectoras, como las mioquinas asociadas al ejercicio.

Una de ellas, y probablemente la más conocida desde su descubrimiento en 1982, es el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF por sus siglas en inglés) que se produce con el ejercicio y que tiene un efecto protector sobre las neuronas. Este estudio se suma a otros anteriores como un Nature de 2023 donde también se demostró con esta técnica que la exposición a sangre joven mejoraba el transcriptoma en células cerebrales.


Una realidad en humanos

Los estudios de parabiosis no carecen de cierta crudeza, pero afortunadamente, tenemos formas de reproducir el concepto en humanos sin utilizar dicha técnica. El intercambio terapéutico de plasma (TPE) o recambio plasmático, es una técnica ya utilizada en hospitales, para tratar enfermedades autoinmunes y neurológicas. El procedimiento no es nuevo: consiste en extraer un determinado volumen de sangre, separar el plasma y sustituirlo por una solución de suero con albúmina o plasma donado.

Pero ¿Qué impacto tiene esta técnica sobre el envejecimiento? En base a los estudios en animales y a lo que sabemos sobre las marcas bioquímicas del envejecimiento, potencialmente podría reducirlo. La intención sería la de eliminar del organismo moléculas que se acumulan con la edad y que favorecen la inflamación, la degeneración y el deterioro de órganos.

El interés por la parabiosis como terapia “antienvejecimiento” no es nada nuevo. La historia, la literatura y el cine, dan muestra de las transfusiones de sangre de jóvenes a malvados y poderosos ancianos en busca de la inmortalidad. Pero fue en el Foro de Davos de 2015, cuando a raíz de una intervención del investigador Wyss Coray sobre sus estudios de parabiosis, se disparó la demanda de este tipo de terapia en el nicho poblacional asistente a este tipo de eventos. Incluso aparecieron en EEUU empresas que ofrecían la transfusión de plasma de jóvenes sanos como terapia antienvejecimiento. Obviamente, fueron clausuradas por la FDA. Sin embargo, y tras unos años de calma, el recambio plasmático como terapia para un envejecimiento saludable, vuelve a cobrar fuerza.

Un nuevo estudio demuestra que, efectivamente, este concepto cobra fuerza. El trabajo, realizado en colaboración con el Buck Institute for Research on Aging y liderado por Eric Verdin y David Furman, contó con 42 personas mayores de 50 años. Los objetivos de este ensayo fueron el verificar la seguridad de esta técnica, y medir su impacto en las marcas moleculares del envejecimiento con numerosos relojes biológicos (basados en el epigenoma, el proteoma, el metaboloma, el glicoma, y el estado del sistema inmune).

Se efectuaron tres intervenciones con un total de seis transferencias plasmáticas: doble sesión en una semana con tres de descanso, durante tres meses (en dos grupos, con y sin inmunoglobulina); una sesión en una semana con tres de descanso cada mes, durante seis meses; y placebo en dos grupos con cada uno de los esquemas anteriores.

La TPE mejoró la edad biológica, registrándose rejuvenecimiento con 15 relojes epigenéticos. Los resultados más notables se observaron en quienes recibieron plasma combinado con inmunoglobulina intravenosa en dos sesiones semanales, con un rejuvenecimiento medio de 2,61 añosreversión de la inmunosenescencia o modulación de proteínas vinculadas con la inflamación crónica.

En relación al esquema de tratamiento, se observó que tres sesiones de TPE son suficientes para inducir las mejoras señaladas, con solo mejoras marginales por encima de ese número.


Resultados prometedores

El equipo de investigación reconoce las limitaciones de este trabajo, concediéndole un carácter exploratorio y asumiendo la necesidad de ensayos clínicos con un número más elevado de participantes.

La respuesta al tratamiento es además heterogénea, con un mayor beneficio en personas con peor salud de partida. Por ejemplo, aquellos con bilirrubina, glucosa o transaminasas elevadas, experimentaron mayores reducciones en su edad biológica y mejoras en sus marcadores de salud. Los candidatos más obvios para esta técnica son aquellos con mayores niveles de inflamación crónica, o personas en riesgo de demencia o que ya muestran signos de deterioro cognitivo.

Personalmente, creo que nos encontramos ante una técnica muy prometedora para el tratamiento de las enfermedades del envejecimiento. No hay ninguna intervención hasta la fecha que tenga un impacto tan marcado en tan poco tiempo, sobre la edad biológica.

La técnica de aféresis plasmática es segura y ha sido ampliamente probada para el tratamiento de ciertas enfermedades en entornos hospitalarios. Y el fundamento y la base de su funcionamiento hacen que tenga todo el sentido ya que nos permite eliminar elementos senescentes y proinflamatorios de la circulación, y ayudar al rejuvenecimiento del sistema inmune.

Voces como la del investigador Matt Kaeberlein —referente en longevidad y miembro del consejo científico de Circulate, que ha participado en el estudio— ven motivos para el optimismo: “Soy bastante cauto al recomendar intervenciones, pero aquí diría que soy moderadamente optimista”.